El pasado 16 de marzo, miércoles de ceniza, unos 600 fieles laicos anglicanos y 20 clérigos de Inglaterra y Gales decidieron incorporarse formalmente al nuevo Ordinariato Personal de Nuestra Señora de Walsingham, fórmula creada por Benedicto XVI para recibir a los anglicanos que quieren ser católicos sin perder sus tradiciones litúrgicas. Tal y como establece el decreto de erección del Ordinariato (cfr. Aceprensa, 18-01-2011), los cerca de 600 fieles laicos de la Comunión Anglicana que han manifestado su voluntad de incorporarse a este marco jurídico, ahora recibirán un curso de formación sobre la fe católica.
En la Vigilia de Pascua, el próximo 23 de abril, estos 600 fieles darán el paso a la plena comunión con Roma. Según informa el Catholic Herald (17-03-2011), a ellos podrían sumarse otros 300 fieles más.
Además, en Pentecostés se ordenarán sacerdotes católicos unos 60 ex ministros anglicanos; de ellos, 20 participaron en la celebración católica del miércoles de ceniza. De todos modos, todavía no hay datos oficiales definitivos y aún se esperan nuevas incorporaciones.
Gestos de aprecio
Una cosa está clara: el interés de Benedicto XVI por cuidar todos los detalles -espirituales y humanos- que rodean el proceso de bienvenida a los anglicanos que desean integrarse en el Ordinariato Personal de Nuestra Señora de Walsingham.
Hay que recordar que la creación de los Ordinariatos personales fue una respuesta del Papa a las peticiones que le llegaban de muchos anglicanos (cfr. Aceprensa, 20-10-2009).
Además, la semana pasada Benedicto XVI otorgó el título honorífico de monseñores a los tres primeros ex obispos anglicanos incorporados al nuevo Ordinariato: Keith Newton, John Broadhurst y Andrew Burnham. Los tres fueron ordenados sacerdotes católicos el pasado 16 de enero (cfr. Aceprensa, 18-01-2011).
Según las normas generales por las que se rigen los Ordinariatos -tanto el de Nuestra Señora de Walsingham como los que se creen en el futuro-, los clérigos casados procedentes del anglicanismo podrán ser ordenados sacerdotes católicos con una dispensa especial, en función de criterios objetivos y de las necesidades del Ordinariato (cfr. Aceprensa, 10-11-2009).
Ahora bien, los clérigos casados de la Iglesia de Inglaterra y ordenados después como sacerdotes católicos no podrán ser designados Ordinarios a título de obispos, de acuerdo con la tradición de la Iglesia católica latina y de las iglesias católicas orientales y de la ortodoxia.
En el caso del Ordinariato Personal de Nuestra Señora de Walsingham, Benedicto XVI designó Ordinario a Keith Newton. Como está casado y es padre de tres hijos, es Ordinario a título de sacerdote.
No obstante, el Papa ha querido honrarle con el nombramiento de protonotario apostólico, la más alta dignidad eclesiástica para quienes no son obispos. A Broadhurst y Burnham -que están ayudando a Newton a poner a punto el Ordinariato- les ha nombrado prelados de honor.
Acoger con calor humano
A algunos, todo esto de los nombramientos honoríficos les podría parecer anticuado. Entre quienes tienden a ver la vida de la Iglesia en clave política, siempre habrá algunos que los interpreten como simples gestos para la galería (anglicana).
Pero vistas las cosas desde otra óptica, se entiende que Benedicto XVI esté cuidando hasta los más pequeños detalles para dar una bienvenida calurosa a los recién incorporados. No hay que olvidar que los tres nuevos sacerdotes católicos eran, hasta hace unos meses, destacados obispos en la Iglesia de Inglaterra.
Por otra parte, este tipo de gestos desactivan la idea -más o menos fundada en algunos ambientes anglicanos- de las “conversiones frías” al catolicismo. En este sentido, el pianista británico Stephen Hough -converso al catolicismo durante su adolescencia- cree que la creación del nuevo Ordinariato va a facilitar el peregrinaje de los fieles anglicanos que quieren convertirse al catolicismo.
Lo explica con una imagen plástica en su blog del Daily Telegraph (9-03-2011). “Cuando me hice católico al final de mi adolescencia, sentí que me movía de un pequeño pueblo a una gran ciudad. Y, de hecho, está muy cerca de ser cierto. Me crié en un pequeño pueblo de Cheshire, donde muchos amigos míos iban a la capilla evangélica. Tenía una cálida moqueta y cantábamos himnos familiares. Cuando empecé a ir a una iglesia católica -con sus suelos de mármol y sus altos techos- de alguna manera sentí que le estaba dando la espalda a la historia y a la cultura de mi familia”.
“Mi abuela nació en el seno de una familia protestante de Orange en Liverpool, donde estar en el lugar equivocado de la disputa entre protestantes y católicos te podía hacer merecedor de una buena pedrada en plena calle. A finales de los años setenta todavía había prejuicios. ‘Los curas se llevarán tu dinero’, me advertían. Y, de vez en cuando, algún amigo condescendía con un ‘quizá se salven algunos católicos’”.
Poco a poco, Hough fue descubriendo el calor de la liturgia católica y la amabilidad de esos denostados “papistas” contra los que le habían puesto en guardia. Con todo, de su relato se desprende que Hough no lo tuvo nada fácil; aunque él le quita hierro al asunto con algunas bromas, sorprende su valentía para convertirse al catolicismo en un ambiente adverso.
Hough se alegra por los que vienen detrás de él. “Nuestras iglesias [católica y anglicana] se entienden mejor ahora. Hay espacio para un intercambio en dos direcciones. Espero que el Ordinariato haga más caluroso ese intercambio”.
“Durante mi conversión al catolicismo, sentí que estaba atravesando una enorme puerta prohibida. Ahora agradezco a Dios que cuando la gente emprenda este mismo viaje, la puerta ya no estará cerrada sino entreabierta, con una luz latiendo al fondo”.