El susto anual del Worldwatch Institute

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Contrapunto

La organización privada estadounidense Worldwatch Institute (WI), presidida por Lester Brown, publica un informe anual sobre «El estado del mundo» que distribuye en casi treinta idiomas. Este año lo titula Más allá de Malthus: 19 aspectos del desafío de la población, y alerta contra tres amenazas mayores que pesan sobre el planeta: el SIDA, la escasez de agua dulce y la reducción de tierras cultivables. Las predicciones del WI merecen ser examinadas con atención, pues este Instituto posee un historial difícil de igualar: se ha equivocado siempre (1).

Desde su primer informe (1973), la cantinela del WI ha sido que la Tierra no podrá alimentar a su creciente población, por lo que se impone el control demográfico. Pero en todo este tiempo, la producción de alimentos se ha empeñado en crecer más aprisa que la población. La realidad fue especialmente cruel con Brown en 1996. El informe del año anterior predijo carestía de cereales en China, y la cosecha china de 1996 alcanzó un récord.

Por eso, que el WI se atreva este año a ir Más allá de Malthus resulta significativo. Ahora reconoce que la natalidad ha bajado en todo el planeta, y se fija más en el aumento de la mortalidad en el Tercer Mundo. Pero, aunque este año el WI cambie un poco la letra, su música es la de siempre. Sus informes no suelen descubrir nada: están hechos con datos públicos, tomados de otras fuentes (agencias de la ONU, el Banco Mundial…), presentados de forma que impresionen.

Así, la información de El País (26-IV-99) sobre el último estudio del WI, recoge el siguiente argumento a favor del control demográfico en los países en desarrollo: «Los especialistas calculan que un aumento del 3% en la población equivale, pasado un siglo, a veinte veces más personas». Para llegar a semejante deducción, no hacen falta especialistas. Bastan una calculadora y la fórmula del interés compuesto para concluir que una población, un capital o cualquier otra magnitud que crezca al 3% anual constante, al cabo de cien años se habrá multiplicado por 19,21. ¿Y qué? La población del Tercer Mundo no ha aumentado veinte veces en este siglo. En cualquier caso, lo que interesa no es extrapolar los números actuales, sino intentar prever la evolución futura de población y recursos a la luz de la reciente. Y hasta ahora, los recursos globales no han perdido el tren del crecimiento demográfico.

¿Qué hay, entonces, de los peligros con que el WI nos asusta este año? En primer lugar, la difusión del SIDA, si algo produce, no es precisamente «superpoblación». Pero anotan Brown y sus colaboradores: «Los mismos servicios de planificación familiar que ayudan a ralentizar el ritmo de crecimiento de la población, ayudan también a impedir la expansión del SIDA: información sobre salud reproductiva, y condones». Pero, si como el informe dice en otro lugar, entre el 20% y el 25% de la población de al menos cinco países africanos, más cien millones de indios y muchos más en el resto del Tercer Mundo, están infectados del VIH y pueden morir en diez años, ¿qué falta hace el control demográfico? El dicho del ascua y la sardina se inventó para argumentos como ese.

Después habla el WI del agotamiento de los acuíferos a consecuencia… (sí, lector, lo ha adivinado) del crecimiento de la población. Sin embargo, la FAO y el Grupo de Trabajo sobre el Agua, de la UNESCO, cuentan otra historia (ver servicios 38/96 y 171/98). Calculan que el 70% del agua dulce que se usa en el mundo se dedica a la agricultura, y que, por la mala gestión, «el agua que se canaliza o se bombea para el riego se malgasta en proporciones de hasta el 60%». Entonces, lo que se precisa es un uso más eficiente. Como en toda cuestión de recursos, aquí los números relativos importan más que los absolutos: frenar la población de poco sirve si no mejora el aprovechamiento del agua. Y esto indica también que hay mucho espacio para progresar, aunque la población siga creciendo.

El tercer motivo de alarma es la reducción de la superficie cultivable por persona. Pakistán, según el WI, pasará de 146 millones de habitantes hoy a 345 millones en el 2050 (habrá que verlo), de modo que entonces sólo habrá 0,03 hectáreas cultivables por persona. Y añade que esa cuota es la actual en países como Japón, Corea del Sur o Taiwán, que han de importar buena parte del grano que consumen. Dato tranquilizador, ya que esos países asiáticos no sufren carestía de alimentos. Sólo el simplismo puede meter miedo. Primero, la superficie cultivable no es fija, sino que depende de la población y de su capacidad para colonizar. Segundo, lo decisivo es el rendimiento por hectárea, que la «revolución verde» ha permitido multiplicar.

Esto no significa que en el mundo no haya problemas, y graves, de recursos. Pero son debidos a la pobreza, donde la hay, no al crecimiento de la población. Con su firme fe en el control demográfico como panacea, el WI mete sustos injustificados con amenazas hipotéticas, sin aportar soluciones a las dificultades reales. Si sus informes siguen obteniendo grandes titulares año tras año, es porque parte de la prensa los recoge sin comprobar si los anteriores acertaron. Lo que más debe temer el WI no es la falta de agua, ni la disminución de tierra cultivable, sino que un año, cuando llegue su informe, los medios miren los archivos.

Rafael Serrano_________________________(1) Ver servicios 112/94, 11/96, 38/96, 72/96 y 120/96.

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