El United Kingdom Independence Party (UKIP), que dio un buen susto al establishment político británico en las últimas elecciones al Parlamento Europeo y después obtuvo su primer escaño en los Comunes –a costa de los conservadores–, tiene en la protesta contra la inmigración uno de sus principales reclamos. El gobierno de David Cameron, temeroso de perder muchos votos por la derecha, anuncia que endurecerá los controles, incluso limitando la entrada a ciudadanos de la UE (cosa que el Tratado de la Unión no permite).
La inmigración ocasiona problemas, naturalmente, aunque también ofrece ventajas. Suele perjudicar más o menos a los nacionales de baja cualificación, con quienes los extranjeros compiten por los salarios bajos. De todas formas, no está claro si en Gran Bretaña el efecto de la inmigración en el salario medio ha sido positivo o negativo, señala The Economist.
En todo caso, dice el mismo semanario en otro artículo, “las opiniones de los británicos sobre inmigración son una desconcertante mezcla de mito y realidad”. Primero, no cambian en paralelo con la inmigración misma. Ahora, los que piensan que es excesiva son el 53%, más que en otros países occidentales, tanto de los que tienen menor proporción de extranjeros (Francia, Italia, Alemania), como de los que la tienen mayor (Estados Unidos, España). Pero en los años sesenta y setenta esa opinión era mucho más dominante (casi el 90%), cuando de hecho el saldo migratorio era negativo. A finales de los noventa, cuando la inmigración creció rápidamente, la opinión contraria experimentó un ligero repunte.
En segundo lugar, la gente sobrestima la inmigración. Según una encuesta de Ipsos MORI, el ciudadano británico medio cree que en su país hay un 31% de extranjeros. La proporción verdadera es el 13%.
Además, el juicio negativo sobre la inmigración no siempre se basa en la experiencia directa. Por ejemplo, en Clacton, donde el UKIP ha ganado su primer diputado, la inmigración es la preocupación número uno, muy por delante de la economía; pero en Clacton hay solo un 4% de extranjeros, muy por debajo de la media nacional. Los londinenses, que conviven con más inmigrantes que la media, son más abiertos.
Otra muestra de discordancia entre opinión y datos viene del sondeo British Social Attitudes, que comprobó si los encuestados sabían qué controles de inmigración aplica el Reino Unido. Quienes respondieron correctamente creían que la inmigración trae más ventajas que inconvenientes en proporción más alta (más del doble) que los demás.