Después de la risa viene el llanto. Y después de las entrevistas de los candidatos en magazines y programas de entretenimiento, llegaron los debates y, al final, las guerras a cara de perro en las redes. La campaña electoral española ha terminado con un tono bronco, en medio de ataques personales, fotos rescatadas del baúl de los recuerdos, insultos y bulos. Frente a este in crescendo, ha habido otra batalla que ha mantenido su intensidad desde que se convocaron las elecciones: muchas organizaciones feministas han manifestado su ruptura con los partidos de izquierdas. Les acusan de traición y no han dudado en pedir el voto nulo en estas elecciones generales.
Para quien no haya seguido de cerca esta otra batalla, quizás le hayan sorprendido los tuits virales con imágenes de papeletas del PSOE y SUMAR pintarrajeadas con hashtags como #FeminismoNoVotaTraidores, #EsUnPutoHombre, #LasCuatroDelTaxi o el lema que lo resume todo: #VotoNuloFeminista. Resulta paradójico que el gobierno que presumía de ser el más feminista de la historia española, sea también el protagonista de este sonoro y amargo divorcio. De nada, o de poco, han servido las amenazas de “que viene la derecha”. Hace unos días lo señalaba Paula Fraga con contundencia en El Español: “Las feministas estamos hartas, hastiadas, asqueadas. Hartas de un Gobierno que en nombre de no sabemos qué feminismo ha aprobado leyes que vulneran los derechos de las mujeres e infancia. Hastiadas de un ‘progresismo’ institucional y mediático que difama, acosa y persigue a quienes sencillamente les exigimos que actúen conforme a lo que dicen ser. Asqueadas ante la amenaza de ‘viene la ultraderecha’, cuando sus políticas no se han demostrado mejores para la clase trabajadora”.
Muchas organizaciones feministas lo venían avisando: tener un Ministerio de Igualdad no sirve de nada si las políticas que se impulsan desde ese Ministerio tienen poco que ver con las reivindicaciones básicas del feminismo clásico: la lucha contra la violencia, la igualdad –especialmente en los ámbitos laborales–, la batalla contra el techo de cristal y la conciliación. Sin embargo, desde el inicio de la legislatura, el Ministerio de Igualdad, cedido a Podemos y presidido por Irene Montero, abandonó esta agenda del feminismo clásico para optar por el llamado feminismo inclusivo, un feminismo que –entre otras cosas– adopta como propias las reivindicaciones del colectivo LGTBQ y de otros colectivos (minorías racializadas, etc.).
La brecha entre estas dos corrientes del feminismo ha ido ensanchándose y ha estallado con la promulgación de las dos leyes “estrella” del Ministerio de Igualdad: la ley del solo sí es sí y la ley trans. En las pasadas elecciones, muchos se preguntaron si el descenso de votos del bloque de izquierdas había tenido que ver con el enfado –por entonces soterrado desde el punto de vista electoral– del feminismo clásico. En esta campaña, sin embargo, ese enfado se ha manifestado en una propuesta radical: el voto nulo. Y ante este voto huérfano, unos partidos y otros han tratado de arrimar el ascua feminista a su sardina.
El cartel de Pedro Sánchez y feministas socialistas expulsadas
El presidente del gobierno empezó la campaña con un inequívoco cartel. El lema –Adelante– y el candidato rodeado exclusivamente de mujeres. A partir de ahí, se ha pasado por todos los platós televisivos pidiendo perdón por la ley del solo sí es sí. Un perdón que se revela insuficiente después del desprecio con el que el presidente ha tratado a algunas mujeres socialistas que han sido referentes del feminismo clásico: entre otras, Amelia Valcárcel o la propia Carmen Calvo. Al presidente no le ha temblado el gesto para expulsarlas, a una del gobierno y a otra del Consejo de Estado. Que son palabras mayores. Hablar aquí de traición no parece exagerado.
Amelia Valcárcel y el guiño del PP al feminismo clásico
Y lo que tienen estas traiciones tan shakespereanas, sobre todo si te enfrentas a personajes fuertes, es que no se van a quedar callados. Ni Amelia Valcárcel ni el resto. Aquí entró el Partido Popular, liderado por Alberto Núñez Feijóo, a tender lazos con este feminismo clásico. Les une, entre otras cosas, la reforma de la ley del solo sí es sí (que salió adelante gracias a los votos del PP, cosa que Valcárcel elogió públicamente) y el rechazo de la ley trans. Aunque algunos medios señalaron –falsamente– que Valcárcel había pedido el voto para el PP, lo que hizo la filósofa –después de recordar a Feijóo que es socialista– era presentarle al líder del partido popular un decálogo feminista. Un decálogo, por cierto, que probablemente firmarían muchos votantes del PP.
Estimado Alberto Feijoó: Sigo agradeciendo tu apoyo a la rectificación de la ley del sólo sí. Es el buen camino. Ayer te expuse la agenda feminista actual. Y te recordé, con garbo, que soy socialista: La traigo de nuevo. A todos los partidos les conviene recordarla. Es básica. pic.twitter.com/1x9VrwrgbW
— Amelia Valcárcel (@AmeliaValcarcel) June 21, 2023
Por otra parte, el Partido Popular fue también la única formación que accedió –en plena campaña– a hablar con la asociación de padres con disforia de género (Amanda), que había solicitado a todos los partidos poder explicarles sus reivindicaciones.
Los doce puntos de Vox
El relato en relación con Vox y el feminismo siempre ha sido complicado, en parte por la traducción interesada y sesgada de algunas de sus ideas, y en parte, también, por la propia visión del partido sobre la cuestión de la violencia de género. En cualquier caso, y conscientes de la necesidad de aclarar sus propuestas y de buscar el voto huérfano de muchas mujeres, al inicio de la campaña, el líder de Vox, Santiago Abascal, en El programa de Ana Rosa, un matinal con mucha audiencia, señaló doce puntos para combatir la violencia contra la mujer y sus causas. En la lista destacaban algunas medidas para proteger a las mujeres frente a agresores que han cambiado de sexo. Una reivindicación clara de muchas feministas que critican la ley trans y el borrado de mujeres que conlleva.
Elizabeth Duval o la estocada de Sumar
De todas formas, si hay una formación que ha chocado frontalmente con el feminismo clásico en estas elecciones, ha sido Sumar. Hasta cierto punto es lógico, porque esta coalición hereda la defensa del feminismo inclusivo de Podemos. Un feminismo inclusivo que ha llevado a Yolanda Díaz al punto de nombrar portavoz de feminismo de Sumar a Elizabeth Duval, una joven mujer trans muy conocida por sus polémicas en redes sociales y por su acérrima defensa de la ley trans. La decisión de la líder de Sumar, al igual que la inclusión de otras mujeres trans en puestos claves de la formación, incitó la protesta de numerosas asociaciones feministas que le afearon a Díaz haber recurrido a hombres en cargos que podían desempeñar mujeres. Son muchas feministas las que han considerado que el nombramiento de Duval ha sido, simple y llanamente, una provocación… o, con otras palabras, una puñalada, una traición.
Estas críticas no han hecho mucha mella en Sumar, donde, como señaló hace unos meses Pablo Echenique, piensan que la división del feminismo está protagonizada por “cuatro tránsfobas que caben en un taxi”.
En dos días sabremos si, efectivamente, #lasCuatroDelTaxi son cuatro o si son algunas más y terminan mandando al rincón de pensar, los próximos cuatro años, al gobierno más feminista de la historia de España.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta