En el nuevo libro de Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. De la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, se abordan cinco cuestiones cruciales sobre la vida de Cristo, todavía hoy disputadas entre teólogos. Así lo explicó el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, en la presentación del texto en la Sala de Prensa de la Santa Sede.
Citando palabras de Benedicto XVI, Ouellet aclaró que el propósito del libro es “encontrar al Jesús real”, no al ‘Jesús histórico’ de la corriente principal de la exégesis crítica, sino al ‘Jesús de los Evangelios’ escuchado en comunión con los discípulos de Jesús de todos los tiempos, y así ‘llegar a la certeza de la figura verdaderamente histórica de Jesús’”.
El fundamento histórico del cristianismo
La primera cuestión que aclara el libro tiene que ver con el fundamento histórico del cristianismo. “Al ser el cristianismo la religión del Verbo encarnado en la historia, para la Iglesia es indispensable atenerse a los hechos y a los acontecimientos reales, precisamente porque éstos contienen ‘misterios’ que la teología debe profundizar utilizando claves de interpretación que pertenecen al dominio de la fe”. La exégesis que hace Benedicto XVI es guiada por la hermenéutica de la fe, pero teniendo en cuenta al mismo tiempo la razón histórica.
Desde esta perspectiva,”se comprende el interés del Papa por la exégesis histórico-crítica, que él conoce bien y utiliza. Pero “no deja de denunciar de paso la falta de apertura de una exégesis practicada de un modo demasiado exclusivo según la razón”. El pontífice procura “aclarar teológicamente los hechos del Nuevo Testamento con los del Antiguo y viceversa”. “El lazo del cristianismo con el judaísmo queda reforzado por esta exégesis que se arraiga en la historia de Israel, revisada en su orientación hacia Cristo”, indicó Ouellet.
El mesianismo de Cristo
La segunda cuestión disputada que aborda el Papa afecta al mesianismo de Cristo. “Algunos exégetas modernos han hecho de Jesús un revolucionario, un maestro de moral, un profeta escatológico, un rabí idealista, un loco de Dios, un guerrillero comprometido con los marginados de la época, un mesías en cierto sentido a imagen de su intérprete influenciado por las ideologías dominantes”.
La exposición de Benedicto XVI sobre este punto, dijo Ouellet, “se inscribe en continuidad con la tradición judía que une lo religioso y lo político, pero subrayando hasta qué punto Jesús realiza la ruptura entre los dos campos. Jesús declara ante el Sanedrín que es el Mesías, aclarando la naturaleza exclusivamente religiosa del propio mesianismo. Por este motivo, es condenado por blasfemo, pues se ha identificado con ‘el Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo’”.
La Redención y la expiación de los pecados
El tercer debate aclarado por Benedicto XVI tiene que ver con la redención y su papel en la expiación de los pecados. “El Papa afronta las objeciones modernas a esta doctrina tradicional. Un Dios que exige una expiación infinita, ¿no es acaso un Dios cruel, cuya imagen es incompatible con nuestra concepción de un Dios misericordioso?”.
El autor, afirma Ouellet, “muestra cómo la misericordia y la justicia van de la mano en el marco de la Alianza querida por Dios. Un Dios que perdonara todo sin preocuparse de la respuesta que tiene que dar su criatura, ¿se estaría tomando en serio la Alianza y sobre todo el horrible mal que envenena la historia del mundo?»
Los textos del Nuevo Testamento analizados por el Papa muestran “un Dios que toma sobre sí mismo, en su Hijo crucificado, la exigencia de una reparación y de una respuesta de amor auténtico”.
El sacerdocio de Cristo
Otra cuestión crucial tratada por el Papa tiene que ver con el sacerdocio de Cristo. Al no pertenecer a la aristocracia sacerdotal del templo y vivir al margen de esta institución, algunos han querido verle como una figura “totalmente ajena y sin ninguna relación con el sacerdocio”. “Benedicto XVI corrige esta interpretación apoyándose firmemente en la Carta a los Hebreos, que habla ampliamente del sacerdocio de Cristo, y cuya doctrina se armoniza bien con la teología de san Juan y de san Pablo”, explica el cardenal Ouellet.
“El Papa responde a las objeciones históricas y críticas mostrando la coherencia del sacerdocio nuevo de Jesús con el culto nuevo que vino a establecer en la tierra, en obediencia a la voluntad del Padre”. En esta línea, Ouellet subrayó que “el comentario de la oración sacerdotal de Jesús es de una gran profundidad” y “la institución de la Eucaristía aparece en este contexto con una belleza luminosa que se refleja en la vida de la Iglesia como su fundamento y manantial perenne de paz y alegría”.
La verdad de la resurrección
La última cuestión mencionada por el cardenal Ouellet se refiere a la dimensión histórica y escatológica de la resurrección de Cristo. Benedicto XVI reconoce sin ambages que la cuestión es central: “La fe cristiana se apoya o se hunde en la verdad del testimonio según el cual Cristo resucitó de entre los muertos”.
“El Papa se alza contra las elucubraciones exegéticas que declaran compatibles el anuncio de la resurrección de Cristo y la permanencia de su cadáver en el sepulcro -explica Ouellet-. Excluye estas absurdas teorías observando que el sepulcro vacío, si bien no es una prueba de la resurrección, de la que nadie ha sido testigo, queda como un signo, un presupuesto, una huella dejada en la historia por un acontecimiento trascendente». “Solo un suceso real -afirma el Papa- de una cualidad radicalmente nueva era capaz de hacer posible el anuncio apostólico, que no puede ser explicado por especulaciones o experiencias místicas interiores”.
La resurrección de Jesús introduce, según Benedicto XVI, una “mutación decisiva” que inaugura “una nueva posibilidad de ser hombre”.
La importancia histórica de la resurrección se manifiesta en el testimonio de las primeras comunidades cristianas que dieron vida a la tradición del domingo como signo de identificación con el Señor. “La celebración del día del Señor, que desde los comienzos distingue a la comunidad cristiana, es para mí, escribe el Papa, una de las pruebas más poderosas del hecho de que, en ese día, ha ocurrido algo extraordinario: el descubrimiento de la tumba vacía y el encuentro con el Señor resucitado”.