La Habana.- “¿Y vas a tenerlo?”. Es esa la primera pregunta que, por regla general, escucha una mujer en Cuba cuando anuncia que está embarazada. El aborto, aparece como la “solución”. Además, es gratis, y lo brindan las instituciones del sistema nacional de salud sin que medien demasiados obstáculos.
Las estadísticas del Ministerio de Salud Pública hablan por sí solas de la aceptación que alcanza el aborto, en una sociedad donde los medios de difusión -salvo los pocos con que cuenta la Iglesia católica- no suelen dedicar espacio a informar sobre métodos de planificación que no afecten a la vida del no nacido. Y no vale el argumento común de que la mala situación económica sea la causa casi exclusiva de que las mujeres tomen esa decisión, pues en 1986 (la década del 80 fue la de mayor auge económico en Cuba) se efectuaron 160.926 abortos (una tasa de 49,1 por mil mujeres), el mayor número hasta hoy.
En la pasada década, los registros no dejaron de ser preocupantes. Por ejemplo, en 2005 se practicaron 62.530 legrados; 74.843 en 2008, y en 2009 la cifra se elevó a 84.687 (19,1; 23,0 y 26,3 abortos por 1000 mujeres, en orden respectivo según el año). Y no se cuentan aquí las cifras de abortos por “regulación menstrual” (aspiración del embrión en el útero, hasta seis semanas después de la concepción), ni los que se producen como consecuencia de la aplicación de dos fármacos: el levonorgestrel (la conocida “píldora del día después”) y el misoprostol, ambos de reciente introducción en la Isla.
En 2009 la tasa natalidad ascendió levemente a 11,6 niños por mil habitantes, pero la tasa de fecundidad se mantiene en 1,7 hijos por mujer, menos que los 2,1 necesarios para el reemplazo de generaciones. Luego es fácil comprender cómo, con una población de apenas 11,2 millones, Cuba experimenta un estancamiento demográfico, por el que las autoridades han expresado su preocupación. Incluso, durante su visita a Cuba en 2005, el entonces arzobispo de Génova, cardenal Tarcisio Bertone, recibió una petición del más alto nivel del gobierno cubano para que la Iglesia ayudara a frenar el aborto, algo que, desde luego, ya estaba haciendo, y que no ha dejado de hacer.
Aborto sin obstáculos
El cubano medio tiene una mentalidad abortista, y piensa que se le hace un bien al niño que no se le permite nacer si no es sano, o si llega al mundo a vivir en condiciones económicas difíciles, y hasta se considera que es un bien para el niño ser abortado si no es “deseado”.
No es de extrañar que, en una investigación de carácter nacional, efectuada en 2006 a unas 4.000 mujeres, 132 de ellas dijeran preferir ese método -aunque la mayoría de la muestra se inclinó hacia dispositivos igualmente abortivos-, pues “es seguro”, “no pasa nada”, y “de eso se sale rápido”.
El aborto es legal en Cuba desde 1936, y se permitía hacerlo si con el embarazo peligraba la vida de la madre, o si era consecuencia de una violación.
La doctora Concepción Morales, coordinadora del Movimiento Pro-Vida Cuba, explica que “aunque solo era legal en esos casos, había médicos que efectuaban abortos a libre demanda en consultas particulares. Incluso las norteamericanas venían a Cuba para practicarse abortos. En casi todos los poblados había un médico abortista, y todos sabían quién era”.
“En 1959, al triunfar la Revolución, algunos de ellos fueron a parar a la cárcel, otros se fueron del país, y personas con ‘mala técnica’ empezaron a practicar abortos. Por tal razón, la mortalidad materna aumentó, y a alguien se le ocurrió ‘institucionalizar’ la práctica, sin todavía redactar una ley. Así, a inicios de los años 60, se comenzaron a hacer abortos gratuitos en las instituciones de salud estatales, si bien hasta la aparición del Código de Familia, en 1975, no hubo una ley al respecto”.
Actualmente, por una disposición del Ministerio de Salud Pública, el aborto es a libre demanda hasta las 12 semanas; hasta las 26 se permite por causas psicosociales, económicas y por malformación fetal, y a partir de las 26 es legal por violación y peligro de la vida de la madre.
“En cuanto al término ‘aborto criminal’, solo se considera tal el que se hace por dinero, el que es practicado por alguien que no es especialista médico, y el que se realiza fuera de una institución estatal de salud”.
Más que una opción, un imperativo
En este contexto tan desfavorable, Pro-Vida Cuba lleva adelante su labor desde 1995. Ya en ese momento, la doctora Morales y su esposo, el también doctor Héctor González, enseñaban el método Billings de planificación natural familiar. El Movimiento se fundó tras sus intercambios con un miembro de ADEVI (Asociación para la Defensa de la Vida), de Costa Rica, y tras la visita a Cuba del entonces presidente de Vida Humana Internacional, P. Paul Marx.
“Lo más significativo en estos años -expresa la doctora Morales- ha sido educar sobre el mal del aborto, una labor sin muchos recursos, pero un trabajo en equipo en casi todas las diócesis del país, viajando a veces en pésimas condiciones, lo mismo en tren que en bicicleta. Se ha tratado de llevar el tema pro-vida a todas partes, aunque no tenemos posibilidades de televisión ni de otros medios”.
“Aspiramos a continuar educando en estos temas a la población cubana. Además de refundar recientemente el grupo de Jóvenes Pro-Vida, deseamos recomenzar el trabajo de atención a gestantes en crisis, brindándoles atención económica en la medida que podamos para evitar que aborten. Para eso estamos formando un grupo de muchachas muy entusiastas. Anteriormente ya habíamos tenido centros de atención a embarazadas en crisis, pero terminaron por razones económicas. Ahora queremos comenzar de nuevo”.
Y como la defensa de la vida no es una opción, sino un imperativo, los mensajes en defensa del no nacido son visibles en ocasiones en las paredes de escuelas y hospitales, mediante carteles referidos a la paternidad y la maternidad, y en otros, alegóricos al Día por la Vida, que colocan enlas puertas de sus casas los activistas pro-vida. Hay que enterar a la gente, y no faltan anécdotas:
“Un día -relata la doctora Morales-, de viaje hacia la provincia de Camagüey (centro del país), una persona protestó por el video que se estaba exhibiendo en el ómnibus, y entonces yo le propuse al chofer que pasara uno que yo llevaba. Se titulaba ‘La vida humana: la primera maravilla’. Al final, todos los viajeros concordaron en que ese sí era un material que valía la pena”.