Ya se promete a padres de niños con trastornos congénitos la solución del «bebé medicamento»: tener un hijo por fecundación artificial, seleccionado para que sea donante de tejidos sanos con destino al hermano enfermo. En un comentario publicado en «Diario Vasco» (San Sebastián, 20 febrero 2005), Natalia López Moratalla, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Navarra, advierte que a tales padres no se les informa de todos los datos.
El «bebé medicamento» es una de las novedades introducidas en el proyecto, recién presentado por el Ministerio de Sanidad español, para reformar la ley de reproducción asistida. La Dra. López Moratalla señala al respecto que «es muy, muy injusto crear falsas expectativas a unos padres en esa situación. Es muy fácil inducir o potenciar la obligación de que tienen que hacer todo lo que puedan, a unos padres que ven sufrir a un hijo con formas graves de leucemias o anemias. Y es muy posible que los padres no sepan ‘todo’ lo que hay en juego en el negocio de los embriones».
Aparte de lo que «puede suponer al hermano del niño enfermo venir al mundo como ‘bebé medicamento'», la autora advierte del «ensañamiento a que ha de ser sometido en pro de terceros, por muy hermanos que sean los terceros». En primer lugar, «la posibilidad de seleccionar exige múltiples hermanos y, para ello, partir de 10 ó 20 óvulos, que serán necesariamente más inmaduros y peores que los que la madre produce, con sus consecuencias para el hijo que se genere por la fecundación de esos óvulos».
Hay otro dato que se debería comunicar a los padres: «Ese diagnóstico preimplantacional exige tomar dos células del embrioncito de tres días que sólo tiene ocho: un cuarto de su cuerpo, con lo que con frecuencia quedan dañados. Mientras hacen el análisis genético a sus dos células él estará en el laboratorio sin recibir de su madre lo que necesita para arrancar su vida con fuerza; por ello, con mayor probabilidad que los nacidos tras haber sido engendrados en su madre, podrá sufrir raras y graves enfermedades (las que llamamos ‘ligadas a la impronta parental’) que no tienen solución hoy día».
«Este dato, avalado por un centenar de publicaciones, deben conocerlo los padres. Buscando ayudar a uno están consintiendo peligros al nuevo. Y si llega a nacer ¿podrá esperar el hermano enfermo a que crezca un poco antes de empezar a sacarle la médula de sus huesos? Si hay garantía de curación con células de un hermano donante compatible, lo lógico es buscar donantes en la familia. Y hay que conocer que no hay garantía absoluta de eficacia, ni siquiera en conseguir tal hermano compatible. Casi no hay experiencia; hay un estudio (publicado el 5 de mayo pasado en «JAMA», volumen 291, página 2079) y es muy poco alentador. De 199 embriones de 13 parejas se seleccionaron 45 y sólo han nacido 5 niños».
«Sobre todo, lo que no se debe seguir ocultando es que las células de la sangre del cordón umbilical no producen fuerte rechazo; como tampoco lo producen algunas de las células madre de la médula ósea de donante. Una vez más, es preciso exigir a la ciencia médica soluciones para la enfermedad de un hijo, que no traiga a los padres sufrimientos aún mayores».