En Estados Unidos, en los últimos años se ha descubierto que los cursos prematrimoniales -impartidos en la Iglesia católica desde hace décadas- y la experiencia de parejas mayores pueden ayudar a los jóvenes que pretenden casarse a evitar el divorcio. Una de esas iniciativas, de la que habla William Raspberry en The Washington Post (17-II-99), es la conocida como Marriage Savers (Salvadores del Matrimonio).
Sin responder a ningún credo religioso concreto, los Marriage Savers ejercen de consultores para los novios que deseen llegar a la boda seguros de que su unión será sólida. Según Michael McManus, presidente de esta asociación (su mujer es la secretaria general), en algunas poblaciones donde imparten sus cursillos se ha producido un descenso del 35% de divorcios en relación con 1986. En la mayoría de los sitios la reducción de divorcios es más modesta: en torno al 6%.
Los Marriage Savers asesoran a las parejas jóvenes en todos los aspectos de la vida familiar, a través de «mentores», matrimonios que ya han celebrado sus bodas de plata. Sólo en uno de cada cien casos es un ministro religioso quien tutela este periodo de preparación, que puede durar hasta cuatro meses.
Dentro de la metodología prematrimonial, tienen particular importancia las pruebas escritas que los novios realizan por separado. Las preguntas de estos «exámenes» están redactadas de modo minucioso, y sus resultados sirven para evaluar la adecuación mutua de los candidatos. Una de cada diez parejas descubre así su incompatibilidad y decide no casarse.
Estos «periodos de reflexión», que alientan otras asociaciones e incluso nuevas leyes en una decena de Estados, se adaptan a variadas modalidades de noviazgo. Para quienes se casan después de un divorcio, los «padrinos» que imparten el curso son parejas casadas en segundas nupcias; de modo análogo se escogen los mentores de las parejas que aportan al posible matrimonio hijos de anteriores relaciones. En palabras de McManus, «excepto la Iglesia católica, que fue la primera en exigir seis meses de preparación matrimonial, y otras pequeñas confesiones, las demás Iglesias son una mera máquina sagrada, un templo bonito para el álbum de fotos».
Lo que no parece ser una buena preparación para el matrimonio es probar la convivencia antes de la boda. Un estudio promovido en Estados Unidos por la fundación National Marriage Project y realizado por investigadores de la Universidad Rutgers señala que las parejas que han cohabitado antes de casarse son más proclives al divorcio que las que no optaron por esa experiencia. Además, las parejas que cohabitan registran más casos de violencia doméstica y de malos tratos a los niños. El estudio detecta, por otra parte, mayores niveles de satisfacción en los cónyuges que empezaron a compartir casa sólo tras pasar por el altar. Según los autores del estudio, la actitud que subyace en quienes optan por la convivencia a prueba siembra dudas sobre su proyecto de vida con la otra persona. Repetidas cohabitaciones provocan, dicen, una falta de solidez para afrontar relaciones de pareja y resta estabilidad a la convivencia.
En Estados Unidos hay cuatro millones de parejas de hecho. Una de cada cuatro mujeres no casadas de entre 25 y 39 años cohabita con su novio. La mitad de las primeras nupcias que se celebran en el país vienen precedidas de convivencia entre los novios, y un 60% de los estudiantes de Bachillerato creen que es una buena idea vivir juntos antes de casarse, pues «ayuda a conocerse». Anota al respecto Barbara Dafoe Whitehead, co-directora del informe y autora de The Divorce Culture (ver servicio 91/97), que «muchos jóvenes han sufrido el divorcio de sus padres, algo que desean evitar en su propio matrimonio», pero no saben que la cohabitación previa no es un buen remedio.
David Popenoe, coautor, junto con Whitehead, del estudio «Qué deben saber los jóvenes sobre la convivencia antes de casarse», afirma que «la institución del matrimonio es la piedra angular de una sociedad lograda, y está en una grave crisis debido al aumento de la cohabitación». Según este sociólogo de la Universidad Rutgers, se ha primado la educación sexual sobre la educación para el matrimonio; pero eso no enseña a establecer relaciones duraderas.