Desde el principio, en la reproducción asistida se realiza un examen de los embriones obtenidos para descartar los que presenten deficiencias o menor vitalidad y así implantar solo los normales. Con el diagnóstico pre-implantatorio (DPI) se da un paso más. Ya no solo se hace una criba de embriones con anomalías, sino que se seleccionan aquellos que tienen una determinada característica genética, o carecen de ella. Esta práctica se puede llamar, con toda propiedad, «eugenesia», el término que se aplica a las leyes nazis sobre pureza de la raza.
Esta eugenesia tiene una modalidad «negativa», como la expresamente autorizada el año pasado en Gran Bretaña. Ya no se trata simplemente de evitar el nacimiento de un niño con alguna enfermedad congénita, como fibrosis quística, mal de Huntington o hemofilia. Ahora se puede practicar la selección de embriones en el caso de padres que tienen riesgo de transmitir a sus hijos la predisposición a un cierto tipo de cáncer, la poliposis adenomatosa familiar. Esta enfermedad, provocada por un gen anómalo, no es necesariamente mortal: no se desarrolla hasta los 20-40 años y hay muchas posibilidades de curación si se diagnostica en el inicio.
Existe también una modalidad «positiva», que se va a autorizar en España si se aprueba la reforma de la ley de reproducción asistida presentada por el gobierno el mes pasado. Además de permitir el DPI para detectar enfermedades hereditarias, el texto también prevé utilizarlo con fines terapéuticos para terceros. En este caso, se trata de padres con algún hijo afectado de una enfermedad congénita, que se podría curar implantándole tejido de un hermano sano. El DPI permite seleccionar un embrión sano y genéticamente compatible, para que sirva de donante. En el Instituto Valenciano de Infertilidad, la mayor clínica española de reproducción asistida, ocho parejas esperan la autorización del gobierno.
La deriva eugenésica de la fecundación artificial resulta patente en uno y otro caso. Lo destacaba la Dra. Claudia Navarini, profesora de Bioética del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, en declaraciones a la agencia Zenit (17-11-2004), cuando en Gran Bretaña se aprobó el DPI para detectar la predisposición al citado tipo de cáncer. La generalización del DPI, señalaba la Dra. Navarini, puede llevar «de la eugenesia sanitaria negativa -que se orienta a no preservar la vida de quien tiene (o mejor tendría) determinadas enfermedades- a la eugenesia sanitaria positiva, que apunta a la elección de particulares rasgos genéticos capaces de asegurar beneficios al hijo (o a sus padres): una vida más larga, más sana, más resistente: en una palabra, más feliz». A su juicio, lo específicamente eugenésico no son las posibilidades de elegir los caracteres físicos o estéticos de un futuro niño, sino precisamente la idea de evitar el nacimiento de minusválidos. A este propósito, recuerda que la eugenesia más conocida -y universalmente reprobada-, la de los nazis, «no se basaba solo en las características físicas a las que se asociaba la idea de una presunta pureza racial, sino que pretendía purificar al pueblo de discapacitados (sobre todo mentales), de moribundos, de recién nacidos enfermos o deformes».
Hoy el DPI permite detectar casi 50 enfermedades genéticas. Pero la Dra. Navarini advierte que es preciso hablar con cautela, ya que «existen márgenes de incertidumbre y de desconocimiento». Habría que distinguir, como señala la Dra. Sylvia Fernández Shaw, responsable de la Unión de Reproducción Humana del Hospital La Zarzuela (Madrid), entre embriones enfermos y embriones portadores de enfermedades compatibles con la vida (cfr. «ABC», 12-02-2005). La extensión del DPI fácilmente lleva a su aplicación arbitraria o usarlo para evitar patologías que pueden ser menos graves o de aparición tardía: justamente lo que se ha autorizado en Gran Bretaña. Y entonces, como el DPI no es infalible, aumentará el riesgo de falsos positivos, y en consecuencia el de destruir embriones en realidad sanos.
Eso no es ya un riesgo, sino un hecho seguro en la selección genética con fines terapéuticos en beneficio de otros (eugenesia «positiva»), pues en este caso se desechan embriones sanos, pero que no son compatibles con el enfermo al que se pretende curar. El Dr. Gonzalo Herranz, profesor de Humanidades Biomédicas de la Universidad de Navarra, considera que la autorización para crear tales «niños de diseño» puede suponer una injusticia brutal para aquellos niños normales que han tenido la mala suerte de ser histológicamente incompatibles (cfr. «Diario Médico», 10-02-2005). Además, el proyecto de reforma no define qué se ha de hacer con los embriones que no se implanten.
La Dra. Navarini señala otro peligro del DPI, que puede afectar al desarrollo normal del niño así seleccionado: el «de cubrir a este hijo tan precioso de expectativas de perfección que el pequeño no podrá en cualquier caso satisfacer». «Con la selección genética -concluye la profesora- existe la certeza de matar a un impreciso número de hijos, estén sanos o enfermos, haciéndose así la ilusión de huir del miedo al dolor, o de llevar a cabo un sueño de perfección terrenal».