Un psicoterapeuta judío es secuestrado por uno de sus pacientes en busca de una terapia con eficientes resultados para su patología: evitar las compulsiones que le han convertido en un asesino en serie.
Joel Fields y Joseph Weisberg, cuyo anterior trabajo de prestigio fue The Americans (Fields como guionista, Weisberg como creador), son los creadores de esta intensa ficción. Demuestran saber mantener la tensión dramática y el ritmo, y además aprovechan la trama principal para profundizar en la caracterización de los personajes principales. Por un lado, la historia familiar y religiosa de Alan, el psicólogo; por otra, el drama vital de Sam, el asesino. Especialmente relevantes son las relaciones entre Sam y su madre, y las de Alan con su hijo Ezra. Por otro lado, para conocer la biografía e interioridad del protagonista (que pasa gran parte del tiempo solo), el guion utiliza hábilmente un recurso narrativo: el propio psicólogo realiza una terapia imaginaria con otro especialista, que le ayuda a afrontar la situación y a sanar sus heridas emocionales.
Ante un argumento tan sencillo que requiere pocos personajes y escenarios, destaca la actuación de Steve Carell y Domhnall Gleeson. Carell es una apuesta segura, ya que es un actor veterano, capaz de combinar con mucha facilidad la comedia con el drama (The Office, Pequeña Miss Sunshine, La gran apuesta). Gleeson, en cambio, demuestra que es uno de esos actores habitualmente secundarios que se crece cuando le ofrecen personajes protagonistas de entidad dramática (Black Mirror, Ex Machina, Una cuestión de tiempo).
Esta serie sin excesivas pretensiones consigue ampliamente sus fines: mantener en vilo al espectador con un guion inteligente de numerosos giros argumentales y unos personajes sorprendentes.
