“Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas”, aseguraba una campaña publicitaria norteamericana a inicios de los 2000. Ahora bien, a diferencia de lo que sucede en la “ciudad del pecado”, lo que ocurre en el entorno familiar de los chicos en edad escolar no se queda en casa: se hace sentir con toda probabilidad en su desempeño en el aula y, en consecuencia, en su futuro más lejano.
Un estudio de los investigadores Nicholas Zill y Bradford Wilcox, del Institute for Family Studies (IFS), revela que la composición del núcleo familiar –sin dejar de lado un factor como la renta– puede incidir en que los resultados escolares sean más o menos satisfactorios. De hecho, quienes se llevan la palma del rendimiento escolar son precisamente los que viven con sus padres biológicos casados, con lo que se observa que el matrimonio está funcionando como un apoyo fundamental.
“Para mejorar la educación, necesitamos aumentar la riqueza material y marital de las familias”
Para comprobar su hipótesis, Zill y Wilcox tomaron como base la Encuesta Nacional de Salud Infantil 2011-2012, que sondeó a los padres de 96.000 chicos y chicas de 6 a 17 años. Con los datos en la mano, dividieron la población infantil en categorías según sus circunstancias familiares: si vivían con sus padres biológicos unidos en matrimonio, o con estos mismos, pero en situación de unión consensual; con un progenitor y un padrastro o madrastra, con una madre soltera, con una madre separada o divorciada, o, por último, solamente con el padre biológico, con otro familiar o con una familia adoptiva.
Una vez hecha la delimitación, los especialistas observaron tres indicadores de progreso académico y de conducta en el aula: con qué frecuencia la escuela había tenido que ponerse en contacto con los padres o tutores por problemas de comportamiento o de aprendizaje de sus hijos, si los chicos habían repetido algún curso, y si hacían los deberes, tanto en la escuela como en casa.
Repetidores
Según estadísticas correspondientes a 2016, de los 50 millones de estadounidenses en edad escolar, unos 32,5 millones (el 65%) viven en hogares formados por sus padres biológicos unidos en matrimonio. Asimismo, 1,3 millones (2,6%) están con sus padres no casados, mientras que a unos 12 millones (24%) solo los recibe en casa su madre cuando llegan del cole, y a otros 1,3 millones quien les espera es un familiar distinto de sus progenitores, o sus padres adoptivos…
Las diferencias entre estos grupos se echan a ver en el proceso educativo. Así, las comunicaciones de la escuela a los padres sobre malos resultados o mal comportamiento de sus hijos, son más frecuentes en el caso de los chicos de madres solteras y en el de quienes se crían con su padre o con otro familiar, seguidos por los de madres divorciadas. Los que vienen de un hogar formado por un matrimonio parecen ser los que menos quejas suscitan de sus profesores.
La repetición de curso es otro aspecto del que los investigadores señalan que, además de ser un indicador de las dificultades de aprendizaje, es una advertencia temprana de deserción escolar y de fracasos posteriores.
“De todos los estudiantes de escuela elemental y secundaria de EE.UU., el 9% ha tenido que repetir uno o más cursos –señalan–. La proporción de alumnos que ha repetido ha sido casi cuatro veces mayor entre los hijos de padres no casados que entre los de padres unidos en matrimonio: 19% frente a 5%. Fue dos veces más alta entre los alumnos de padres que otrora estuvieron casados, como también entre aquellos que viven con sus madres separadas o divorciadas (12%), o con un padrastro o una madrastra (13%). Incluso los chicos cuyos padres biológicos cohabitan sin que medie “un papel” tienen una tasa elevada de repetición (10%).
Hacer “marketing” del matrimonio
Un último indicador para valorar las diferencias es el del involucramiento del estudiante en la realización de sus tareas escolares, tanto en clase como en casa. Aquí, los investigadores aluden a una pregunta efectuada por la mencionada Encuesta Nacional de Salud Infantil a los padres, acerca de cuánto se preocupan sus hijos por hacer bien sus deberes. Según lo que respondieron, apenas el 52% de los menores estadounidenses se preocupan “siempre” por hacer sus tareas a conciencia, tanto en casa como en el colegio.
La proporción de alumnos que ha repetido curso es casi cuatro veces mayor entre los hijos de padres no casados que entre los de padres unidos en matrimonio
No obstante, tal como ocurre con los aspectos anteriores, también en este se hacen distinciones. De los que tienen en casa a sus padres casados, el 56% parece mostrar un buen desempeño en sus deberes, cuatro puntos más que quienes son educados por sus progenitores en situación de parejas de hecho. A la cola de todo el grupo quedan, con el 46% y el 45% respectivamente, los niños o adolescentes que viven con su padre u otros familiares, y los que viven con uno de sus progenitores ha vuelto a casar.
Analizado el conjunto de datos, los investigadores subrayan que los resultados académicos no pueden entenderse separados de las condiciones familiares. “El éxito estudiantil –subrayan– suele entenderse como no tener problemas en la escuela e involucrarse significativamente en la clase y con [el cumplimiento de] los deberes. Nuestro análisis (…) indica que los hijos de familias con matrimonios intactos tienen más posibilidades de evitar los desvíos que pueden hacer descarrilar su educación, y de tener buenos resultados académicos”.
De igual manera, Zill y Wilcox anotan que los altos índices de contacto de la escuela a la familia para intentar corregir al estudiante, así como las mayores tasas de repetición de curso, están asociados, además con la estructura familiar, con el bajo nivel educacional de los padres y una endeble economía hogareña. Las familias en tal situación, apuntan, no cuentan con los recursos necesarios para brindarles a sus hijos una atención esmerada y una estabilidad que les ayude a evitar los problemas en la escuela y a progresar académicamente.
En tal sentido, concluyen: “Para mejorar la educación, necesitamos aumentar la riqueza material y marital de las familias norteamericanas. Los legisladores, los educadores y los líderes ciudadanos deben considerar medidas tales como un crédito tributario reembolsable por hijo, una campaña de marketing social a favor del matrimonio, y una formación que explique la importancia del matrimonio para los niños en edad escolar, de manera que las familias estadounidenses se fortalezcan y se estabilicen”.