La comunicación de la Iglesia en una sociedad compleja
Los medios de comunicación privilegian cada vez más los aspectos comerciales, hasta el punto de que en la actualidad el ingrediente fundamental de la noticiaes que sea atractiva para el público. La Iglesia, como sujeto y objeto de la información, debe tener en cuenta esta realidad, pero sin rendirse a sus mecanismos. De estos temas se habló en un simposio internacional organizado en Roma por la Facultad de Comunicación Institucional del Pontificio Ateneo dela Santa Cruz (1). Ofrecemos la síntesis de dos intervenciones que examinanel problema desde perspectivas distintas.
Mons. Francis J. Maniscalco, director de la Oficina de Comunicación de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, analizó en su ponencia «Comunicar en una sociedad compleja» los criterios que siguen los medios informativos a la hora de seleccionar y presentar la información religiosa.
Hace algunos meses, el Santo Padre pronunció un discurso sobre la evolución ante la Pontificia Academia de las Ciencias. Apenas comenzaron a circular las primeras noticias sobre el tema, la oficina de comunicación de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos quedó sumergida por las llamadas. Y es que, en los últimos decenios, el debate sobre el evolucionismo se ha convertido en un aspecto fundamental de nuestras «guerras culturales». Así, el hecho de que el Papa pareciera conceder mayor peso al bando «liberal» de este debate provocó un mayor número de llamadas, tanto por parte de las grandes cadenas como de medios de información locales.
Las llamadas no solicitaban sólo información sobre el discurso del Papa. Buscaban también reacciones al discurso. En realidad, las mismas llamadas eran un claro testimonio de reacción. Un periodista me contó que un personaje radiofónico había declarado que el Santo Padre, con sus palabras, había puesto en duda la narración bíblica de Adán y Eva y del paraíso terrenal… A esas alturas resultaba obvio que nadie se refería ya a las palabras del Papa sino a lo que la prensa decía que había dicho el Papa.
Además de nuestros comentarios, muchos noticiarios incluían también su propio punto de vista o, al menos, una opinión del «hombre de la calle». Con ese fin visitaron algunas escuelas católicas para entrevistar a algunos estudiantes. Huelga decir que para muchos de ellos esas mismas preguntas eran la primera noticia que tenían sobre el discurso del Papa.
Crear el debate
Otro aspecto importante que hay que considerar es la carrera por ganarse la atención del público. La organización [abortista] Catholics for a Free Choice está siempre preparada para comentar negativamente cualquier acción de los obispos americanos y de la Santa Sede. Aunque esta organización no represente el pensamiento católico, proporciona ese irresistible elemento de conflicto que es como el alimento de los medios informativos.
Recuerdo haber visto un avance de un noticiario televisivo de la mañana donde el presentador decía algo sobre «una nueva carta del Vaticano que estaba provocando un debate entre los católicos». La carta era la encíclica Evangelium vitae y el debate fue el comentario del director de Catholics for a Free Choice. La Prensa americana está tan obsesionada por «oír a las dos partes» que a veces no ve la deformación que supone crear un debate sobre algo que todavía no se ha presentado.
En efecto, la Evangelium vitae fue acogida con gran respeto, excepto por Catholics for a Free Choice. Eso se debió, en parte, a la disponibilidad de ejemplares, que se utilizaron como material informativo para los medios, y también gracias al trabajo de una veintena de obispos que presentaron la encíclica personalmente a los órganos de difusión locales.
Prensa negligente
Por lo que se refiere al tratamiento de los temas de religión, existe una gran diferencia entre el mundo de la prensa escrita y el radiotelevisivo. En Estados Unidos, los periódicos tienen una larga tradición de periodistas especializados en información religiosa, mientras que la radio y la televisión cuentan sólo con periodistas «generalistas». El resultado es que los periódicos parecen ofrecer un mejor tratamiento a este tipo de noticias.
Digo esto a pesar de que mi ejemplo favorito de periodismo negligente pertenezca a la prensa escrita. Unas dos semanas después de que apareciera la Ordinatio sacerdotalis [sobre la mujer y el sacerdocio], recibí la llamada de un periodista interesado en escribir un artículo sobre ese documento pontificio. Dije al periodista que, como el texto era muy breve, se lo podía enviar por fax y responder luego a sus posibles preguntas. La respuesta a esta sugerencia fue: «… bueno, no estoy tan interesado».
La diferencia entre hablar con periodistas competentes en materia religiosa y periodistas «generalistas» es como la que va de la noche al día. El problema no es de los periodistas en sí, sino del sistema. Ningún director o productor enviaría a cubrir un partido de fútbol a un ignorante en la materia como yo. Sin embargo, no tienen el menor reparo en confiar informaciones sobre religión a incompetentes en la materia.
Énfasis en los beneficios
Cuando era presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, el cardenal William Keeler visitó los mayores centros de la industria de la comunicación, programa continuado por su sucesor, Mons. Anthony Pila.
Su primera constatación fue que los intereses comerciales son lo que más cuenta para los medios de comunicación norteamericanos. Algunos dirigentes de televisión afirmaron que lo primero que hacían cada mañana era encender el ordenador y ver los índices de audiencias de la noche… Algunos de ellos, más sensatos, se preguntan si las cosas no han ido demasiado lejos, pues la televisión se ha convertido en la única empresa a la que se pide que cada una de las unidades de producción (es decir, cada media hora de tiempo televisivo) dé beneficios.
A pesar de que hay cada vez más medios de información y entretenimiento, los contenidos se parecen cada vez más. Basta hojear un periódico o encender la televisión para ver siempre las mismas cosas. La única originalidad consiste en «llegar antes».
El caso del cardenal Bernardin
El ejemplo más notable y doloroso de ese «síndrome de la noticia instantánea» que afectó a la Iglesia de Estados Unidos fue el tratamiento de la denuncia presentada contra el cardenal Joseph Bernardin por Steven Cook [una falsa acusación de abusos deshonestos, cfr. servicios