De cada 100 parejas que conviven en España 94 están casadas y 6 no. Este es el dato que divulgó en agosto el Instituto Nacional de Estadística a partir del censo de 2001, que por primera vez recogía este tipo de situación. Llevamos tanto tiempo haciendo especulaciones sobre las nuevas formas familiares y la necesidad de reconocer los derechos de quienes cohabitan al margen del Derecho, que quizá habíamos olvidado esta realidad: la gran mayoría de las parejas son las parejas de siempre, es decir, casadas, sea o no su primer matrimonio.
Frente a 8,9 millones de parejas casadas hay 563.723 parejas de hecho, lo que significa que 1,1 millones de personas conviven sin casarse. Tampoco hay que pensar que su reticencia a pasar por la iglesia o el juzgado suponga un rechazo visceral del matrimonio, como si fueran anarquistas partidarios del «amor libre». Los datos del mismo censo indican que en el 47,5% de estas parejas al menos uno de los miembros está o ha estado casado, mientras que el 52% están formadas por personas solteras. Todo da a entender que la convivencia de solteros es más frecuente entre parejas jóvenes, que empiezan a cohabitar sin estar casadas. Y que tienden a casarse cuando tienen un hijo y/o compran una casa.
La mayoría no tienen hijos
Este análisis se confirma si se tiene en cuenta que entre las parejas de hecho predominan las que carecen de hijos: 342.159 (el 60,7% del conjunto de parejas de hecho). De las 221.564 que sí los tienen, el 23,5% no pasan del hijo único, el 11,8% tienen dos y el 3,8% tres o más. Como se ve, son parejas poco prolíficas, bien porque su vínculo afectivo no es tan estable como para asumir la tarea de responsabilizarse de un hijo o bien porque ya no están en edad de tenerlo. En suma, resulta que las parejas de hecho que tienen hijos, y que por lo tanto comparten algo más que su lazo afectivo y los gastos de comunidad, son un 2,5% del total de 9,5 millones de parejas que hay en España.
Cabe preguntarse qué sentido tendría reconocer a la mayoría de las parejas de hecho -que no tienen hijos- los mismos beneficios sociales y económicos que se conceden a las familias casadas porque aseguran la crianza de la siguiente generación.
Demanda social
El censo de 2001 revela también por primera vez que las parejas homosexuales que conviven y se han censado suman 10.474 uniones, es decir, el 0,11% del total de parejas. Puede que no todas las uniones homosexuales se hayan censado como tales, pero parece claro que estamos lejos de ese 10% de la población que sería homosexual según los militantes de la causa.
La Federación de Gays y Lesbianas se ha apresurado a señalar que es una cifra inferior a la real; a su juicio, aún existe recelo a revelar la condición homosexual por presiones sociales y familiares. Pero hay que recordar que los datos del censo están sujetos al secreto estadístico y que las respuestas se analizan de forma agrupada y no individualmente. Por otra parte, si solo esas 10.474 están dispuestas a dar la cara ante el censo, ¿no serán aún menos las que deseen sancionar su unión en el juzgado en caso de que se les reconociera la posibilidad de matrimonio?
Estos datos del censo redimensionan el alcance de esa «demanda social» tan repetidamente invocada para justificar un cambio en la legislación matrimonial.
¿Hay que alterar la secular idea del matrimonio, como unión entre un hombre y una mujer, para dar satisfacción a una ínfima minoría de parejas homosexuales que ni tan siquiera sabemos si desean pasar por el juzgado? ¿No habrá otro medio de arreglar los problemas jurídicos que pueda plantear su convivencia?
Contradicciones de una encuesta
Pocos días antes de la publicación de los datos del INE, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) daba a conocer los resultados del barómetro (encuesta de opinión) de junio centrado en la aceptación de las parejas de hecho y la homosexualidad.
A la pregunta «¿Cree que la Ley de Parejas de Hecho debe reconocer los mismos derechos y obligaciones que tienen los matrimonios?», el 74,8% contesta que sí.
Pero cuando a renglón seguido se pregunta si se les debería reconocer tres derechos concretos, cambian las tornas: la mayoría no les reconocería el derecho a la pensión de viudedad (50,3% contra 37,8%), ni el derecho a heredar (44,9% contra 42,8%) ni el derecho a la adopción (70,9% contra 16%).
Es llamativo el carácter contradictorio de las respuestas. Cuando se pregunta en general, más de tres de cada cuatro optan por lo «políticamente correcto»: por supuesto, que tengan los mismos derechos, faltaría más. Y cuando se pregunta por derechos concretos, la mayoría no les otorgaría ni derechos que a veces reconocen los tribunales ni un derecho que la ley concede a las parejas estables aunque no estén casadas, como es el de adopción.
Derechos sin obligaciones
Cuando se desciende a lo concreto, se ve que la equiparación con el matrimonio es imposible, porque las situaciones no son iguales. Las parejas de hecho pueden aspirar a tener los mismos derechos que los matrimonios, pero no quieren las mismas obligaciones.
Como preguntaba en un artículo (ABC, 11-IV-97) Luis Zarraluqui, entonces presidente de la Asociación de Abogados de Familia: «[Las parejas de hecho] ¿quieren estar sujetas a las mismas restricciones que los casados cuando se separan? ¿Pasar por el juzgado para divorciarse? Y si no pagan pensiones a sus ex convivientes, ¿quieren que se les aplique el Código Penal? ¿O que su marcha constituya un delito de abandono de familia, aunque no haya hijos? ¿Reivindican la imposibilidad de contraer otra unión, mientras no se resuelva judicialmente la primera? ¿O el no poder pactar su ruptura, mientras no lleven un año unidos? La verdad es que persiguen solo los derechos, nunca las obligaciones».
Ciertamente, no se puede imponer a los convivientes una configuración legal no querida por ellos, pues han optado por no casarse precisamente porque prefieren mantener su relación al margen del Derecho. Lo contrario podría ir contra el principio constitucional de «libre desarrollo de la personalidad».
El derecho a adoptar
La actitud ante la homosexualidad revela también una amplia aceptación, no exenta de paradojas. A la pregunta «¿Cree que las parejas homosexuales deberían tener derecho a contraer matrimonio?», el 66% responden que sí. Una proporción similar (67,7%) responde afirmativamente a la cuestión de si «¿A las parejas homosexuales estables se les debe reconocer o no los mismos derechos y obligaciones que a las parejas heterosexuales?».
En el caso de las parejas homosexuales la pregunta genérica sobre los derechos y obligaciones solo se contrasta con la pregunta sobre un derecho concreto, el de la adopción. Y otra vez se observa que, en cuanto se pregunta por un derecho concreto, el porcentaje de aceptación baja casi veinte puntos, aunque está por encima del contrario. El 48% se declara muy o bastante de acuerdo con la idea de que las parejas homosexuales deben tener los mismos derechos que las heterosexuales a la hora de adoptar niños, frente a un 44% que está en contra.
Las respuestas revelan también una paradoja: mientras que el 70,9% niegan el derecho a adoptar a las parejas de hecho sin referencia a su orientación sexual y, por lo tanto, se presupone que mayoritariamente heterosexuales, cuando estas son homosexuales el rechazo disminuye al 44%.
Ciertamente, las encuestas de opinión nunca han pretendido asegurar la coherencia. Así, ante la frase «la homosexualidad es una opción personal tan respetable como la heterosexualidad» un 79% se declara de acuerdo frente a solo un 11,4% en contra. Sin embargo, cuando se trata de la propia familia, para un 30% sería «un problema grave» que su hijo varón o su hija «tuviera relaciones homosexuales».
Probablemente estas contradicciones son un indicio de que las preguntas de la encuesta no están muy bien planteadas. Y, en cualquier caso, de que hace falta un debate más profundo, para que cada uno sea consciente de las consecuencias últimas de lo que mantiene.
El censo cuenta por primera vez las uniones homosexuales
En el censo de Población de 2001 el Instituto Nacional de Estadística (INE) contabilizó por primera vez las parejas homosexuales que conviven. Hace unos días se han hecho públicos esos resultados: en España hay censadas 10.474 parejas del mismo sexo (3.619 de sexo femenino y 6.855 de sexo masculino), es decir, el 0,11% del total de 9,5 millones de parejas.
La cifra está a años luz del tan repetido 10% de población homosexual, y también muy por debajo del 2-3% que apuntan los estudios más serios disponibles. Sin embargo, el asunto tiene su explicación.
Cuando se habla de población homosexual generalmente se está haciendo referencia a toda la población, sin entrar en el hecho de si forman o no pareja que convive de forma estable. En la encuesta sobre salud y hábitos sexuales, cuyos resultados publicó el INE hace varias semanas, se señalaba que el 3,9% de los varones y el 2,7% de las mujeres entre 18 y 49 años habían mantenido relaciones homosexuales en algún momento de su vida, y sólo para el 1,1% de los hombres las relaciones han sido exclusivamente homosexuales. Pero una cosa es mantener relaciones en algún momento de la vida y otra bien distinta formar un hogar. Por lo visto, de ser cierta esa tasa del 2% de homosexualidad, esta población tiende mucho menos a convivir en pareja que el resto.
A eso hay que añadir que las parejas que refleja el censo son de todas las edades, no sólo de 18 a 49 años, donde la homosexualidad es más frecuente. Por estas razones, las cifras del censo son bastante verosímiles.
El análisis de los datos permite concluir también que estas parejas tienen características completamente distintas a las heterosexuales. Las diferencias se pueden extraer de la página web del INE (www.ine.es/censo/), con una advertencia: la aplicación permite extraer los resultados correspondientes a la mujer y al hombre generadores del núcleo; para las parejas del mismo sexo, los datos aparecen del mismo modo, por lo que se han interpretado haciendo caso a la variable tipo de pareja (mismo sexo) antes que al sexo. Con esta suposición, los resultados son coherentes.
Parejas más jóvenes
Por lo que se refiere a la edad, los miembros de las parejas homosexuales son más jóvenes que el resto: 36 años es la media de edad de las parejas femeninas, y 37 años de las masculinas, muy por debajo de los 50 años de los miembros de parejas heterosexuales. Con otras palabras, el peso de las parejas jóvenes es muy superior en las homosexuales: con menos de 30 años está un pequeño porcentaje de miembros de parejas heterosexuales (7%), lo cual se debe al retraso en la emancipación y en la formación de nuevos hogares de la población española; en cambio, cerca de un tercio de los miembros de parejas homosexuales tiene menos de esa edad. Si subimos un poco el umbral de edad, encontramos lo mismo: la mitad de los miembros de parejas homosexuales tiene menos de 35 años, frente al 17% de los miembros de parejas heterosexuales.
Estos resultados eran de esperar, dado que se trata de un fenómeno relativamente reciente. Pero lo que no se podía sospechar es la diferencia de edad que existe entre los miembros de la pareja, con una media de 7 años de diferencia en las homosexuales, y en las que nada menos que en el 29% la diferencia es de 10 ó más años, seis veces más que en las heterosexuales.
En segundo lugar, sorprende el tipo de hogar. Se dan dos casos extremos: son muy frecuentes los hogares integrados sólo por las dos personas que forman la pareja (el 50% de las homosexuales frente al 25% de las heterosexuales), y también son muy abundantes los hogares con varios núcleos: el 22% de las parejas homosexuales conviven en hogares en los que hay más de un núcleo, y el 10% además se trata de núcleos no emparentados, mientras que en los heterosexuales los porcentajes bajan al 6% y al 1% respectivamente.
En resumen, estas parejas se podrían agrupar en tres conjuntos: la mitad son parejas solas; el 28% son parejas con otras personas y el 22% restante viven en grupos de dos o más parejas.
De mayor nivel educativo
La presencia de hijos en este tipo de parejas es muy reducida: el 27% de las parejas femeninas viven con hijos, y el 10% de las masculinas. La media de hijos por pareja es 0,47 y 0,15 respectivamente, muy por debajo de la media registrada en parejas heterosexuales (1,22).
Otra peculiaridad la encontramos en el nivel educativo: los miembros de las parejas homosexuales están por encima del resto. Sólo el 21% tiene un nivel bajo (analfabetos, sin estudios, estudios primarios) frente al 44% de los miembros de parejas heterosexuales. Pero esta diferencia se explica fundamentalmente por la edad, dado el importante peso de las personas mayores entre las parejas heterosexuales. Si restringimos la búsqueda a menores de 40 años, las diferencias desaparecen e incluso se invierte la situación. Entre 20 y 39 años, donde se concentra la mayor parte de la población en parejas del mismo sexo (66%), el 5,5% eran analfabetos o sin estudios, frente a un 3,3% en miembros de parejas heterosexuales (3,3%).
Las diferencias sí son claras en el otro extremo de la escala educativa: el 24% de las personas en pareja del mismo sexo tienen estudios universitarios frente al 12% del resto, es decir, el doble. Si restringimos la búsqueda a menores de 40 años, las diferencias se reducen pero subsisten: 23% frente a 17%.
Junto a ese mayor nivel de estudios, en las parejas homosexuales se observa también una mayor diferencia de grado alcanzado en los estudios entre sus miembros: en el 41% de las parejas homosexuales sus miembros tienen diferente grado, frente al 31% de las heterosexuales.
Desproporcionada presencia de extranjeros
Por lo que se refiere a la tasa de actividad también se registran grandes diferencias. Los miembros de parejas de distinto sexo tienen una tasa de actividad del 69%, muy por debajo de los homosexuales, que alcanzan el 86%, en parte ligado a la mayor juventud y nivel de instrucción de los miembros de parejas del mismo sexo.
Sin embargo, la diferencia se localiza principalmente en las mujeres. Mientras que los hombres de ambos tipos de parejas tienen una idéntica tasa del 88%, la distancia entre las mujeres de uno y otro tipo es enorme: 51% de las heterosexuales frente a 82%. La razón hay que buscarla en la mayor dedicación a las tareas domésticas como actividad preferente en las primeras (43% frente a 8%), ligado a la mayor presencia de hijos y personas mayores dependientes en esas familias, donde la carga principal de la atención recae en la mujer.
Al mismo tiempo, en las parejas homosexuales se registra una tasa de paro ligeramente superior: 13,7% frente a 10,7%. Las diferencias por sexo vuelven a ser claves: las mujeres heterosexuales tienen un paro mayor (17,5%) que las de parejas del mismo sexo (14,1%), mientras que los hombres de parejas heterosexuales tienen la mitad de paro (6,9%) que los de parejas homosexuales (13,2%).
Por último, destaca la presencia de extranjeros en las parejas homosexuales: en el 38% de estas parejas, al menos 1 miembro del núcleo es extranjero. Ese porcentaje es extraordinariamente alto, si tenemos en cuenta que la población extranjera censada supone el 3,8% del total.