En España, la Fundación La Caixa acaba de presentar el último documento de su Colección de Estudios, de título «Monoparentalidad e infancia» (1). A menor escala, y con otro enfoque, explora los mismos vínculos entre familias fracturadas y pobreza que muestra el informe «Breakdown Britain». Datos para titulares son que la tasa de riesgo de pobreza en familias monoparentales es del 40%, aproximadamente el doble que en el caso de familias con ambos padres; que de 1991 a 2001 los hogares formados por padre o madre solos con sus hijos aumentaron un 135%, o que el riesgo de fracaso escolar es más alto en los hogares con un solo progenitor.
El informe dedica alrededor de dos terceras partes a exponer los datos de la transformación social que han sufrido las familias españolas en las últimas décadas, mostrando las consecuencias negativas que tiene la monoparentalidad sobre la infancia en términos económicos y -tangencialmente- educativos.
Las conclusiones se fundan en la idea de que el problema no está en la desestructuración de las familias, sino en la falta de ayudas dirigidas a paliar sus consecuencias. Es decir, que nadie se atreva a concluir que lo que se necesitan son familias estables; en vez de reconocer las patologías familiares, se prefiere disfrazarlas como «riqueza y variedad que encierra la realidad familiar». Aun así, reclama una reforma del sistema de prestaciones por hijo a cargo, «la única medida que podría permitir combatir eficazmente la pobreza infantil», y que es una petición tradicional de las asociaciones familiares.
A saber: aumentar el dinero que el Estado concede a las familias por cada hijo. Porque, además de que el límite de ingresos para acceder a esas prestaciones en España es muy bajo (8.793 euros anuales), su nivel está muy por debajo del de la Europa de los 15. Así, por ejemplo, mientras España concede 24,25 euros por hijo con independencia del número de vástagos, en Irlanda va de los 117 hasta los 147 a partir del tercer hijo; en Bélgica de los 75 a los 208. En Francia las prestaciones llegan a los 411 y a los 179 en Alemania.
Pobreza infantil y fracaso escolar
El estudio señala que los hogares monoparentales son los que presentan las tasas de pobreza más elevadas en Europa. En la Europa de los 15, el 35% de las familias monoparentales están bajo el nivel de pobreza, tasa que en España supera el 40%. Uno de cada tres hogares monoparentales españoles tiene que pasar el año con unos ingresos inferiores a los 9.000 euros. En los hogares formados por parejas con hijos a cargo, la tasa es del 22,7%.
Estos datos hacen suponer que el aumento de la monoparentalidad es uno de los factores que ha contribuido a que en 17 de los 24 países de la OCDE de los que se tienen datos haya aumentado la pobreza infantil.
Este empobrecimiento repercute sobre la educación de los niños. Según el estudio, «la tasa de pobreza infantil persistente explica mejor que otros indicadores de pobreza las pautas de fracaso escolar en la Unión Europea. Los resultados de los análisis de regresión realizados, muestran que el bajo rendimiento escolar obedece en una importante medida al influjo de la pobreza infantil».
Lo que no tiene discusión es que el abandono escolar temprano es mayor en las familias monoparentales que en las que cuentan con padre y madre: un 28,74% en este caso y un 34% en los hijos que viven en un hogar monoparental. Para calcular esta tasa se utiliza el porcentaje de población entre 18 y 24 años que no ha completado el segundo ciclo de Secundaria y no sigue ningún tipo de estudio o formación. El documento señala que como en la sociedad del conocimiento la inversión en capital humano es decisiva para el futuro individual y colectivo, «el nivel de escolarización post-obligatoria constituye un buen indicador de la medida en que los jóvenes están preparando adecuadamente su porvenir». Además, «los niños pobres tienen dos veces y media más probabilidades de no sacarse el graduado escolar».
El peso de los hogares monoparentales
Entre 1991 y 2001 el número de hogares españoles ha crecido un 61,6% (de 11,85 a 14,31 millones), mientras que la población lo hizo en un 18,5%. Esto lleva a la disminución de su tamaño, de 3,9 personas por hogar en 1970 a 2,86 en 2001. Aun así, la dimensión media de los hogares en España sigue siendo una de las mayores de Europa.
Para el estudio, esta disminución es resultado fundamentalmente de dos factores: descenso de la fecundidad y «descenso de la complejidad» de los hogares, en los que conviven en menor medida miembros de varias generaciones. No en vano los hogares unipersonales han pasado de ser un 7,5% a una quinta parte (20,3%) del total de hogares. En 2001, los hogares monoparentales son alrededor del 10% de todos los hogares españoles y las parejas sin hijos en torno al 20%.
El peso relativo de los hogares monoparentales es parecido en ambos casos: 9,9% de todos los hogares y 9,5% de la población viviendo en ellos.
El estudio señala que la monoparentalidad va a seguir aumentando. Una de las claves para entender esa evolución, a juicio de los anteriores, será la ley de «divorcio exprés» aprobada el pasado año. «La adopción de un divorcio rápido y más cómodo podría significar no tan sólo una agilización del procedimiento sino una mayor proclividad a la quiebra matrimonial», dice.
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(1) Lluís Flaquer, Elisabet Almeda y Lara Navarro-Varas. «Monoparentalidad e infancia». Colección de Estudios Sociales, n. 20. Fundación «La Caixa». Barcelona (2006).