Una ley rusa antisectas margina a los cristianos no ortodoxos

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Al tiempo que se celebraba en Austria la Asamblea Ecuménica Europea, la Duma (Parlamento ruso) aprobaba en Moscú un proyecto de ley que pretende atajar la incursión de las sectas en Rusia. Por su marcado nacionalismo, la «Ley sobre la libertad de culto» -que sustituye una más abierta de 1990- va a obstruir el trabajo de los misioneros católicos y de otras Iglesias cristianas no ortodoxas.

La Duma aprobó con amplia mayoría el proyecto de ley religiosa, que establece la primacía nacional de la Iglesia ortodoxa al señalarla como «parte inalienable del patrimonio histórico, espiritual y cultural de Rusia». Asimismo, define confusamente como religiones «tradicionales» de Rusia -junto a la Iglesia ortodoxa- al islam, el budismo, el judaísmo y «otras religiones» que no precisa.

Las religiones que no son consideradas explícitamente como «tradicionales» deberán acudir a registrarse antes del 31 de diciembre de 1998. En el registro, para obtener el reconocimiento de «organización religiosa panrusa» y lograr plenos derechos públicos, una Iglesia o Confesión tendrá que presentar las firmas de cien mil fieles y demostrar que tiene «representaciones» hoy y desde hace más de cincuenta años en al menos la mitad de las provincias rusas.

Las que no consigan ese reconocimiento, serán consideradas «grupos religiosos» y no tendrán personalidad jurídica durante al menos los quince años posteriores a tal registro. Tampoco tendrán derecho de propiedad, edición de publicaciones, culto público o de crear instituciones de enseñanza. Esos quince años serán como un periodo de prueba para recibir el título de «organización religiosa» a nivel local.

Durante ese tiempo podrían ser sancionadas si hacen propaganda a favor de la objeción de conciencia, de medicinas alternativas o si provocan daños (no especificados) «a la moral y a la salud de la población». Antes de subir de la categoría de «grupo» a la de «organización» religiosa, una Comisión estatal juzgará las doctrinas teológicas y las prácticas litúrgicas de los grupos. La ley hace una distinción poco clara entre las organizaciones que se registran a nivel local y regional.

Por lo que respecta a la Iglesia católica, el arzobispo de Moscú y administrador apostólico de la Rusia europea, Tadeusz Kondrusewicz, ha manifestado estupor al saber que la Duma no considera «tradicional» a una Iglesia que, como la católica, lleva siglos en el país y que «tenía medio millón de fieles antes de la revolución rusa, contaba con 150 parroquias, dos seminarios, en San Petersburgo y Saratov, y una academia teológica en San Petersburgo, de la que salieron 62 obispos y dos cardenales».

Sobre la discriminación de los católicos ha hablado también el obispo católico de Siberia, Joseph Werth. En declaraciones recientes a la agencia APIC dice que la Iglesia ortodoxa ha hecho «numerosas exigencias para que el Estado intervenga en la legislacón religiosa» y que la minoría católica de Siberia, de dos millones de personas, es considerada «extranjera en tierra ortodoxa».

El proyecto de ley sobre la libertad de culto necesita pasar las enmiendas y la aprobación del Consejo de la Federación (Cámara alta). Luego vuelve a la Duma y ha de ser firmada por el presidente. Algunos críticos han pedido a Yeltsin que la vete, alegando que la Constitución de 1993 establece que las religiones «serán iguales ante la ley».

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