La alquimia editorial de Paulo Coelho

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Cómo convertir en oro las ansias espiritualistas
El escritor brasileño Paulo Coelho se ha convertido en un fenómeno internacional de la edición. Sus libros se han traducido a 40 idiomas y lleva vendidos más de veinte millones de ejemplares. La pasión que despiertan sus novelas no puede explicarse por razones literarias, ya que tienen escasas ambiciones en este aspecto. Pero, sin duda, Coelho ha sabido conectar con una aspiración típica de un tiempo que ha visto surgir sucedáneos de espiritualidad como New Age. Sus libros reflejan un vago espiritualismo que mezcla con habilidad argumentos iniciáticos con mensajes de las filosofías orientales, del esoterismo y de la religión católica.

Paulo Coelho, nacido en Río de Janeiro en 1947, ha desempeñado oficios muy variados. Trabajó como periodista y guionista de televisión, dio clases de teatro y fue un famoso compositor de letras de rock, además de director artístico de una compañía discográfica.

Tras perder la fe católica, que nunca había practicado con un mínimo de compromiso, peregrinó por todo tipo de sectas, cultos y sociedades secretas. Durante los años sesenta y setenta, y como consecuencia de la moda hippie, que Coelho vivió con intensidad, tuvo múltiples experiencias con las drogas, que ahora rechaza de plano.

El estudio intensivo de la alquimia fue otra fase de su búsqueda vital, en la que le obsesionó alcanzar el Elixir de la Larga Vida (símbolo que está muy presente en sus novelas).

En 1981 es cuando dice conocer la Orden RAM (Rigor, Armonía, Misericordia; Regnum, Agnum, Mundi), una antigua asociación esotérica de origen español que funciona por tradición oral, y a ella pertenece.

Tras un viaje a Roma, redescubre sus raíces católicas, aunque su visión del catolicismo es muy peculiar, y no se identifica con las enseñanzas de la Iglesia. La experiencia de recorrer con su mujer el Camino de Santiago le sirvió de espaldarazo religioso y literario, porque este viaje fue el inicio de su carrera como escritor. En la actualidad sigue viviendo en Brasil.

Un «best-seller» mundial

Coelho publicó su primer libro con 40 años. En El peregrino de Compostela (1987) explicó en clave simbólica los ritos de iniciación para ser Caballero de la Orden RAM. Después publicó su mejor y más famosa novela, El Alquimista (1988), una parábola de la búsqueda del sentido de la vida. Luego le siguió Brida (1990), basada en una serie de rituales que permiten a una joven irlandesa dominar sus poderes de bruja, advertir que es la reencarnación de otra mujer anterior y descubrir el rostro femenino de Dios.

A orillas del Río Piedra me senté y lloré (1994) es un cóctel de amor y religión, que pretende rendir homenaje a la feminidad. La Quinta Montaña (1996), inspirada en la historia bíblica del profeta Elías, da lugar a reflexiones sobre la incomprensión del sufrimiento y al valor de los sueños como la inspiración que cada uno debe recibir para emprender su camino personal. Manual del Guerrero de la Luz (1997) es un conjunto de breves reflexiones que Coelho escribió para periódicos, donde propone un estilo de vida basado en la capacidad de luchar para ser mejores, con citas de Jesucristo y de escritores orientales. En Brasil acaba de aparecer Verónica decide morir, de la que en sólo una semana se han vendido 160.000 ejemplares.

Su éxito no fue fulminante. Sus obras comenzaron a aparecer en editoriales pequeñas, y poco a poco se fue convirtiendo en un escritor para el gran público. En España, su difusión multitudinaria está asegurada desde que hace unos meses la editorial Planeta estrenó la «Biblioteca Paulo Coelho», en la que ya han aparecido cinco títulos.

Coelho lleva vendidos ya más de veinte millones de ejemplares en todo el mundo. Sus libros se han traducido a cuarenta idiomas y se han publicado ya en más de cien países. También están en marcha otros importantes proyectos, como el rodaje en Hollywood de una película (la Warner compró los derechos cinematográficos de El Alquimista) y el estreno en Brasil de una telenovela de 150 capítulos inspirada en su novela Brida. Hasta la hermana del estilista Versace ha lanzado una colección de moda inspirada en la literatura de Coelho, «El guerrero de la luz».

La huella de New Age

Aunque Coelho suele destacar como a sus autores preferidos a Borges y Saint-Exupéry, su mundo narrativo se sitúa en una tradición que tiene como precursor a Carlos Castaneda, autor, entre otros, de un libro emblemático para los amantes del género esotérico y de las experiencias alucinógenas: Las enseñanzas de Don Juan: el camino yaqui hacia el conocimiento (1968). Para ellos, Castaneda es un maestro más que un escritor. Casi lo mismo se podría decir de Paulo Coelho. Muchos de sus lectores no leen sus libros como simples aventuras literarias, sino como manuales que les permitan iniciar una búsqueda espiritual.

Las similitudes de sus libros con los mensajes de estilo New Age son bastante evidentes, si bien Coelho hace también gala de un nebuloso catolicismo, que le lleva a utilizar personajes, citas e ideas procedentes del imaginario católico. Sin embargo, Coelho tiene una visión sui generis del catolicismo, pues rechaza la autoridad de la Iglesia, no cree en la idea de pecado y, en muchas ocasiones, utiliza las citas bíblicas con un sentido muy distinto al original.

Al igual que sucede con la New Age, no se encuentra en Coelho un ideario sistemático y estructurado. Su piedra filosofal es que todos tenemos sueños que vivir, y que nuestro destino depende de la realización de esos sueños: «Cuando tú quieres una cosa, todo el Universo conspira para que realices tu deseo». Como en la New Age, lo que predomina aquí es un cóctel sincretista de anhelos espirituales fáciles de asimilar sin compromisos incómodos: la trascendencia de la realización personal, la unión entre Dios, el mundo y los seres humanos, el libre examen de la percepción, el deseo de paz y armonía en el mundo y el ansia de transformar los seres humanos hacia un nivel superior. Como se lee en El Alquimista, «para eso existe la Alquimia. Para que cada hombre busque su tesoro y lo encuentre, y después quiera ser mejor de lo que fue en su vida anterior». La experiencia religiosa queda reducida así a psicología terapéutica: algo así como la búsqueda de la autorrealización y la seguridad personal.

Fundirse con el alma del mundo

En el prólogo a El Alquimista, escribe Coelho: «Descubrí entonces (en 1981, cuando su Maestro le instruye en la orden RAM) que el lenguaje simbólico que tanto me irritaba y desorientaba era la única manera de alcanzar el Alma del Mundo, o lo que Jung llamó el ‘inconsciente colectivo’. Descubrí la Leyenda Personal y las señales de Dios, verdades que mi raciocinio intelectual se negaba a aceptar a causa de su simplicidad. Descubrí que alcanzar la Gran Obra no es tarea de unos pocos, sino de todos los seres humanos de la faz de la Tierra».

El mundo espiritual y literario de Coelho se compone de una serie de motivos que se repiten una y otra vez. Su mensaje es que el mundo es mucho más grandioso de lo que podemos imaginar; que nuestro destino exige la realización de la Leyenda Personal, «aquello que -como escribe en El Alquimista- tú siempre deseaste hacer». En la juventud, la gente no tiene miedo a soñar todo aquello que le gustaría hacer en la vida. Después, una fuerza misteriosa empieza a tratar de demostrar que es imposible realizar la Leyenda Personal. Pero, según Coelho, «sólo una cosa hace que un sueño sea imposible: el miedo a fracasar». El objetivo existencial está trazado: «Cumplir su Leyenda Personal es la única obligación de los hombres».

A diferencia de los caminos esotéricos, Coelho enseña que la Leyenda Personal de cada uno consiste en asimilar la grandeza de la cotidianeidad: en esta realidad, hay que encontrar el camino de la sabiduría. Para eso hace falta el auxilio de un Maestro o Guía (otro de los temas de sus novelas), quien facilita a los demás el camino que deben recorrer hasta que el sujeto se fusiona con el Todo. Así se describe en El Alquimista: «Y el muchacho se sumió en el Alma del Mundo, y vio que el Alma del Mundo era parte del Alma de Dios, y vio que el Alma de Dios era su propia alma».

Rituales iniciáticos

Pero pasar de lo visible a lo invisible, descubrir ese nuevo mundo de percepciones, es algo que exige someterse a una serie de rituales, de acuerdo con la Tradición. Los rituales iniciáticos tienen una parte muy importante en los libros de Coelho. Gran parte de ellos (El peregrino de Compostela, El Alquimista, Brida…) basan su argumento en la descripción de esos rituales, que permiten estar atento a las señales, que son «el lenguaje de Dios».

Por ejemplo, en El peregrino de Compostela, se describe de esta manera el ejercicio del «Soplo de RAM»: «Soltar todo el aire de los pulmones, vaciándolos todo lo posible. Después, ir inspirando a medida que se va levantando los brazos hasta lo alto. Mientras inspira, concéntrese y piense que dentro de sí mismo está entrando amor, paz, armonía con el universo. Mantener la respiración y los brazos levantados el máximo tiempo posible, gozando la armonía interior y exterior. Cuando llegue al límite, suelte todo el aire en una rápida expiración, mientras pronuncia la palabra RAM. Repetir durante cinco minutos».

Su idea de Dios

A pesar de los rituales, el camino sigue siendo difícil. Por eso Coelho emplea la imagen del Guerrero como el símbolo del combate interno que debe mantener el iniciado contra su propia personalidad. A lo largo de ese camino, el Guerrero se encuentra con señales (símbolos) que son el anticipo para conocer lo invisible. La misión del Maestro y del Guerrero es descifrar esas señales, que son los signos de Dios. Un Dios que «está en todo cuanto nos rodea y debe ser presentido y vivido».

¿Y si no crees en Dios? «No importa», explica en una entrevista del libro Pregúntale a Paulo Coelho (Pedro Pablo Pons, Ediciones Tikal). «Si tú vives con el corazón, con amor positivo, si vives de acuerdo contigo mismo… Todos somos partículas de Dios, pero sólo hay un Dios. La idea equivocada de la Nueva Era es que todos somos Dios y que somos parte de Él».

Y, al lado de Dios, los demonios, en versión posmoderna: un espíritu que no es bueno ni malo, sino un guardián de la mayor parte de los secretos accesibles al hombre y que tiene poder sobre las cosas materiales.

Otras ideas recurrentes son el desarrollo de la percepción, el tiempo y la muerte. Coelho habla siempre de la lucidez intuitiva que necesita el Guerrero para escuchar los mensajes que la Naturaleza aporta, y que no son fáciles de escuchar. De ahí la importancia de los rituales tomados de las filosofías orientales, que sirven para ganar en concentración y meditación.

En relación con el tiempo, Coelho sugiere una actitud sensata: «Cada día tiene en sí la Eternidad»; lo único que importa es atender al presente. Vivir con la obsesión de conocer el futuro es una manera de engañarse: «Si prestas atención al presente, podrás mejorarlo. Y si mejoras el presente, lo que sucederá después también será mejor. Olvida el futuro y vive cada día de tu vida en las enseñanzas de la Ley y en la confianza de que Dios cuida de sus hijos». La muerte es el inicio del proceso de la reencarnación, una cadena de vidas y muertes que explican la clave de cada Leyenda Personal.

Aunque Coelho sea un fenómeno editorial, la crítica no lo valora como un literato. Durante la celebración de la Feria LIBER en Barcelona, que tuvo como invitada a la literatura brasileña, los escritores de este país opinaban que Coelho no representa para nada la trayectoria de la literatura brasileña contemporánea, que cuenta con escritores tan importantes como Machado de Assís, Rubem Fonseca, Clarice Lispector, Jorge Amado, Carlos Hector Cony y Wagner Novaes, entre otros.

Estilo almibarado

Para la crítica literaria, los libros de Paulo Coelho son planos, esquemáticos, con unas tramas que abusan de un didactismo simplón y con un estilo muy elemental basado en la frase corta. En referencia a su estilo, Coelho opina que tiene «un estilo directo que es herencia de cuando escribía canciones de rock». Coelho sabe que sus lectores no tienen grandes inquietudes literarias, por eso hay que facilitarles las cosas: «Seguramente parte de mis lectores son gente que no lee habitualmente. Al principio eran mujeres y muchos jóvenes. Ahora hay adultos, hombres y gentes de razas y culturas muy diferentes. Mis lectores son personas que no han renunciado a sus sueños».

En sus novelas, Coelho combina la narración de los hechos con sencillas digresiones explicativas sobre cómo alcanzar la plenitud. Las descripciones rozan la simpleza con un lenguaje que fácilmente deriva hacia las expresiones almibaradas: «Los lugares mágicos son siempre lindos, y merecen ser contemplados. Son cascadas, montañas, bosques donde los espíritus de la Tierra acostumbran a jugar, sonreír y conversar con los hombres. Estás en un lugar sagrado, y Él te está mostrando los pájaros y el viento. Agradece a Dios por esto; por los pajaritos, por el viento, y por los espíritus que pueblan este lugar» (Brida). Y en El Alquimista, uno de los personajes describe el desierto con esta profundidad: «El desierto es tan grande y los horizontes tan lejanos que hacen que uno se sienta pequeño y permanezca en silencio».

Aparente profundidad

En las digresiones religiosas y morales utiliza un lenguaje plagado de sentencias, en las que la ambigüedad y la utilización recurrente de la simbología aportan una aparente profundidad. De esta manera, las frases parecen decir mucho más de lo que en realidad dicen. Por ejemplo, en Brida leemos: «Somos eternos porque somos manifestaciones de Dios». Con estos recursos, el lector tiene la sensación de que se le están desvelando realidades invisibles y profundas, alejadas tanto del pensamiento materialista como de la religión tradicional.

Estas mezclas de expresiones aforísticas y de palabras con mayúsculas permiten al lector trasladarse con la imaginación a un plano superior, supuestamente religioso: «Conocí los secretos de la Alquimia mientras vagaba por el mundo contigo. Tengo en mí los vientos, los desiertos, los océanos, las estrellas, y todo lo que fue creado en el Universo. Fuimos hechos por la misma Mano, y tenemos la misma Alma». Para ello basta con combinar con una cierta sabiduría todo tipo de textos religiosos, con una especial predilección por los que proceden de las filosofías orientales.

El mensaje de Coelho es que todos podemos ser mucho mejores, que la inmortalidad es una meta al alcance de nuestras posibilidades y que en cualquier momento, al pasar una nueva página de nuestra vida, tenemos la oportunidad mística de fundirnos con la Totalidad, la fusión íntima del Alma con el Mundo.

Adolfo Torrecilla

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