El gobierno británico anunció el 21 de enero una amplia reforma del sistema educativo que rompe la uniformidad del plan de estudios en secundaria a partir de los 14 años. El proyecto suaviza el principio de enseñanza comprensiva, implantado en los años sesenta, favoreciendo la variedad de opciones, sin imponer el mismo nivel de estudios a todos los alumnos.
Gran Bretaña es el país industrializado con menor porcentaje de alumnos que continúan los estudios más allá de los 16 años, edad a la que termina la enseñanza secundaria obligatoria. El verano pasado una proporción sin precedentes de alumnos suspendieron las pruebas de acceso a la universidad. Además, numerosos fallos de organización obligaron a revisar más de 300.000 exámenes, lo que ha retrasado el comienzo de las clases en la universidad. Después de meses en que se han oído propuestas para mejorar las pruebas y restaurar su prestigio, el gobierno ha optado por abolirlas.
Hasta ahora, el sistema británico impone de los 11 a los 16 años un plan de estudios nacional único. Al final de esta etapa, un examen público permite obtener el título llamado Certificado General de Educación Secundaria (GCSE). También este examen ha dado problemas: actualmente lo suspenden casi la mitad de los que se presentan por primera vez.
Después, los centros de secundaria no obligatoria (16-18 años) preparan para la universidad a los alumnos que desean cursar estudios superiores. Los demás pueden acceder a la formación profesional (FP), que se ofrece en dos modalidades. Una prepara para un determinado oficio; otra, más general, permite, en algunos casos, entrar en la universidad.
No está bien organizada, y apenas tiene prestigio, la FP en el periodo previo a los 16 años, única salida para los alumnos que no pueden con la enseñanza obligatoria. La mayor parte de los análisis coinciden en que esta es una de las causas del fracaso en la secundaria. Por eso, la reforma propone mayor flexibilidad a partir de los 14 años, a fin de permitir orientar los estudios hacia materias más ceñidas a los intereses y aptitudes de cada alumno.
Así, el proyecto de reforma crea un «Bachillerato Británico» (14-18 años), dividido en tres niveles de dificultad. Con ello se pretende dar un sitio claro a los cursos de FP, de modo que se unifique la valoración de las calificaciones y se facilite el reconocimiento de los títulos por parte de las empresas.
En septiembre próximo entrará en vigor el nuevo plan de estudios, mucho más flexible. Las únicas asignaturas que quedarán como obligatorias en el nuevo Bachillerato serán Inglés y Matemáticas, junto a una nueva de conocimientos científicos generales. Otra novedad es que los alumnos que elijan la FP podrán alternar las clases en la escuela con prácticas en empresas.
Los impulsores de la reforma esperan que sirva para «desbloquear talentos y elevar aspiraciones», dice el Libro Blanco publicado por el gobierno. El principal arquitecto del proyecto, David Miliband, responsable de la enseñanza secundaria en el Departamento de Educación, considera que «es responsabilidad del gobierno asegurar que la FP no sea la opción por defecto para quienes tienen dificultades en la educación básica», sino que «atraiga a todo tipo de talentos» (Daily Telegraph, 22-I-2003).
Las escuelas no comprensivas obtienen mejores resultados
La misma semana, el gobierno británico publicó por vez primera un estudio sobre el «valor añadido» que aportan los distintos colegios. A diferencia de la clasificación de escuelas según los resultados académicos, esta nueva tabla examina el progreso de los alumnos, medido por la diferencia de calificaciones entre el principio y el final de la secundaria.
Las clasificaciones anteriores mostraban que los alumnos de las grammar schools (no comprensivas, supervivientes del sistema educativo anterior) obtenían mejores resultados que los de escuelas comprensivas. Ahora se ve que también progresan más, con independencia de las condiciones de partida. El estudio selecciona 324 colegios que han conseguido mejorar los resultados de los alumnos, tanto entre los 11 y los 14 años, como entre los 14 años y el examen para el GCSE. De los 324, el 13% son grammar schools, pese a que estas escuelas son solo el 4,7% del total del país. El resultado es especialmente bueno entre los 11 y los 14 años: de los 21 primeros colegios de la lista, 18 son grammar schools públicas; los otros tres son privados.
También en las pruebas del GCSE las grammar schools obtienen los mejores resultados. Lo mismo ocurre en los exámenes de acceso a la universidad: los diez colegios con notas más altas en la convocatoria de 2002 son todos grammar o escuelas de educación diferenciada por sexos; algunos son ambas cosas.
Sin embargo, el actual equipo del Departamento de Educación quiere acabar con las grammar schools, pensadas para los alumnos que aspiran a la enseñanza superior, por considerarlas elitistas, discriminatorias y «anacrónicas», en expresión del titular de la cartera, Charles Clarke. Esta es una bandera del laborismo tradicional, que trata de fomentar la conversión de las grammar en comprehensive schools, lo que requiere el consentimiento de la mayoría de los padres. Miliband niega que los resultados del estudio sean un argumento a favor de crear más grammar schools (quedan 164 en todo el país) porque sean mejores que las comprensivas: «Hay grammar schools buenas y malas, al igual que escuelas comprensivas buenas y malas» (Daily Telegraph, 23-I-2003).