Juan Pablo II ha expresado su «grave preocupación» ante el borrador de documento de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, que se celebrará en El Cairo en septiembre organizada por la ONU. Así lo ha manifestado al recibir el 18 de marzo a Nafis Sadik, secretaria de dicha Conferencia y directora del Fondo de la ONU para Actividades de Población.
El Papa expresó claramente que en el documento hay propuestas incompatibles con principios éticos básicos. «Por ejemplo, el borrador ignora por completo el consenso internacional alcanzado en la Conferencia Internacional sobre Población en México en 1984 según el cual ‘en ningún caso se promoverá el aborto como medio de control de la natalidad’. En efecto, hay una tendencia a promover como un derecho internacionalmente reconocido el aborto a petición, sin ninguna restricción, sin respeto a los derechos del no nacido, de un modo que va más allá incluso de lo que por desgracia es aceptado en las leyes de algunas naciones. La visión de la sexualidad que inspira el documento es individualista. El matrimonio es ignorado, como si fuera algo del pasado. Una institución natural, universal y fundamental como es la familia no puede ser manipulada sin causar un serio daño a la estructura y a la estabilidad de la sociedad».
El Papa subrayó que los problemas demográficos no pueden tratarse con enfoques unilaterales, ya que la situación global de la población es compleja y variable según las regiones. «Los estudios de la ONU nos dicen que se espera un rápido descenso de la tasa global del crecimiento de la población durante la década de los 90 y en el próximo siglo. Al mismo tiempo, las tasas de crecimiento siguen siendo altas en algunos de los países menos desarrollados, mientras que el crecimiento demográfico ha descendido notablemente en los países industrializados».
Asimismo advirtió que los problemas ambientales no se pueden achacar sin más al crecimiento demográfico, ya que el asunto es más complejo: «Los modelos de consumo y de despilfarro, especialmente en los países desarrollados, la merma de los recursos naturales, la falta de restricciones o de garantías en algunos procesos productivos o industriales, ponen en riesgo el medio ambiente».
Además, advirtió Juan Pablo II, hay un amplio acuerdo en que la política de población es sólo una parte de la estrategia global de desarrollo. De modo que cualquier discusión sobre políticas demográficas debe tener en cuenta el desarrollo real y previsto de los países y regiones. En cambio, «abordar los asuntos de población en términos de derechos individuales respecto a la sexualidad y la reproducción, o incluso en términos de derechos de la mujer, es cambiar el punto de vista que debería ser el propio de los gobiernos y de las agencias internacionales».
El Papa subrayó que «las cuestiones relacionadas con la transmisión de la vida y la crianza de los hijos sólo pueden ser tratadas de modo adecuado en relación con el bien de la familia: esa comunión de personas establecida por el matrimonio del marido y la mujer». De acuerdo con los objetivos del Año Internacional de la Familia proclamado por la ONU, es importante, dijo el Papa, que la Conferencia de El Cairo «haga todo lo que pueda para asegurar que la familia recibe de la sociedad y del Estado la protección a la que tiene derecho, según reza la Declaración Universal de los Derechos Humanos».
Hoy día, añadió el Papa, «la salvaguarda de la familia exige que se preste particular atención a garantizar que los padres puedan decidir responsablemente, libres de toda coerción legal o social, el número de hijos y el intervalo entre los nacimientos».
Juan Pablo II aclaró que «lo que la Iglesia llama paternidad responsable no significa una procreación ilimitada o una falta de consideración de lo que implica la crianza de los hijos. Significa más bien que las parejas puedan usar su inviolable libertad con sabiduría y responsabilidad, teniendo en cuenta las realidades demográficas y sociales así como su propia situación y sus legítimos deseos, a la luz de los criterios morales objetivos. Toda propaganda o desinformación dirigida a persuadir a las parejas de que deben limitar su familia a uno o dos hijos debería ser firmemente evitada, y las parejas que escogen generosamente tener familias numerosas deben ser apoyadas».