Londres. El debate sobre si el príncipe Carlos puede llegar a ser rey se ha intensificado a raíz de algunas reticencias expresadas por personalidades de la Iglesia anglicana. La idoneidad del Príncipe de Gales para el trono, ya minada desde su separación de la princesa Diana el año pasado, es cada vez más discutida, pues al cabo de doce años su matrimonio parece abocado al divorcio.
La Iglesia anglicana entró en la controversia cuando un importante eclesiástico expresó públicamente sus dudas sobre la valía del heredero para el trono, después de que algunas informaciones, ampliamente difundidas y hasta ahora no desmentidas, hablasen de sus relaciones con una mujer casada.
El Archidiácono de York, George Austin, que es la segunda autoridad de esa diócesis, inició el debate con su declaración en la televisión nacional: «Carlos hizo promesas solemnes delante de Dios en la iglesia, acerca de su matrimonio, y parece -si los rumores son ciertos- que él empezó a romperlas casi inmediatamente. ¿Cómo puede entonces ir a la Abadía de Westminster y asumir los votos de la coronación? ¿Podemos creer que los cumplirá?».
Las palabras de juramento de la coronación obligan al heredero a «mantener las Leyes de Dios y la verdadera profesión del Evangelio», a «mantener la Religión Protestante Reformada establecida por la ley» y a «preservar inviolablemente el establecimiento de la Iglesia de Inglaterra y la doctrina, el culto, la disciplina y gobierno de lo mismo». El Act of Settlement obliga al monarca a casarse con una mujer protestante.
Los comentarios de Austin parecen apoyados por una encuesta del Sunday Times entre cien miembros del Sínodo General de la Iglesia de Inglaterra: el 47% opina que el Príncipe Carlos no debe llegar a ser jefe supremo de la Iglesia; y el 27%, que no debe ser rey si se confirman los rumores de las supuestas relaciones con una mujer casada.
George Carey, Arzobispo de Canterbury y líder de la Iglesia de Inglaterra, ha negado algunas informaciones de prensa que le atribuyen haber dicho que el Príncipe «debe reconsiderar su posición». A principios de año Carey afirmó que él no excluiría un monarca separado o divorciado como jefe supremo de la Iglesia.
Un grupo de líderes del partido conservador ha acudido en defensa del Príncipe Carlos. Un alto funcionario, Nicholas Soames, amigo íntimo de Carlos, calificó las declaraciones de Austin de desafortunadas: «Ser rey no es una ambición, sino un deber. Ese deber recaerá en el momento oportuno en el Príncipe de Gales».
La mayoría de los periódicos se han puesto al lado del Príncipe Carlos. Un editorial de The Times señala que «la autoridad nace de la confianza popular hacia una institución más que a un individuo. Aunque esa confianza puede resultar dañada por una deficiente conducta privada, el atribuir suma importancia a que el rey sea un ejemplo moral para la nación es una idea relativamente débil y moderna».
Austin ha aprovechado la ocasión para lamentar el estado de la Iglesia de Inglaterra: «Me entristece. La Iglesia ha perdido el rumbo; actualmente está enferma -dijo en The Observer-. Tal vez, cuando llegue el momento de que Carlos acceda al trono, habremos reducido los diez mandamientos a un número más manejable. En los momentos de mayor pesimismo, incluso me pregunto si seguirá existiendo una Iglesia de la que Carlos pueda ser el jefe supremo». Austin ha acusado a los obispos de no considerar la idoneidad moral del Príncipe para la Corona y ha contratacado a las críticas de los políticos, diciendo que «hace dos semanas un miembro del gobierno se quejaba de que no hacíamos pronunciamientos morales».
Muchos de los que están de acuerdo con Austin opinan que este debate es un argumento a favor de aflojar progresivamente los lazos entre la Monarquía y la Iglesia. Otros consideran que la existencia misma de la Iglesia anglicana está más en peligro que el camino de Carlos hacia el trono. Richard Tomlison escribe en The Independent: «Es la Iglesia la que corre el peligro de ser separada de la Monarquía, más que a la inversa… En un momento en que menos del 3% de los futuros súbditos de Carlos practican el anglicanismo, la misma idea de una Iglesia establecida parece anacrónica».
Patrick Kelly