A Edward Green, director del “Proyecto de Investigación sobre la Prevención del sida” de la Universidad de Harvard, no le importó coincidir haces unos meses con Benedicto XVI en que la solución a la epidemia no es más preservativos, sino cambios en la conducta sexual. Pese al revuelo que provocaron sus palabras, ha vuelto a repetirlas en una entrevista para Il Sussidiario.net realizada con ocasión del Meeting de Rímini.
Green lleva más de veinte años investigando estrategias para combatir el sida. Uno de los datos más positivos es que, desde hace unos once años, las tasas de nuevos infectados por VIH han descendido en todo el mundo. Pero todavía hay algunos países en los que el sida sigue aumentado; entre ellos, Estados Unidos.
Por eso a Green le sorprende que sea precisamente su país el que vaya a darle lecciones a África. “Deberíamos ir a Uganda y aprender. También hay otros países africanos en donde el sida está descendiendo, por ejemplo, Zambia, Kenia, Zimbabue, Etiopía o Malaui. En todo ellos, se registra una reducción del número de parejas sexuales”.
El pasado marzo, Green se situó en el punto de mira de la opinión pública cuando afirmó que coincidía en lo sustancial con la visión de Benedicto XVI sobre el modo de combatir el sida en África. En su viaje a Camerún y Angola, el Papa dijo que el problema “no puede resolverse simplemente con la distribución de preservativos; al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema”. La solución, añadió el Papa, exige “una humanización de la sexualidad”.
El Papa tenía razón
Las declaraciones del Papa desencadenaron una oleada de críticas; muchos consideraron entonces que sus opiniones eran contrarias a la evidencia científica. Por eso sentó tan mal en algunos sectores que, unos días más tarde, un experto de la talla de Green se mostrara de acuerdo con el comentario que hizo Benedicto XVI (cfr. Aceprensa, 2-04-2009).
En el Meeting de Rímini, Green aclaró que es posible que no coincida en todo lo que dice el Papa sobre el uso de los preservativos. Por ejemplo, él defiende que los preservativos han funcionado en algunos lugares como Tailandia y Camboya. Sin embargo, no duda en afirmar otra vez que en lo esencial da la razón a Benedicto XVI.
“Sabía que la parte más controvertida de sus declaraciones iba a ser la afirmación de que los preservativos podían aumentar el problema. Pero el hecho es que, desde hace muchos años, venimos observando que hay una relación entre el aumento del uso de condones y el aumento de la tasa de prevalencia del VIH”.
“Y cuando estudiamos quiénes son los que se infectan comprobamos que tienden a ser los que usan condones”. Es posible, dice Green, que el uso de preservativos genere un comportamiento desinhibido, es decir, lo que se llama “compensación de riesgo”: “Cuando se usa algún instrumento para reducir un riesgo, como el preservativo, a menudo se pierden los beneficios asumiendo un riesgo mayor que si uno no lo usara”.
La conclusión de Green es clara: sólo un comportamiento sexual responsable puede frenar la pandemia. “Los condones no pueden ser la solución. Más bien, la respuesta a este problema se encuentra en actitudes como el respeto a tu mujer o a tu marido. El mensaje a los adolescentes debería ser: ‘preservaos, retrasad el inicio de las relaciones sexuales’”.
Justo lo contrario de lo que promueven algunos programas de prevención del sida: “En estos momentos, Suazilandia es el país que tiene la tasa de infección más alta del mundo. He vivido allí cuatro años, así que conozco bien el país. Pues bien, la actual estrategia consiste en decir que el sexo es divertido; de hecho, el lema de su última campaña fue: ‘Condones: donde está la diversión’”.
Aparcar la ideología
Durante muchos años, Uganda ha sido un ejemplo palpable de cómo se puede frenar el sida gracias a cambios de conducta. Aunque los partidarios de repartir condones nunca han llegado a creérselo, la realidad es que su célebre estrategia ABC (abstinencia, fidelidad y uso del condón si falla lo anterior) logró reducir la tasa de infección por VIH desde un máximo del 15% a principios de los noventa a en torno a un 4% en 2003.
Sin embargo, esta tendencia parece estar cambiando en la actualidad. Y Green culpa de ello a la obsesión que tiene Occidente por difundir el uso del preservativo entre los ugandeses. Además, a su juicio, la experiencia de Uganda demuestra que los avances en la lucha contra el sida no dependen principalmente del dinero.
“El programa más efectivo que ha visto el mundo hasta la fecha se puso en práctica en Uganda a finales de los ochenta. En esa época, el programa costaba cada año 23 centavos por persona. Hoy Uganda está siendo inundada de dinero; aunque todavía no llega a los niveles de otros países, los donantes están gastando como mínimo hasta ocho veces más que antes y, curiosamente, la tasa de infección ha vuelto a subir”.
“La mayor historia de éxito del mundo [en la batalla contra el sida] se ha visto truncada por la presión que ejercen las donaciones extranjeras, incluidas las de mi país, para que Uganda haga lo mismo que hacen los demás países: promoción de los preservativos, hacerse la prueba del VIH y tratar las enfermedades de transmisión sexual, dejando a un lado los mensajes como la fidelidad a la propia pareja. El coste de los programas ha aumentado, pero la eficacia ha disminuido. Y la explicación que se da es que siguen faltando condones”.
A continuación, Green explica las incomprensiones que ha sufrido por sostener semejante postura: “En Estados Unidos estamos tan polarizados, que la gente piensa que si defiendes la estrategia ABC eres un incondicional de Bush”. Precisamente ahora, Green está escribiendo un libro (Sida e ideología) en el que denuncia el empeño de una industria multimillonaria por difundir la irresponsabilidad sexual aun a costa de la vida humana.
Según este experto de Harvard, la razón de que todavía no se haya dado un cambio de paradigma en la lucha contra el sida (pasando de un enfoque centrado en la difusión de los preservativos a una estrategia basada en los cambios de conductas) se encuentra, en buena medida, en el poder de adoctrinamiento que tiene esta industria.
Frente a la presión de este movimiento, Green propone abordar el problema del sida sin prejuicios ideológicos: “La clave es el sexo responsable, basado en la confianza y en el mutuo respeto. No importa si eres católico o protestante, hetero u homosexual. Existen algunas organizaciones gays que defienden el valor de la fidelidad frente al sexo duro. Pero nunca se oye hablar de ellas, porque están silenciadas por la voz de los grupos activistas que dominan los medios y el debate sobre el sida”.