En su libro Lénine, l’inventeur du totalitarisme (2007, 2017), Courtois sostiene que fue Lenin el que dio a la Revolución sus rasgos totalitarios. En su conferencia del 9 de octubre en la Universidad CEU San Pablo, habló del líder comunista y de su extremismo ideológico.
La radicalización que se constata en Lenin entre mayo y noviembre de 1917 no se produjo repentinamente, como si hubiera sido tocado en ese momento por la gracia revolucionaria. El radicalismo de Lenin venía de lejos y no había hecho más que aumentar desde hacía treinta años.
Durante ese proceso de radicalización, tuvo tiempo de madurar una reflexión que se nutría principalmente de dos fuentes. La primera es, por decirlo así, una fuente pasional relacionada con sucesos personales muy traumáticos, entre ellos la muerte de su padre y, en 1887, la condena y ejecución de su hermano Aleksandr por participar en un intento de atentado contra el zar. Entonces Vladímir Uliánov empieza a sentir odio hacia el régimen y hacia su dinastía, y esto es lo que causa una primera radicalización (…).
Stalin no hizo más que generalizar y sistematizar lo que había aprendido de Lenin
La segunda es intelectual y, desde este punto de vista, lo que pretendía Lenin era justificar su radicalización leyendo sobre todo a dos autores rusos: Nikolái Chernishevski y Serguéi Necháyev. (…) Después descubre los escritos de Marx y de Engels. Esta doctrina le dio una explicación definitiva de la historia a través de la interpretación de la lucha de clases y del conflicto entre lo que Marx llamaba las fuerzas productivas y las relaciones de producción.
Lo que Lenin encuentra en Marx es un proyecto de sociedad comunista donde la propiedad privada estaba erradicada. Y algo muy importante: esa ideología no era una ideología moralizadora, como la de la Revolución Francesa o como la de Robespierre, que se definía como un conflicto entre el bien y el mal, es decir, suponía una concepción moral de la revolución.
Por el contrario, con el marxismo Lenin pretende tener una visión científica de la revolución. Se trata de algo totalmente distinto al conflicto entre el bien y el mal, que queda sustituido por el conflicto entre el conocimiento de la sociedad y de la historia contra lo que Marx consideraba el oscurantismo religioso y la falsa conciencia burguesa.
Con el impulso de esta doctrina, científicamente falsa, la radicalización de Uliánov se acelera con la participación en un grupo revolucionario de San Petesburgo y, más tarde, con su detención y su envío al exilio, a Siberia, de 1896 a 1900. Se trata de un momento crucial en la vida de un militante (…). Yo también en mi juventud participé en algunos movimientos revolucionarios y conozco muy bien su interior; sé que la detención es un momento crucial para un militante: o bien se calma y recupera la vida civil normal; o bien el orgullo y la exaltación heroica le llevan a intensificar su compromiso. Lenin elige esta segunda opción, es decir, la de la radicalización.
Revolucionario profesional
Una vez liberado, Lenin se exilia en Europa y se centra en su trabajo revolucionario, fijándose un objetivo, una misión. Nadie le confió esta misión: fue él mismo quien se la atribuyó. Esa misión era unificar y dirigir a los marxistas rusos mediante la publicación de un boletín clandestino, Iskra. Además propone un modelo de organización muy específico: se trata de un partido clandestino formado por dirigentes intelectuales y obreros activistas, todos ellos revolucionarios profesionales, que dedican su vida a la supresión del régimen y él, el propio Lenin, será su jefe. (…)
Aparece ya entonces el estilo que prefigura el carácter totalitario de Lenin. A partir de ese momento, Lenin entendió que todo el que se oponía a él, era su enemigo. (…) En 1922, Lenin nombró como secretario general del partido a su lugarteniente más fiel: Stalin. No se puede decir que el malo de Stalin sucedió en el poder al bueno de Lenin. Porque Stalin no hizo más que generalizar y sistematizar lo que había aprendido de su jefe, de su mentor, del camarada Lenin.