La verdad, otra víctima de la DANA

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Bulos DANA
Desmentido de la agencia verificadora Infoveritas del rumor de que había 200 cadáveres en el aparcamiento inundado del centro comercial Bonaire (imagen: Infoveritas)

El parking de Bonaire era un cementerio. Murieron más de 200 niños que fueron trasladados secretamente en camiones frigoríficos. Cáritas y Cruz Roja han tirado la ropa y las medicinas donadas. Un grupo de ultras organizados viajaron a Paiporta para atacar al presidente del Gobierno… Hasta un centenar de informaciones como estas se han hecho virales en las tres últimas semanas. A estos bulos, más evidentes, les han acompañado desinformaciones políticas que han terminado por crear en España un ambiente informativo casi irrespirable.

Le atribuyen a Esquilo la máxima de que, en una guerra, la primera víctima es la verdad. En una guerra y en una DANA. Las catástrofes naturales, como las guerras, por la incertidumbre y el dolor que causan, son un terreno abonado para que crezcan las especulaciones, las medias verdades, las informaciones interesadas… y, sí, directamente, los bulos y las mentiras.

Desde Aceprensa, hemos hablado sobre esta cuestión con seis profesionales que han seguido de cerca estos días la información sobre la DANA. Son los verificadores Clara Jiménez, directora de Maldita y presidenta de la European Fact-Checking Standards Network (EFCSN), y Carla Pina, directora de Infoveritas; los periodistas Víctor Lenore (Vozpópuli) y Teo Peñarroja (Nuestro Tiempo), y los profesores Jordi Rodríguez Virgili (Comunicación Política, Universidad de Navarra) y Fernando Rueda (Verificación y Análisis de Fuentes Informativas, Universidad Villanueva).

Si en algo coinciden todos, es en que la DANA ha marcado un récord de desinformación en España, que ni políticos ni muchos medios han estado a la altura y que hay que dar herramientas a los usuarios para combatir esta desinformación.

Una riada de desinformación y “fake news”

“Reconozco que no había visto nunca tanto volumen de desinformación –señala Carla Pina, de Infoveritas–. Es verdad que estas situaciones de catástrofe se prestan a la confusión informativa. A nuestro cerebro le sienta mal la incertidumbre y necesita rellenar esas lagunas de conocimiento como sea. A esto se le suma que, muchas veces, nos falta paciencia para contrastar un dato y acudimos a las redes y, por último, están los intereses políticos expandiendo información que daña al contrario”. Pina añade, además, dos factores que han potenciado la desinformación: “Antes las personas que creían en conspiraciones o que sostenían opiniones no científicas estaban aisladas; pero ahora, a través de las redes sociales, pueden unirse y retroalimentarse. Y luego está el tema de los influencers: antes acudíamos a los expertos, ahora a los influencers”.

“La mentira viaja muy rápido y desactivarla es más lento: a veces es una labor de detectives” (Carla Pina, directora de Infoveritas)

Fernando Rueda, profesor de la Universidad Villanueva, piensa que la desinformación durante la DANA se ha utilizado fundamentalmente para enfrentar a la sociedad: “Cualquier situación de crisis siempre es aprovechada por determinadas instituciones, grupos políticos o países, muchas veces extranjeros. Hay grupos que lo hacen intencionadamente, y que tienen a sus troles en las redes sociales, que aprovechan para meter cizaña. A veces les da igual que triunfe un bando u otro, lo importante es que se enfrenten”.

El bulo vuela, la verdad camina más lento

Uno de los problemas de la desinformación es que los bulos se viralizan con rapidez, con mucha más rapidez que los datos contrastados.

Verificadores como Maldita o Infoveritas llevan más de un centenar de bulos detectados –y desmentidos– desde el inicio de la DANA. Cada día rebaten cinco o seis, pero como señala Carla Pina, “la mentira viaja muy rápido y desactivarla es más lento. A veces es una labor de detectives”. El proceso de verificar una desinformación es complejo: cuando a estas agencias les llega un bulo, que muchas veces ya se ha hecho viral, tienen que contrastarlo con –al menos– un par de fuentes oficiales, a menudo utilizar herramientas de geolocalización, comprobar si los audios o las imágenes son reales… Y, muchas veces, hay que esperar días hasta recabar la información porque si no, a un bulo, le sucede otro. “Tenemos que ser muy estrictos con las verificaciones. Las agencias verificadoras nos comprometemos a ser transparentes en nuestra financiación y a ser neutrales”, afirma Pina, que explica cómo, al final del proceso de verificación, clasifican la información en: falso, engañoso, sin pruebas o verdadero.

Este trabajo, a veces, puede ser algo frustrante, como señala Clara Jiménez: “A mí me afecta especialmente el ataque que están sufriendo algunas ONG y organizaciones que están ayudando; se dice que la Cruz Roja no está, y están más de tres mil personas, o que se están tirando cosas donadas, y no es cierto. Son mentiras que destruyen la confianza en el sistema y que potencian la rabia y el dolor”.

En cuanto al origen de los bulos, Carla Pina señala que es un fenómeno transversal, que los bulos pueden venir de cualquier lado y que, incluso, cada uno puede ser un “agente desinformador”: “Los bulos vienen de la derecha y de la izquierda. Son informaciones interesadas. Sí sabemos que hay grandes actores de desinformación como pueden ser Rusia e Irán que tienen como objetivo desestabilizar. Y los propios ciudadanos, a veces sin quererlo, nos convertimos nosotros mismos en difusores de bulos”.

El problema se agrava cuando participan en la ceremonia de la desinformación los medios y los políticos.

Cuando los políticos suman… confusión

Según los entrevistados, en el clima de desinformación en España han tenido un papel –y no precisamente positivo– las diferentes formaciones políticas.

“Creo que se ha visto la desconexión entre la clase política y los ciudadanos, entre representantes y representados. La gestión y, como consecuencia, también la comunicación, han sido muy malas, y los ciudadanos se han sentido desamparados”, afirma Jordi Rodríguez Virgili, profesor de la Universidad de Navarra.

Rodríguez Virgili explica cómo esa desafección se ha creado a partir de la sensación de que los políticos han querido sacar un rédito de la catástrofe. Algo que ha resultado letal. “En cualquier manual de crisis se destaca que lo primero son las víctimas a las que les tienen que llegar las condolencias, la ayuda y todos los datos que tengas, toda la información. En segundo lugar, tienes que señalar qué estás haciendo y qué vas a hacer para paliar la crisis y, por último, buscar alianzas, hacer equipo. Y ¿qué hemos percibido aquí? Que entre unos y otros lo importante era ver quién había fallado y quién era el responsable”.

Los medios… al rincón de pensar

Y junto a los políticos, los medios. En general, hay un sentir unánime de la necesidad de hacer examen. Teo Peñarroja, director de la revista Nuestro Tiempo, que ha trabajado estos días sobre el terreno y que ha escuchado las quejas de muchos vecinos, destaca que, junto con la autocrítica, hay que reconocer lo que se ha hecho bien. “La autocrítica siempre es exigible a los medios, que tienen muchísima influencia. Yo estos días he escuchado mucho en las calles que los medios mienten, que no podemos fiarnos de las cifras de muertos, pero cuando rascas un poco, es difícil encontrar en los medios noticias falsas en un sentido más explícito. Encuentras líneas editoriales diferentes, eso sí, pero yo, en general, he visto información fiable y bien trabajada. Si ha habido errores, ha sido por las prisas o por el caos informativo de esos momentos”.

Más exigente se muestra Clara Jiménez: “Los periodistas tenemos y debemos hacer autocrítica. No han ayudado, desde luego, las horas y horas de televisión en directo donde se han dado datos sin contrastar o cifras que nunca fueron reales. Todo esto no ha ayudado a que se confíe en el periodismo”.

La clave, en el fondo, es, de nuevo, la profesionalidad y, el gran peligro, la falta de ella. “Tenemos parte de la culpa por haber sucumbido al periodismo de clickbait, a las prisas”, señala Carla Pina.

“Hay que desconfiar de todos los medios y leer varios, hay que estar atento a las redes sociales y hay escuchar a personas que piensan diferente” (Víctor Lenore, de “Vozpópuli”)

“Parte de la culpa de los bulos y la desinformación, en general, es que ha habido un debilitamiento del periodismo –añade Víctor Lenore, de Vozpópuli–. Antes, los medios vivían del dinero que pagaban sus audiencias y del dinero de inversores. Ahora, muchísimos medios viven de subvenciones públicas y cada vez son más débiles frente a los publicistas. Ha habido un lento pero constante debilitamiento de la independencia por motivos económicos. Los periodistas están en una situación muy precaria y hay jefes que empujan muy agresivamente por su agenda política porque dependen económicamente más de financiadores externos que de su audiencia y de su prestigio”.

¿Cómo salir del bucle de la desinformación?

Llegados a este punto, hay que preguntarse cómo surfear la ola de desinformación. Para Víctor Lenore la clave está, precisamente, en lo que él llama una “sana desconfianza” hacia los medios. “Hay que ser escépticos con todos los medios porque todos tienen su agenda política y tratan de encajar la realidad en el argumentario que les conviene; así que hay que desconfiar de todos y leer varios medios, hay que estar atento a las redes sociales y hay que escuchar a personas que piensan diferente. En Estados Unidos, y en España también, hay una tendencia a defender que tienes que apartar a los que no están de acuerdo contigo porque esas personas te perjudican. Creo que es una visión puritana que envenena la cordialidad social y que termina siendo un camino muy peligroso”.

Carla Pina, sin embargo, apuesta por recurrir a la información oficial: “A pesar de que pueda haber cundido la desconfianza, es bueno acudir a las fuentes oficiales. También es recomendable evitar las informaciones personales de cuentas anónimas o que no son expertos, contactar con verificadores, googlear, fijarnos en la fecha y acudir a medios de comunicación confiables: al menos dos, y mejor si no son todos de tu cuerda”. Finalmente, piensa que es importante “leer toda la noticia, no solo el titular y… ante la duda, no compartas”.

Clara Jiménez añade la importancia de que sea el mismo lector, espectador o usuario de redes sociales el que verifique la información: “Yo antes daba tips, pero llega un momento en el que lo que le pido a los ciudadanos es que verifiquen ellos mismos y, sobre todo, el sentido común. Si en el parking de Bonaire hay dos mil cadáveres, es imposible silenciarlo, o si el gobierno de Marruecos tiene la tecnología para ‘crear’ una DANA, sorprende que no se la haya prestado a Israel contra Gaza. Se pueden comprobar las alertas de la AEMET o buscar las presas demolidas en los últimos años”.

Buenas prácticas en la DANA

En un panorama algo desolador -de comunicación y gestión- y lleno de sombras, también ha habido luces. En términos de comunicación política Rodríguez Virgili destaca algunas actuaciones de la Casa Real y del ministro de Transportes, Óscar Puente. Teo Peñarroja subraya el papel de la prensa local: “Yo he bajado todos los días a comprar –en papel– Las Provincias, que es el diario más leído en Valencia y que han hecho una cobertura muy completa”, y Víctor Lenore piensa que España ha demostrado que posee una red con cierta densidad de medios y un ecosistema sólido que, aunque acusa la desinformación, permite también que periodistas y ciudadanos terminen encontrando sus espacios informativos.

Por último, casi todos los entrevistados coinciden en que, al margen de lo que haya ocurrido, lo importante es un análisis que lleve al cambio. Un cambio que implica que los medios de comunicación trabajen mejor, confirmando sus informaciones y sin ceder ni a las prisas, ni al morbo, ni a los intereses políticos ni al clickbait, y que los usuarios de estos medios cultiven un necesario y sano juicio crítico para conocer la verdad con independencia tanto de manipulaciones como de sesgos ideológicos.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta