La actual crisis económica, con sus preocupantes cifras de paro y planes de rescate sacados de los bolsillos de los contribuyentes, inclina a los políticos a blindar las industrias de sus países. Vuelve así el riesgo del proteccionismo, aunque en teoría nadie lo defiende.
Nicolas Sarkozy, que ha anunciado que las empresas Renault y Peugeot-Citroën recibirán el equivalente de 3.920 millones de dólares cada una, no ha tenido empacho en recomendar públicamente a Peugeot que cierre una fábrica que posee en la República Checa y que refuerce su producción en Francia. “Si damos dinero a la industria automovilística para reestructurarse, no es para que escuchemos que una nueva planta se traslada a la República Checa o donde sea”, dijo el líder francés en una entrevista para la televisión.
Precisamente el presidente de turno de la UE, el checo Mirek Topolánek, salió al paso de estas declaraciones para advertir de la amenaza que se cierne sobre la moneda comunitaria si los Estados miembros “continúan prefiriendo un enfoque individualista y proteccionista, y eligen ir por libre rompiendo las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento”.
A juicio de Emmanuelle Auriol, especialista en competencia económica en la Universidad de Toulouse I, la intención del presidente francés no es cerrar las fronteras al resto de Europa, sino tomar medidas para evitar el desempleo. Pero -advirtió-, en cualquier caso “el presidente Sarkozy no es un liberal, y todos los gobernantes franceses tienen un problema con el mercado; no entienden bien cómo funciona”.
Razón y sinrazón del proteccionismo
Un reciente editorial de The Economist (7-02-2009) repasa los argumentos que se invocan a favor de estas medidas proteccionistas, cuya amenaza avanza pareja con las acciones de grupos de presión afectados por las crisis y que demandan ayuda del Estado.
Frente a la razón de que el proteccionismo esté justificado desde el punto de vista comercial, reconoce que es cierto que algunos bancos en peligro se sienten más seguros circunscribiéndose a su mercado local, cuyos riesgos comprenden mejor. Pero ésta, dice el editorial, es una tendencia que los gobiernos deben contrarrestar, no estimular. La repatriación del dinero mediante políticas como las de Gran Bretaña o Francia, que piden a los bancos auxiliados conceder créditos sólo en el ámbito nacional, no parece responder a este último principio.
En cuanto a su justificación política, parece razonable que los líderes nacionales quieran gastar el dinero de los contribuyentes dentro del propio país. Pero ha de tenerse en cuenta -dice The Economist– que en este caso preciso los costes podrían ser “enormes”. El semanario británico advierte que las medidas proteccionistas podrían favorecer el mayor retroceso de la era moderna en la dinámica de la globalización. Un fantasma que parece materializarse si se toma en cuenta que el 90% de las transacciones comerciales internacionales necesitan de un crédito, y que ante la contracción de los préstamos el intercambio global podría reducirse este año por primera vez desde 1982.
La reacción proteccionista es hoy bien visible en Estados Unidos. Pero el “Buy American” bien podría no ayudar siquiera a aumentar el empleo en el corto plazo, puesto que la inevitable represalia podría destruir más puestos de trabajo en las compañías extranjeras. Y las consecuencias políticas, subraya The Economist, podrían ser mucho peores que las económicas, pues se corre el riesgo de enviar al resto del mundo este peligroso mensaje: que el campeón de los mercados abiertos juega en solitario.
Con los ojos puestos en Obama
Sondeando la línea que el nuevo presidente puede adoptar, un informe del Cato Institute de Washington ha revelado que, durante su etapa como senador, Obama sólo favoreció el libre comercio en cuatro de las once votaciones importantes que tocaban el tema de las barreras comerciales. Por otra parte, sin embargo, en el libro que el actual jefe del Estado norteamericano publicó en 2006, The Audacity of Hope, hay palabras encomiásticas hacia la expansión comercial de Estados Unidos.
Otros analistas recuerdan que el núcleo duro del apoyo electoral de Obama ha contado con los sindicatos estadounidenses, preocupados desde hace tiempo por la pérdida de puestos de trabajo que por efectos de la deslocalización se han trasladado a otras regiones del mundo.
En la reunión de los siete países europeos del G-20 el pasado 22 de febrero en Berlín, fue Angela Merkel la que advirtió que “hay considerables ayudas públicas a la industria del automóvil en EE.UU.”, una preocupación que ya ha transmitido a la Administración Obama. Y en el mismo encuentro, la canciller alemana recordó que corresponde a la Comisión Europea decidir si los planes nacionales de relanzamiento de la economía respetan las reglas de la competencia.
En relación con estas otras variantes del proteccionismo, un artículo de Actualidad Económica advierte sobre el llamado “nacionalismo económico”, visible, por ejemplo, en el plan de relanzamiento propuesto por Obama. Entre otras partidas, destina 90.000 millones de dólares a proyectos de infraestructura con la obligación de que en estas obras se utilicen productos de la industria siderúrgica de Estados Unidos. Asimismo el programa de informatización de los historiales médicos, para el que se han asignado 20.000 millones de dólares, puede pasar por la exigencia de ser hecho sólo con tecnología nacional.
No obstante, empresas estadounidenses como General Electric o Caterpillar han mostrado su oposición a las medidas proteccionistas por miedo a salir mal paradas en el mercado internacional. El temor a encontrar trabas en el cada vez más atractivo mercado asiático despierta reticencias a la idea de poner barreras en EE.UU. a empresas indias o chinas.
Sin embargo, el economista David Rosnick, del Centro para la Investigación Económica y Política, ha recordado a BBC Mundo que siguen existiendo los subsidios agrícolas y las restricciones a profesionales extranjeros para trabajar en Estados Unidos y la UE. “No estamos hablando de un mundo libre de proteccionismos que ahora decide empezar a aplicar estas medidas. Ya somos proteccionistas”, explica Rosnick.
Volver a Doha
El actual director de la OMC, Pascal Lamy, ha advertido en la reunión que mantienen los 153 Estados miembros en Ginebra acerca de los problemas que surgirían si se restringieran o distorsionaran las relaciones comerciales con el fin de proteger empresas, empleos e ingresos agrícolas afectados por la desaceleración.
Lamy recordó los consejos que se oyeron el pasado noviembre en la reunión del G20, y en los que se recomendó no crear nuevos obstáculos al comercio y a la inversión. Su insistencia, por tanto, en el refuerzo de las disciplinas multilaterales que reduzcan las posibles restricciones, va en la línea de los tres aspectos que, según The Economist, es necesario reforzar: coordinación internacional en los planes de rescate, no intervención y multilateralismo.
En este sentido, personalidades como el ministro de Exteriores brasileño, Celso Amorim, o la ministra de Finanzas suiza, Doris Leuthard, han señalado la necesidad de retomar las negociaciones que comenzaron hace siete años -la llamada Ronda de Doha- para profundizar en la liberalización del comercio internacional, y particularmente de los productos agrícolas, con el fin de impulsar el desarrollo de los países emergentes. Este foro debe reunirse el próximo mes de abril y los expertos no ven clara la posibilidad de un acuerdo.
Dudosos llamamientos a la calma
El rechazo del proteccionismo fue también unánime en la reunión de los ministros de Economía y de los gobernadores de los bancos centrales de los países del G7 celebrada en Roma el pasado 14 de febrero. Pero todo depende de qué se entienda por proteccionismo. El secretario del Tesoro estadounidense Timothy Geinthner confirmó que se aplicará el “Buy American”, pero “respetando las reglas del libre comercio”. El presidente Obama, por su parte, en su primer viaje internacional desde que tomó posesión del cargo, ha tranquilizado las inquietudes del gobierno conservador de Canadá firmando en Ottawa un acuerdo de cooperación. También ha reconocido que su intención de reformar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) -un compromiso asumido durante la campaña presidencial- podría quedar postergada para otro momento.
A su vez, Francia e Italia defendieron las ayudas al sector automovilístico recién aprobadas, considerando que no pueden calificarse de proteccionistas. El ministro francés Patrick Devedjian, responsable del plan de reactivación económica, ha señalado que el programa de bonificaciones a la industria a cambio de mantener la producción en Francia se inscribe “perfectamente en el marco europeo”. También ha dicho que las políticas del gobierno Sarkozy favorecen los negocios de los fabricantes franceses en otros lugares de Europa y del mundo, pues “ayudándoles a permanecer en pie, les permitimos mantener sus empresas en aquellos países”.
Devedjian ha emprendido una gira por varias capitales de la Unión para mejorar la imagen que llevó al diario alemán Die Welt a publicar hace pocos días un titular que rezaba “Sarkozy, der Egoist” (‘Sarkozy, el egoísta’), pero su intento ha coincidido con el llamamiento al orden que Bruselas ha hecho a Francia, preocupada por el derrape de su déficit público.
Gestionar la crisis sin barreras comerciales
El temor a que la política de la concurrencia sea sacrificada ante el deseo de estimular las economías nacionales en época de crisis ha estado presente durante el Foro mundial de la OCDE sobre ese tema, celebrado en París el 19 y 20 de febrero.
Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, pidió a los gobiernos que resistieran las tentaciones proteccionistas y que mantuvieran abiertos sus mercados a la concurrencia. “Debemos asegurar que las políticas de hoy para gestionar la crisis no sean fuente de problemas en el futuro”. Gurría pidió que toda ayuda de los gobiernos a determinadas empresas o a ciertos “campeones nacionales” sea transparente y temporal.
El proteccionismo, señaló el secretario general de la OCDE, “corre el riesgo de desencadenar una escalada en las medidas defensivas en todo el mundo y de provocar reacciones puramente egoístas. Debemos evitar políticas industriales intervencionistas que favorecen a las empresas establecidas y que pretenden seleccionar a los vencedores o recompensar a los perdedores”.