Con un cambio de política que podría influir en Alemania y otros países, el gobierno británico ha anunciado que facilitará la construcción de nuevas centrales nucleares, para sustituir a las que terminarán su vida útil en los próximos quince años. Aunque Gran Bretaña nunca decidió formalmente el abandono paulatino de la energía nuclear (a diferencia de Alemania, Bélgica, España, Italia y Suecia), en la práctica era como si lo hubiera hecho, pues no se ha autorizado ninguna central desde los años ochenta y el gobierno laborista se manifestaba en contra hasta 2003.
El giro británico obedece a los mismos motivos que están haciendo que la energía nuclear levante cabeza en buena parte del mundo: creciente demanda de energía, subida del precio de los combustibles fósiles, lucha contra el calentamiento global. Así lo vieron los dirigentes de los grandes grupos energéticos mundiales (petróleo, gas, electricidad, carbón…) reunidos en el XX Congreso Mundial de la Energía celebrado en Roma, a mediados de noviembre pasado.
El renacimiento de la energía nuclear se manifiesta en la multiplicación de proyectos de nuevas centrales en Europa y EE.UU., después de tres décadas de paralización. Si antes en algunos países se fijaron plazos para el cierre de centrales nucleares, ahora los patronos de las eléctricas presionan a los gobiernos de los países que han renunciado a la energía nuclear para que den marcha atrás.
Así está sucediendo en Italia, el único gran país europeo, junto con Polonia, que no tiene centrales nucleares. En Alemania, un punto clave de la coalición de gobierno entre democristianos y socialistas es el cierre de la última central en 2020, pero está abierto el debate de si esto es compatible con la seguridad del aprovisionamiento energético y con la competitividad del país.
El interés por la energía nuclear se extiende también a nuevos países. Francia, que nunca ha puesto peros a las centrales atómicas y es el número 1 del mundo en términos relativos (el 80% de su electricidad es de origen nuclear), está aprovechando la ocasión. Esta semana se ha anunciado que tres empresas francesas (Total, Areva y Suez) construirán dos reactores para los Emiratos Árabes Unidos, país que nada en petróleo pero quiere centrales nucleares para asegurar la satisfacción de sus necesidades de energía eléctrica.
Centrales financiadas con inversiones privadas
El cambio de política en Gran Bretaña ha venido urgido por la necesidad de asegurar la producción de energía ante el cierre de las centrales nucleares anticuadas. Las actualmente en funcionamiento suministran la quinta parte de la electricidad del país, pero todas menos una se habrán cerrado en 2023.
Las compañías energéticas británicas no necesitaban ninguna aprobación formal para levantar nuevas centrales nucleares, pero no se arriesgarían sin apoyo del gobierno. Los retrasos en los trámites de autorización y en la concesión de permisos para ejecutar las distintas fases del proyecto pueden resultar muy perjudiciales para la construcción de una central nuclear, que exige una fortísima inversión inicial y tiene elevados costos financieros. Precisamente dificultades políticas y burocráticas causaron una larga demora en la más reciente central de Gran Bretaña, inaugurada en 1995, y la cargaron con unas deudas que la hicieron muy vulnerable a las fluctuaciones de precios. Por eso, en 2003, la empresa que la mantiene sufrió grandes pérdidas a raíz de un descenso de precios y tuvo que ser rescatada con una ayuda pública extraordinaria de 3.000 millones de libras.
El gobierno no quiere que el caso se repita y en cambio asegura que las nuevas centrales serán costeadas solo o casi solo con dinero privado. En realidad, por los enormes costos iniciales de una central atómica, el también cuantioso dinero que se ha reservar para desmantelarla al término de su vida útil, más las elevadas primas del seguro de responsabilidad civil, la hacen inviable sin algún tipo de subvención. Pero a partir de ahora, dice el gobierno británico, la ayuda pública se limitará a agilizar y abaratar el proceso de autorización, y a dar facilidades para financiar el desmantelamiento.
Necesidad de políticas estables
La necesidad de garantías como esas fue subrayada en el Congreso de Roma por Nobuo Tanaka, nuevo director de la Agencia Internacional de la Energía. Tanaka invitó a los gobiernos a adoptar “políticas estables” sobre la energía nuclear, sin las cuales “las importantes inversiones privadas necesarias no se producirán”. En Europa, donde la energía nuclear supone un tercio de la producción de electricidad, el único verdadero obstáculo es “el consentimiento de las opiniones públicas”, hizo notar Pierre Gadonneix, el director general de EDF.
Pero el alza del precio del petróleo, del carbón y del gas, está repercutiendo cada vez más en el bolsillo del consumidor, lo cual puede inducir también cambios de opinión sobre las centrales nucleares.
Incluso las petroleras admiten que esta fuente de energía es indispensable. El patrón de la americana ExxonMobil reconoció que la energía nuclear es hoy más competitiva que el petróleo, cuando el precio del barril ha subido a cien dólares y planea la amenaza de una tasa sobre las emisiones de CO2.
Paradójicamente, lo que puede frenar el desarrollo de la energía nuclear es la escasez de mano de obra cualificada, tanto para asegurar el control y funcionamiento de las centrales existentes como para construir otras nuevas. Así lo advirtieron en Roma en una declaración adoptada por unanimidad los 28 países miembros de la Agencia de Energía Nuclear.
El sector nuclear está también en ebullición en EE.UU., donde las centrales nucleares proporcionan el 20% de la electricidad. Actualmente hay 60 demandas de prolongación de licencias de explotación de los 103 reactores activos, y 29 expedientes para la construcción de nuevas centrales.
La evolución de la opinión respecto a la energía nuclear en EE.UU. tiene más que ver con razones económicas que medioambientales. En los dos últimos años el precio del kilovatio hora ha subido un 10%, como media, y se ha disparado en algunos estados. Hoy las tarifas de las eléctricas varían en función de los precios del carbón y del gas, que siguen subiendo. En cambio, los promotores de la energía nuclear sostienen que esta ofrece una mayor estabilidad de precios. Además permitiría reducir las emisiones de CO2, en un país donde las centrales de carbón (que proporcionan el 50% de la electricidad total) son cada vez más contestadas dentro de la lucha contra el calentamiento global. En cambio, las centrales nucleares que se construirían ahora serían de “tercera generación”, que consumen menos uranio y producen menos residuos.
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Versión actualizada del artículo publicado en Aceprensa 127/07.