Cultura católica sin complejos

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En unas declaraciones recogidas por el escritor Vittorio Messori y publicadas en Studi Cattolici (n. 394, Milán, XII-93), el cardenal Giacomo Biffi, arzobispo de Bolonia, se refiere al estado de la cultura católica en Italia.

– Cuando usted insiste en que la fe debe hacerse cultura y cuando dice que el cristianismo debe impregnar a todo el hombre y que la cultura del hombre debe inspirarse en esta fe, ¿a qué tipo de cultura se refiere?

– (…) Me parece que existen al menos tres conceptos de cultura. El primer concepto originario, humanístico, según el cual cultura significa cultivo del hombre. Luego, sobre todo en el siglo pasado, se ha abierto camino un concepto de cultura un tanto etnológico, cultura como producto de las distintas agrupaciones humanas, percibidas como patrimonio común (la cultura bantú, china…). Pero me parece que en los últimos decenios está emergiendo también otro concepto: el de la cultura como escala de valores. Cuando hablamos de cultura marxista o radical nos referimos a los valores que estos movimientos proponen.

Si son estos los conceptos de cultura predominantes, ¿en qué sentido se puede hablar de cultura católica? En las tres acepciones mencionadas.

Si se habla de cultivo del hombre, creo que puede hacerlo quien tiene una idea verdadera del hombre. Yo creo que la idea verdadera del hombre es la que tiene Dios sobre el hombre, no la que tiene el hombre sobre el hombre. Es la idea que Dios ha revelado: el hombre como imagen de Cristo. Por eso no es sorprendente que dentro del mundo católico haya quien se dedique a la formación del hombre. Más aún, diría que en la situación actual somos los únicos que intentamos formar a los jóvenes. No llegamos a muchos jóvenes, pero no hay ningún otro movimiento que consiga reunir a tantos jóvenes como nosotros, a no ser para un concierto rock. (…)

Si después nos referimos a la calidad de los productos de la mentalidad católica, pienso que el patrimonio de la cultura católica no es aventajado por ningún otro. Por eso me sorprenden ciertos complejos de inferioridad que se dan en el mundo católico. Por ejemplo, quien va a Roma ¿va a ver las basílicas o a ver el palacio de Justicia que es la obra maestra de la Italia umbertina? No hay nada comparable al patrimonio cultural que ha sido expresado por el pueblo católico. (…)

Si tomamos un concepto más moderno, la cultura como escala de valores, tengo la impresión de que hoy por hoy la única escala de valores que se propone es la católica. Esto explica el éxito editorial del Catecismo; y cuando sale la encíclica Veritatis splendor es noticia, una noticia de primera plana. Esto no quiere decir que sea aceptada: existe el problema de la difusión de la doctrina católica, pero la intuición de fondo es que es la única escala de valores propuesta, fuera de la cual no hay nada.

Esto no es muy estimulante: pero creo que hoy la confrontación es entre la cultura católica y la cultura nihilista. (…) A veces les digo a mis amigos comunistas: Me desilusionáis un poco; me acuerdo cuando proponíais una escala de valores. Ahora proponéis iniciativas como la de distribuir profilácticos en las escuelas, y ésta sería la cultura…

Debemos tener en cuenta que la cultura católica ha existido siempre, existe y debe existir porque el Hijo de Dios no viene a la tierra para enseñarnos cómo se debe incensar el Santísimo Sacramento: viene a la tierra para renovar el modo de ser hombres, para enseñarnos un modo nuevo y mejor de ser hombres que abarca prácticamente todos los campos en que se expresa la humanidad.

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