Contrapunto
Un artículo publicado en Science ha echado un jarro de agua fría sobre las posibilidades terapéuticas de las células madre embrionarias en la lucha contra la diabetes. Hasta ahora varios equipos científicos habían logrado desarrollar, a partir de células madre embrionarias y adultas, células beta pancreáticas productoras de insulina. Células que podrían sustituir a las células enfermas del paciente. En España, el equipo de Bernat Soria anunció que con este sistema había logrado eliminar los síntomas de la enfermedad en ratones con diabetes inducida.
Ahora, el artículo de los biólogos Douglas Melton y Jayarak Rajagopal, de la Universidad de Harvard, concluye que las células especializadas obtenidas a partir de células madre no producen realmente insulina, sino que absorben esta hormona del medio circundante y la van liberando a lo largo de varias semanas. Es decir, las células madre embrionarias no se habrían transformado en células beta productoras de insulina. No dicen que sea imposible hacerlo, pero por ahora no se sabe cómo.
Su estudio contradice otros experimentos y será también debatido. No hay por qué extrañarse. La ciencia procede con métodos de ensayo y error. A veces líneas prometedoras de investigación resultan infructuosas; y otras veces se obtienen resultados por caminos inesperados.
Lo malo es cuando la ciencia se enreda en disputas políticas. Así ha ocurrido en España en este asunto, cuando Bernat Soria denunció que su prometedora línea de investigación estaba frenada porque el gobierno no permitía utilizar embriones humanos para obtener células madre. Con aires de un nuevo Galileo, se presentaba como un científico acorralado por un poder que impedía el progreso de la ciencia por principios religiosos.
El partido socialista, que vio aquí una oportunidad de erosionar al gobierno, enarboló la bandera de la investigación con embriones. La Junta de Andalucía ofreció refugio a Bernat Soria en un centro de investigación de Sevilla en el que podría desarrollar sus investigaciones con células madre embrionarias. En la disputa se movilizó también a la Federación de Diabéticos, vendiéndoles la idea de que sus esperanzas de curación estaban siendo frustradas por motivos ideológicos, y que debían presionar a los políticos para que autorizaran la investigación con embriones humanos.
Ahora resulta que la línea de investigación seguida por el equipo de Bernat Soria y por otros puede ser infructuosa, no por motivos ideológicos ni religiosos, sino puramente científicos. El tiempo y la investigación lo dirá.
Pero el episodio enseña que es pernicioso absolutizar una línea de investigación, sobre todo cuando -como en el caso de la diabetes- hay otras en marcha que no exigen eliminar embriones humanos y han dado resultados más alentadores (cfr. servicio 151/02). Y lo lamentable es utilizar a los enfermos en un debate científico, con la baza emotiva del «¿cómo podéis negarme una cura?», cuando la cura ni siquiera existe.
Todo este jaleo político mediático no es un buen caldo de cultivo para el avance de la ciencia, que necesita del silencio por parte de los laboratorios.
Juan Domínguez