Para unos, la figura de Günter Grass, premio Nobel de Literatura en 1999, fallecido ayer a los 87 años, está íntimamente ligada, con sus luces y sus sombras, a la literatura y a la política alemana de la segunda mitad del siglo XX, periodo de especiales turbulencias tras la demolición física e intelectual que supuso el fin de la Segunda Guerra Mundial. Para otros, Grass se sentía muy cómodo en el papel de ácido aguafiestas de la sociedad alemana, provocando constantes polémicas, útiles o estériles, que indirectamente favorecían la venta de sus libros.
No fue un escritor complaciente o ensimismado, que se haya desinteresado de los problemas de la sociedad alemana. Al contrario, ha intervenido, quizá demasiado, poniéndose la mayoría de las ve…
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