Los conflictos éticos de la maternidad subrogada

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La maternidad subrogada intenta adquirir respetabilidad presentándose como una ayuda desinteresada para parejas que no pueden tener hijos de otro modo, por problemas médicos o por ser parejas del mismo sexo. Pero varios casos de este verano, como la historia de la pareja australiana que, tras recurrir a una madre de alquiler en Tailandia, volvió a casa con una hija sana y abandonó al otro por sufrir síndrome de Down, han puesto de manifiesto el lado oscuro de estas prácticas.


Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 66/14

Ha habido recientemente una amplia discusión acerca de las circunstancias que rodean al bebé Gammy, que padece síndrome de Down y complicaciones cardiacas, y que al parecer fue abandonado junto a su madre natural en Tailandia por la pareja australiana que lo había encargado, aunque se llevaron con ellos a su país a la hermana del niño, que goza de buena salud. Los australianos han respondido con generosidad brindando su apoyo a este fotogénico bebé a fin de que pueda recibir el tratamiento médico adecuado.

La respuesta del gobierno tailandés ha consistido en proponer restricciones a esta forma de tráfico de seres humanos (ver artículo).

La reacción del público y de los medios de comunicación ante esta situación ha sido interesante. Al parecer, la premisa que uno y otros comparten es el rechazo al abandono de su hijo biológico por parte de una pareja porque el niño sufra una discapacidad. Añádase también la difícil situación de la madre natural, que, aparentemente, no recibió lo que correspondía en virtud del acuerdo comercial. Igualmente se ha manifestado inquietud por el hecho de que el mencionado acuerdo fuera comercial y explotase la pobreza de la madre natural tailandesa.

Un aspecto que parece quedar relativamente oculto en medio de esta discusión es que, según la práctica médica normal en Occidente, lo habitual (alrededor del noventa por ciento de los casos) habría sido abortar al niño cuando se descubrió que padecía síndrome de Down. Pero, según se ha informado, la madre natural se negó a ello alegando motivos religiosos y de conciencia. (…).

La maternidad subrogada representa un incumplimiento de las obligaciones del amor materno, la fidelidad conyugal y la maternidad responsable

Reacciones contradictorias

La mencionada decisión relativa al aborto eugenésico, generalmente apoyado por la profesión médica y que justifica una onerosa detección precoz mediante exámenes y pruebas invasivas a fin de descubrir cualquier anormalidad, da lugar a curiosas anomalías acerca de las actitudes ante la discapacidad. La descubierta antes del parto se ve de forma distinta a la que se manifiesta después del parto.

Antes del parto, es práctica aceptada inyectar cloruro de potasio en el corazón del niño no nacido a fin de provocar su muerte (…) Después del parto, aunque se tratase de un niño de idéntica o aun menor madurez o edad gestacional, poner fin a su vida se consideraría un delito penal en la mayoría de las legislaciones.

(…) Las actitudes culturales respecto de la discapacidad son, evidentemente, conflictivas. La reacción pública parece condenar a la pareja que recurrió a la gestación por encargo por haber abandonado a un niño a causa de la discapacidad, y por la postura inherentemente discriminatoria que ello supone. Sin embargo, presumiblemente, si la madre natural hubiera accedido, la misma opinión pública habría aceptado que se diera muerte al bebé Gammy antes del parto a petición de la pareja que realizó el encargo o de la agencia.

Incumplimiento de las obligaciones del amor materno

Hay otros muchos conflictos subyacentes a este caso. En realidad, la maternidad subrogada representa un incumplimiento de las obligaciones del amor materno, la fidelidad conyugal y la maternidad responsable. Es decir, hacerse responsable de un embarazo supone una relación singular con el niño en la que la mujer se convierte en la madre de este. Como tal, tiene obligaciones naturales de criar a su hijo. (…).

Además, si la mujer está casada, se ha comprometido solemnemente a que su capacidad de ser madre sea otorgada exclusivamente a su esposo, al igual que este se entrega exclusivamente a ella incluyendo su capacidad de ser padre. Ello implica un conflicto insuperable entre su condición de mujer casada y el permitir que su cuerpo sea utilizado, a cambio de dinero, para quedarse embarazada al margen de su relación con su esposo y su familia.

Uno se pregunta qué repercusión tendría sobre los dos hermanos de Gammy [hijos de la mujer tailandesa], en el caso que nos ocupa, el ver a su madre dar o de hecho vender a otros al hijo que ha alumbrado. ¿Qué supondría ahora para ellos si, habiendo querido a Gammy como a un nuevo miembro de la familia, la pareja que realizó el encargo procediera a llevarse a Gammy con ellos? ¿Cómo influiría en la confianza que tuvieran en el vínculo contraído con su madre, y con su padre si es que existe un padre?

Los contratos comerciales –o incluso los denominados “altruistas”– de maternidad subrogada ofenden a la dignidad y al derecho del niño de ser concebido, llevado en el seno materno, traído al mundo y criado por sus propios padres. Este derecho está reconocido por las Naciones Unidas en la Convención de Derechos del Niño (…).

La madre de alquiler es tratada implícitamente como un objeto, siendo su cuerpo utilizado como una mera incubadora

La maternidad subrogada crea, en perjuicio de las familias, una división entre los elementos físicos, psicológicos, emotivos y espirituales que las constituyen. La capacidad de la mujer de llevar a un hijo en su seno queda implícitamente separada de su papel de madre de ese hijo y de cualesquiera otros que pueda tener. Tiene que ingeniárselas para negar cualquier afecto que sienta por el niño encargado que lleva en su vientre. (…).

A ese respecto, el trato que se da a la madre subrogada resulta problemático, ya que no se reconoce la maternidad que existe al quedarse embarazada y criar al hijo hasta su nacimiento. La madre subrogada es tratada implícitamente más como un objeto que como la madre del niño, siendo su cuerpo utilizado como una mera incubadora. Como madre de su hijo, está vinculada a él física, emotiva, psicológica y espiritualmente, y esa realidad no debería negarse.

Celebrar un contrato en virtud del cual la relación maternal vaya a ser rechazada, es algo esencialmente viciado. Ello queda confirmado por el número de casos en los que la madre natural decide no entregar a su hijo para que sea adoptado por la pareja que realizó el encargo, aun cuando se hayan utilizado los gametos de la pareja y no haya relación genética entre la madre natural y el nacido.

Maternidad subrogada “altruista”

En la denominada maternidad subrogada “altruista” no existe el componente comercial o de tráfico, pero dado que normalmente tiene lugar entre parientes, es más probable que el proyecto dé lugar a tensiones entre la pareja que realiza el encargo y la mujer encargada y la familia de esta. Acudió a mi consulta una mujer que se sentía presionada en este sentido, tanto por su hermana infértil como por sus propios padres y otros miembros de la familia. Estos opinaban que ella tenía una obligación. Ella pensaba que no podía elegir. En realidad, no era un verdadero consentimiento.

A decir verdad, la maternidad subrogada de carácter comercial resulta habitualmente mucho menos complicada que las complejas relaciones emotivas en virtud de las cuales una hermana puede ser inducida, bajo presión emocional, a realizar este servicio que involucra tan íntimamente a su cuerpo. Esto no deja de tener efecto sobre sus relaciones familiares, su salud y la indeleble repercusión de ser efectivamente la madre natural del nacido. (…).

Biológica y psicológicamente, la pérdida de un hijo en el parto o poco después constituye una enorme carga difícil de soportar, como bien atestiguan quienes sufren el nacimiento de un hijo muerto. Si el hijo de encargo permanece dentro del clan familiar, entonces la conflictiva naturaleza de la situación estará siempre presente; en especial, si la pareja que realiza el encargo toma decisiones con las que la madre natural puede estar en desacuerdo. Se ha demostrado que las decisiones sobre tratamiento médico del hijo e incluso sobre su escolarización, son una fuente de tensión porque, en realidad, el embarazo y el alumbramiento forjan una relación singular entre la madre y el hijo que ella llevó. Ella ha dado mucho de sí misma a su hijo. (…).

Luego están las repercusiones en los otros hijos de la madre natural y en su esposo, si lo tiene. La mayoría de las agencias no aceptarán a una madre subrogada que no considere que su propia familia está completa, pues es más probable que surjan complicaciones para el cumplimiento de la renuncia acordada. ¿Qué significa para un hombre que ha formalizado una relación exclusiva, implícita en el matrimonio en casi todas las culturas, ver que su compañera es explotada de esta forma? En especial, como es habitualmente el caso, si se ven empujados a ello por la pobreza y el beneficio monetario de la operación. ¿No tendrá él la sensación de que le ha fallado a ella? (…).

Otros aspectos acarrean explotación comercial. La cantidad que habitualmente se paga a la madre subrogada o al donante de órganos es, habitualmente, demasiado pequeña para que suponga, a largo plazo, alguna diferencia para que la familia salga de la pobreza. Estudios realizados por el gobierno filipino, que me contrató como asesor, no mostraron cambio significativo alguno en la pobreza de donantes vivos de riñones que habían recibido entre 1.500 y 3.000 dólares australianos por su sacrificio. (…).

Discriminación reproductiva

Otra complicación más es el deseo de las parejas que realizan estos encargos de que se lleven a cabo pruebas invasivas a fin de determinar el sexo del bebé, con el fin de tener un niño del sexo deseado. La práctica es frecuentemente recomendada por motivos de “equilibrio familiar” en el contexto australiano, pero también puede ser discriminatoria contra las niñas en sociedades que prefieren varones, a menudo por motivos económicos tales como la necesidad de tener un hijo que trabaje la tierra o para evitar el pago de una elevada dote por una hija cuando se case.

Evidentemente, la selección de sexo, así como la realización de pruebas y posterior selección –todo ello para evitar la transferencia de embriones no deseados–, puede figurar en el contrato. No obstante, el procedimiento sigue siendo muy caro y sus tasas de éxito muy reducidas. Los datos contenidos en el informe más reciente de la Agencia de Tratamiento para la Reproducción Asistida del estado de Victoria mostraban que solo hubo 17 nacimientos en todo el estado después de más de 400 intentos de diagnóstico genético preimplantatorio (DGP). (…).

El DGP supone valorar la vida humana solo dentro de los parámetros de “normalidad” y bienestar físico. Tratando al embrión humano como mero “material de laboratorio”, la dignidad del niño que se desarrolla también es sometida a discriminación en la práctica. La dignidad pertenece por igual a cada ser humano, independientemente de los deseos de los padres, o de la condición social, la formación académica o el nivel de desarrollo físico de la persona.

Si en otras épocas de la Historia –por más que el concepto y los requisitos de la dignidad humana fueran generalmente aceptados– se practicaba la discriminación basándose en la raza, la religión o la condición social, existe hoy en día una forma no menos grave ni injusta de discriminación contra seres humanos que padecen enfermedades o discapacidades graves. Las personas enfermas y discapacitadas no forman una categoría aparte de la humanidad; la enfermedad y la discapacidad constituyen, más bien, una parte de la condición humana y afectan a la mayor parte de los individuos en algún momento. (…).

Problemas cuando el hijo crezca

Una de las cosas que hay que tener presentes en todo lo que estamos tratando es que la mayoría de las parejas (el 77%) que se someten a un procedimiento de fecundación in vitro (FIV) no logran el nacimiento de un hijo. (…) Para la mayoría, el procedimiento falla. Esto se ve complicado en gran medida cuando hay un acuerdo de maternidad subrogada y hay que tratar con agencias extranjeras con ánimo de lucro y hacer frente a las leyes de inmigración. (…).

Es más probable que los auténticos problemas planteados por la forma de concepción se presenten más adelante, cuando el hijo entienda mejor lo que sucedió y, en el caso de uno o varios donantes, comprenda que ha habido una fragmentación de la paternidad y que hay otros que tienen una relación de progenitores con él. Si el asunto ha sido ocultado, eso puede provocar resentimiento. Si el joven tiene inquietudes relativas a su identidad, estas pueden verse exacerbadas y puede ser necesario hallar al donante oculto y a otros miembros de la familia.

Por último, uno de los problemas de los contratos de maternidad subrogada es que constituyen, en efecto, la decisión de adoptar a un hijo; una adopción por parte de los padres que hicieron el encargo que puede no ser en el mejor interés del hijo, porque los términos del acuerdo pueden negar a este todo contacto con la madre natural, y con el hombre que es el padre de gestación a través de su relación con la madre. Esencialmente, los contratos de maternidad subrogada pueden suponer tratar a la madre natural y al hijo como objetos que van a ser usados en beneficio de la pareja que realiza el encargo.

El Prof. Nicholas Tonti-Filippini es
director de Bioética en el Instituto Juan Pablo II
para el Matrimonio y la Familia en Melbourne.
Ha sido miembro del Australian Health Ethics Committee.

Este artículo es una versión abreviada del publicado en ABC (Australia) y MercatorNet.

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