En las escuelas de Estados Unidos se ha generalizado la política de «tolerancia cero» contra las faltas de disciplina. Tras las matanzas cometidas en los últimos años en varios centros del país, las autoridades escolares han decidido cortar por lo sano. El sistema consiste en no dejar pasar ni la más pequeña infracción a los alumnos, para que nuncan lleguen al tiroteo. Es la misma «teoría de las ventanas rotas», que se ha mostrado eficaz contra la delincuencia en el metro de Nueva York y en otros lugares (ver servicio 27/97).
Un informe reciente del Departamento de Justicia revela que la idea está muy extendida. El 90% de las escuelas del país prevén sanciones automáticas -la expulsión, por lo general- para los alumnos que lleven armas de cualquier clase. Un porcentaje algo menor castiga con dureza el consumo de alcohol o drogas. Y casi el 80% tienen penas específicas para actos de violencia, el fumar y otras faltas menores. Hay algunos datos que ilustran la nueva severidad. Por ejemplo, en las escuelas públicas de Chicago, donde se impuso la «tolerancia cero» hace dos años, las expulsiones han pasado de menos de 100 (curso 1996-97) a 668 (curso 1998-99).
El acento se pone sobre todo en las infracciones de pequeña entidad. Cualquier incidente -una pelea, insultos o unos simples empujones- que en otros tiempos se habría resuelto con una reprimenda, ahora se trata con medidas inmediatas. Por lo general, los profesores tienen prohibido reñir a los alumnos sorprendidos en flagrante indisciplina. En vez de eso, deben elevar un informe a la dirección, que examina el caso y sentencia -a menudo, con la expulsión temporal o definitiva- por la vía rápida e informa a los padres. Mientras se decide la pena, los culpables suelen permanecer aislados de los compañeros en una sala de detención. Las infracciones se registran en los expedientes de los alumnos.
Para llevar a cabo estos métodos, las escuelas han adoptado minuciosos códigos que detallan las penas aplicables a casi cualquier falta imaginable. El motivo, además del recuerdo de los tiroteos en Columbine High School y otras escuelas, es precaverse contra querellas judiciales por discriminación o arbitrariedad en las sanciones. Las escuelas se inmunizan teniendo códigos y aplicándolos de forma inflexible y automática.
Eso mismo es lo que algunos lamentan. Según Gil Noam, profesor de Educación en Harvard, castigar de ese modo impersonal, con rigidez y sin discrecionalidad no es formativo: así «se pierde una oportunidad de enseñar a los chicos a respetar a los demás». Pero él mismo reconoce que su postura no es popular hoy en día: «La gente está muy preocupada por la seguridad. Los padres piden códigos más estrictos. Y eso se vende bien» (International Herald Tribune, 2-XII-99).
Cuando el público pide resultados, con la «tolerancia cero» las escuelas pueden mostrarlos. Las autoridades educativas de Baltimore aseguran que la mano dura ha hecho descender un 31% la tasa de delincuencia en las escuelas secundarias de la ciudad.