China toma la vanguardia de la clonación

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Tras varios años en la sombra, la clonación ha vuelto a escena al publicarse un experimento chino que por primera vez la ha conseguido con primates, lo cual permite suponer que también sería factible en humanos. Pero eso no es seguro, y además el procedimiento recién hallado es poco eficiente por ahora.

Los investigadores en clonación humana han declarado siempre que no persiguen fines reproductivos, sino terapéuticos. O sea, pretenden crear embriones humanos clónicos para extraer de ellos células madre. Como serían genéticamente idénticos al paciente clonado, no habría peligro de rechazo (sí de proliferación incontrolada). Los embriones resultarían así destruidos.

No se llegó lejos. Aunque después del primer mamífero clónico, la oveja Dolly (1996), se ha logrado la clonación en 23 especies animales, no ha habido éxito en humanos, ni hasta ahora en primates. El experimento del profesor coreano que en 2004 dijo haber obtenido los primeros embriones humanos clónicos resultó ser falso.

Hasta ahora, China es el único país que ha iniciado ensayos clínicos de manipulación genética mediante el nuevo método CRISPR

La clonación es cara y complicada, y si el objetivo es terapéutico, la sustituye con ventaja el método descubierto en 2007 por Shinya Yamanaka, Premio Nobel de Medicina en 2012 por ese motivo. El profesor japonés consiguió reprogramar células de individuos adultos para convertirlas en células madre pluripotentes, tan versátiles como las de embriones, y genéticamente idénticas al paciente sin necesidad de clonación. Los investigadores abandonaron en masa la clonación, empezando por Ian Wilmut, el creador de Dolly. También el primero que obtuvo células embrionarias humanas por clonación, Shoukrat Mitalipov, en 2013, se dedica ahora a la manipulación genética mediante CRISPR.

Sin utilidad terapéutica

El trabajo recién publicado ha logrado por primera vez el nacimiento de primates clónicos, concretamente dos macacos. El director de la investigación, Qiang Sun, de la Academia China de Ciencias en Shanghái, ha declarado que, en principio, el procedimiento podría aplicarse a seres humanos, pero no tiene intención alguna de hacerlo. En todo caso, en su estado actual, el método sirve para la clonación reproductiva, no terapéutica.

El equipo de Qiang empleó la misma técnica con que se creó Dolly: tomar un óvulo y sustituir su núcleo por el de una célula somática del ejemplar que se pretende clonar. La mayor dificultad está en el paso siguiente: provocar artificialmente las reacciones que de modo natural induce la fecundación y son necesarias para que el embrión se desarrolle.

Con ovejas y otras especies sirven una descarga eléctrica y un caldo de nutrientes y factores de crecimiento, pero el caso de los animales superiores es más complejo: por eso, los experimentos de clonación con primates y humanos no habían pasado nunca de la fase de blastocisto (entre el 4º y el 6º día tras la fecundación). Qiang lo ha logrado añadiendo ARN mensajero y tricostatina A, un compuesto que influye en la expresión de genes.

La eficiencia del procedimiento es muy baja. Los macacos presentados al público, dos hembras, son los únicos supervivientes de 79 embriones clónicos implantados en 21 monas, de las que 6 quedaron preñadas y una parió a ambos. Naturalmente, hay que esperar para comprobar cuánto tiempo viven y con qué salud.

En China no hay las restricciones presupuestarias, las regulaciones más estrictas ni los escrúpulos que han frenado los experimentos con animales superiores en Occidente

También nacieron dos ejemplares más de otra madre, pero vivieron muy poco y uno de ellos presentaba anormalidades. Lo significativo es que estos se generaron con células de animal ya crecido; solo ha habido éxito utilizando células fetales de macacos abortados. Por tanto, si la técnica no funciona partiendo de sujetos nacidos –los que habría que tratar con células madre de su clon–, carece hoy por hoy de utilidad terapéutica.

Macacos para investigar

Pero la finalidad del experimento no es la clonación terapéutica, sino disponer de primates para investigar. Otros animales más fáciles de criar, pero con menor semejanza biológica con los humanos, no siempre sirven: por ejemplo, ningún tratamiento contra el alzheimer que ha sido eficaz en ratones ha funcionado en personas.

Con macacos es más probable el éxito, y si son clónicos, permiten evaluar con exactitud el efecto de un fármaco o tratamiento experimental. Por ejemplo, se puede estudiar la influencia de un gen en un tipo de cáncer modificándolo en una parte de un grupo de animales genéticamente idénticos para compararlos con los demás, que solo se diferenciarán en el gen manipulado.

Ahora bien, para obtener resultados concluyentes de esa manera, harían falta primates clónicos en gran número. Dadas la dificultad y la baja tasa de éxitos del procedimiento inventado, el costo sería excesivo.

De hecho, China adoptó en 2011 un programa nacional de investigación que requiere un gran aumento de la producción de primates, y lo está cumpliendo a menor precio y mayor rendimiento con métodos convencionales. Según Nature, las empresas chinas dedicadas a la cría de esos animales pasaron de 10 en 2004 a 34 en 2013.

Manga ancha en China

Eso es posible en China porque allí no hay las restricciones presupuestarias, las regulaciones más estrictas ni los escrúpulos que han frenado los experimentos con animales superiores en los países occidentales. En estos se extiende la opinión de que es cruel hacer sufrir a tales criaturas provocándoles enfermedades para investigar. Por eso, en 2013 el gobierno de Estados Unidos dejó de financiar experimentos con chimpancés y desmanteló casi por completo sus animalarios de primates.

Solo ha habido éxito utilizando células fetales de macacos abortados, no a partir de ejemplares adultos, por lo que la técnica no tiene utilidad terapéutica

La manga más ancha de China en bioética está permitiéndole tomar la delantera también en otros terrenos. Hasta ahora, es el único país que ha iniciado ensayos clínicos de manipulación genética mediante el nuevo método CRISPR. El más reciente, cuenta The Wall Street Journal, solo necesitó para ser aprobado una reunión del consejo de administración del hospital donde se llevará a cabo. En cambio, el que probablemente será el primer ensayo clínico fuera de China, propuesto por un equipo de la Universidad de Pensilvania, lleva dos años en trámites de autorización ante los organismos oficiales, que exigen probar razonables posibilidades de éxito y reducir al mínimo el riesgo para los pacientes.

Con su permisividad, China aspira a convertirse rápidamente en la primera potencia biomédica mundial. Poderío para lograrlo no le falta. Pero con su insuficiente rigor ético corre el peligro de que, como al aprendiz de brujo, los experimentos empiecen a írsele de las manos.

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