El embargo arruina a la población iraquí

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Tras casi cinco años de embargo a Irak, la población vive en la pobreza, mientras Sadam Husein sigue en el poder. Françoise Chipaux lo describe en Le Monde (7-XI-95).

Miles de iraquíes mueren de malnutrición. Centenares nacen con deficiencias incurables, a causa de la mala alimentación de las madres. Algunos roban y matan para comer. En las calles de Bagdad mendigan niños desharrapados y mujeres cubiertas con velos para no pasar vergüenza. En Basora, segunda ciudad del país, más de un millón de habitantes carecen de agua potable. En todos los pueblos, la misma queja: necesitan comida y medicinas.

Rehenes de una situación política que les desborda, 20 millones de iraquíes intentan sobrevivir, con el sentimiento de que su miseria sirve a los propósitos tanto del régimen como de la comunidad internacional. Pero, como no pueden hacer nada contra un poder que, desde hace tiempo, ha implantado el terror como método de gobierno, achacan mayoritariamente la responsabilidad de su agonía a un Occidente que no sabe verdaderamente lo que quiere. (…)

Pasados cinco años desde la imposición de un embargo que priva a la población iraquí del mínimo vital, podemos preguntarnos sobre los fundamentos legales de una estrategia que confunde lo político y lo humanitario. Pues -es de todos sabido- esta tragedia no tiene fin previsible y es claro que las sanciones no afectan al régimen.

Al contrario, al concentrar todas las energías de la población en sobrevivir, bloquean cualquier conato de rebelión. (…)

Lo más grave para el futuro es que el embargo ha roto la sociedad, algo que no habían logrado las guerras. «La clase media, que tenía un buen nivel educativo y era liberal y occidentalizada en cierta medida, está desapareciendo, y Occidente pagará el precio», explica un observador extranjero establecido desde hace bastante tiempo en el país. «Su desaparición abrirá grandes brechas en beneficio de todos los movimientos fundamentalistas».

La estructura de la sociedad ya se ha modificado en favor de los nuevos ricos del embargo: comerciantes más o menos ligados al régimen, granjeros que maneja el gobierno, porque necesita sus cosechas pagadas en moneda local, gente que saqueó Kuwait y que todavía ofrece su botín a cambio de divisas. (…)

La emigración es la última esperanza de los iraquíes. Muchos venden todos sus bienes para instalarse en Jordania, donde unos 100.000 viven en condiciones a menudo lamentables. Esta emigración sólo concierne a la elite intelectual. A pesar de la prohibición de que médicos y doctores universitarios abandonen el país, muchos se van gracias a una corrupción bastante extendida.

(…) La solidaridad que prevalecía hace algunos años ha desaparecido. «La gente ha cambiado de mentalidad», explica una religiosa. «La delincuencia se extiende por todas partes, y cuando alguien tiene hambre es capaz de matar». (…)

El régimen sigue rechazando la resolución 986 del Consejo de seguridad de la ONU, que autoriza al país a vender una cantidad limitada de petróleo para subvenir, entre otras cosas, a las necesidades de la población. (…)

El presidente de los Emiratos Árabes Unidos, jeque Zayid ben Sultan al Nahayan, que ha pedido recientemente con fuerza el levantamiento del embargo, tal vez es consciente de que la estabilidad futura de la región pasa necesariamente por la salvación del pueblo iraquí.

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