Desde los tiempos de la guerra de Vietnam no se hablaba en Estados Unidos de «izquierda religiosa». Ahora vuelve a hacerse visible con nuevas formas. Su objetivo es colocar en la agenda política una lista alternativa de preocupaciones, apoyadas en valores morales. Los analistas se muestran escépticos, pero advierten del peso creciente de los cristianos evangélicos en la vida pública.
Para Caryle Murphy y Alan Cooperman, periodistas del «Washington Post» (20-05-2006), los bandos están muy claros. Frente a la «derecha religiosa» -que sólo se opone al aborto, el «matrimonio gay» y la investigación con embriones humanos-, estaría la nueva «izquierda religiosa», más sensible a otras cuestiones sociales como la pobreza, el cambio climático, la tortura o la guerra de Irak. La primera se identifica con la América republicana; la segunda todavía no se ha decantado, pero podría inclinarse hacia la América demócrata.
Aunque esta descripción es un tanto esquemática, resulta elocuente por dos razones. En primer lugar, reprocha a la llamada «derecha religiosa» el que se haya desentendido de algunos debates sociales. Las últimas campañas de la Conferencia Episcopal estadounidense fueron precisamente a atajar este problema, promoviendo un enfoque más humanitario tanto en el debate de la pena de muerte (ver Aceprensa 38/05) como en el de la inmigración (ver Aceprensa 60/05). En segundo lugar, refleja que las divisiones políticas entre republicanos y demócratas están empezando a adoptar -cada vez más- tintes éticos.
La nueva «izquierda religiosa» está compuesta en su inmensa mayoría por cristianos evangélicos y, en un pequeño porcentaje, por católicos y judíos reformistas. Están organizados en torno a grupos de presión, iglesias locales y «think tanks» (Evangelicals for Social Action, Center for American Progress…). Entre sus actuaciones más sonadas, destaca la creación de un seminario sobre religión y política dirigido a congresistas demócratas («The Democratic Faith Working Group»); el lanzamiento de una campaña contra la tortura; y la publicación de varios libros sobre el resurgir de la «izquierda religiosa».
Escepticismo y cautela
Las valoraciones sobre este fenómeno están cargadas de escepticismo y cautela. Está claro que la «izquierda religiosa» ha crecido en presencia mediática, pero ¿significa esto un mayor impacto político? Los analistas no saben a qué atenerse; sustituyen las predicciones por preguntas al vuelo: «¿Estamos de verdad ante un maremoto religioso de la política norteamericana? ¿O es un breve momento aleluya -fruto del cansancio producido por Bush y del oportunismo político- que no traerá ningún cambio duradero?», se plantea «The Economist» (27-05-2006). En lo que sí coinciden los analistas es en atribuir importancia al «voto moral» de los cristianos evangélicos, de cara a las próximas elecciones legislativas de noviembre y las presidenciales de 2008.
Tradicionalmente, los evangélicos han sido poco proclives a intervenir en política por motivos religiosos. Además, hasta hace algunas décadas, nunca se había identificado especialmente con los planteamientos de un partido concreto. Pero desde los años setenta, cuando los demócratas empezaron a ser vistos como el «partido del aborto», los evangélicos comenzaron a aproximarse hacia el Partido Republicano.
A mediados de los setenta, los evangélicos emergieron como fuerza política bajo un movimiento social -«Moral Majority»- que pretendía combatir la mentalidad abortista, por un lado, y la creciente secularización de la izquierda, por otro. Según explica Stephanie Simon en «Los Angeles Times» (31-01-2006), esto justificaría el que durante muchos años se haya utilizado el término «evangélico» como sinónimo de «conservador». En las pasadas elecciones de 2004, el 78% del electorado evangélico votó a favor de Bush. Todos ellos encontraron en él un candidato con convicciones firmes en cuestiones éticas (ver Aceprensa 142/04). Sin embargo, la nueva «izquierda religiosa» quiere distanciarse ahora del Partido Republicano.
¿Quién convierte a quién?
Esta tendencia no ha pasado desapercibida al Partido Demócrata, que ve una oportunidad para ganar adeptos. Más o menos un tercio de los norteamericanos son evangélicos, lo que representa un 23% del electorado. Tras el fuerte varapalo sufrido en las elecciones de 2004, los demócratas se han dado cuenta de que lo tienen crudo si no hacen algo por recortar la «brecha religiosa» que les separa de los republicanos.
Ruth Marcus escribe en «Washington Post» (23-05-2006) que «a los demócratas no les queda más remedio que embarcarse en una misión casi imposible: intentar convertir a los evangélicos al Partido Demócrata». Para Marcus, el Partido Demócrata puede encontrar un «terreno común» con los evangélicos en cuestiones como la probreza o el medio ambiente, pero es difícil que lleguen a un acuerdo en los debates del aborto y del «matrimonio gay».
De momento, la «izquierda religiosa» ha conseguido que el Partido Demócrata preste más atención a cuestiones éticas y religiosas con las que conecta el norteamericano medio. Según el rabino Michael Lerner, autor de «The Left Hand of God», la cultura progresista y secularizada del Partido Demócrata tiene los días contados. «En las próximas elecciones de 2006 y 2008, no habrá un solo candidato demócrata que no cite la Biblia en sus discursos o que no cuente cómo le ha ido últimamente en la iglesia», declaró al «Washington Post» (20-05-2006).
Juan Meseguer Velasco