Las autoridades israelíes, después de cinco años de proceso, han negado la nacionalidad a una familia rusa de origen judío por ser católica. Además, el fallo del Tribunal Supremo les convierte en apátridas, porque su pasaporte soviético ha perdido validez.
La «ley de retorno» (1950) israelí otorga el derecho a inmigrar y naturalizarse a cualquier persona que demuestre tener al menos un abuelo judío, pero exceptúa a quienes tengan otra religión. Gracias a ella, miles de judíos procedentes de todo el mundo han conseguido la nacionalidad israelí.
La familia Deriev (los padres y un hijo) se convirtió al catolicismo en 1990 en Kazajstán, su último lugar de residencia en la antigua URSS. La familia decidió emigrar a Israel siguiendo el ejemplo de miles de judíos soviéticos. En la URSS, ser hebreo era una nacionalidad más, como ser ucraniano o checheno, y así figuraba en los pasaportes. Pero no tenía nada que ver con la religión; de hecho, los Deriev nunca practicaron el judaísmo. Por eso, al rellenar el formulario exigido por la ley de retorno pusieron «católica» en el apartado «fe», pues no imaginaban que sus creencias afectaran a la nueva nacionalidad. Según la señora Deriev, «habría sido vergonzoso que ocultara mi fe, pues la conversión ha sido la única decisión importante que he tomado en mi vida».
La nacionalidad israelí es compatible con tener una fe distinta a la judía. Pero la ley de retorno exige declararse judío de religión o no creyente.
Los Deriev se han quedado sin nacionalidad en unos tiempos poco favorables para los emigrantes. Según su abogada, «si tienen problemas es porque no mintieron». Sólo queda que algún país los admita como refugiados.