Al informar sobre la aprobación en el Congreso de la nueva ley de reproducción asistida en España, se ha destacado como principal novedad que los padres podrán tener un hijo por fecundación artificial, seleccionado genéticamente, con el fin de que sea donante compatible para salvar mediante un trasplante a un hermano que sufre una enfermedad incurable.
El recurso a este método ha dado lugar a un debate ético, por la destrucción de embriones que lleva consigo y por la instrumentalización del bebé como «medicamento» del hermano, en vez de ser deseado por sí mismo. Pero, en cualquier caso, se trata de una técnica compleja y sin seguridad de éxito, practicada hasta ahora en media docena de centros en todo el mundo. Por eso algunos expertos, como Maria Dolores Vila-Coro, del Comité Director de Bioética del Consejo de Europa, han subrayado que se están creando en padres angustiados falsas expectativas que difícilmente podrán ser cumplidas en estos momentos (cfr. Aceprensa 57/05).
El procedimiento exige, en primer lugar, estimular la producción de óvulos en la madre, para conseguir entre 10 y 20 óvulos que, una vez fecundados, se someterán a una selección genética: habrá que descartar los embriones que padezcan la misma enfermedad y los sanos que no sean histocompatibles con el hermano enfermo, para evitar un posible rechazo.
En uno de los reportajes sobre padres que han recurrido a estas técnicas, se dice de pasada que hicieron fecundar 28 óvulos, de los cuales solo 6 embriones resultaron compatibles con el otro hijo. Los otros se destruyeron («El Mundo», 21-11-2004). De los que superen esta criba, algunos se implantarán en la madre. Y solo alguno de estos dará lugar a un embarazo. Este conjunto de factores (fecundación, selección genética, implantación, gestación) hace que la probabilidad de éxito sea muy baja. En otro reportaje de estos días se menciona a otra pareja que ha iniciado el tratamiento en un hospital de Bruselas. «Tras cuatro ciclos no ha habido suerte» («El País», 17-02-2006).
Un estudio publicado el año pasado en JAMA (vol. 291, pág. 2079) mostraba resultados poco alentadores: de 199 embriones de 13 parejas se seleccionaron 45 y sólo nacieron 5 niños (cfr. Aceprensa 32/05).
Por otra parte, si la técnica se lleva a buen término y se realiza el trasplante de células del cordón umbilical o de médula ósea, las probabilidades de curación son también muy variables según el tipo de enfermedad. Su probabilidad de éxito para curar una enfermedad genética es del 75% al 90%, y del 30% al 50% para curar una leucemia, según explicaba el año pasado el Hospital Universitario flamenco de Bruselas (VUB), que el 18 de mayo anunció el nacimiento de los dos primeros bebés europeos seleccionados con técnicas de este tipo (cfr. Aceprensa 67/05).
En esa fecha, el VUB anunciaba que 61 parejas habían solicitado este tratamiento, 14 lo habían iniciado, 4 mujeres habían quedado encintas, una abortó y por fin se consiguió el nacimiento de dos bebés. «Hasta ahora no hemos conseguido curar a ningún niño de esta manera», reconocía un portavoz del VUB («Le Monde», 19-05-2005).
Ante la incertidumbre de esta técnica y las objeciones éticas por la destrucción de embriones que conlleva, se están buscando otras soluciones. La «Technology Review» (marzo 2005) comunicaba que los bancos de sangre de cordón umbilical en EE.UU. estaban alcanzando ya los 150.000 cordones, lo que se estima suficiente para satisfacer la compatibilidad del 80-90% de una población de 300 millones.
Al poner el acento sobre una novedad «terapéutica» para la que hay muy escasa demanda, se ha desviado la atención pública de los cambios más sustanciales de la reforma de la ley de reproducción asistida: generación de embriones con fines no reproductivos; vía libre para fecundar cuantos óvulos se quiera, con el resultado de la acumulación de embriones sobrantes; la posibilidad de investigar con los embriones sobrantes o los creados por clonación para este fin.