Crear «un nuevo ritual para el fin de la vida» es el objetivo de un completo plan de cuidados paliativos que acaba de anunciar el gobierno francés. Entre otras medidas, se duplicarán en tres años las unidades de cuidados paliativos, se pondrán en marcha programas para formar al personal sanitario en el tratamiento del dolor y la atención a enfermos terminales, y se propondrá un «permiso de acompañamiento» para que los asalariados puedan estar junto al lecho de muerte de sus parientes cercanos. Al presentar el plan, el secretario de Estado de Sanidad, Bernard Kouchner -fundador de Médicos sin Fronteras-, ha subrayado que la medicina paliativa, no la eutanasia, es la respuesta adecuada al sufrimiento de los enfermos terminales.
El plan comprende cerca de veinte medidas o propuestas para el tratamiento del dolor y el desarrollo de los servicios de acompañamiento. Al ingresar en un hospital, cada paciente recibirá un «carnet dolor» donde se consignará la evolución de los síntomas dolorosos y los tratamientos administrados para combatirlos. La información estará disponible en la historia clínica y junto a la cama del enfermo, para que el personal sanitario pueda tenerla siempre presente. Se relajarán las restricciones que pesan sobre la prescripción de analgésicos potentes -como la morfina- y los enfermeros podrán administrarlos en caso de urgencia, con arreglo a un nuevo protocolo.
El gobierno destinará cien millones de francos para duplicar en tres años el número de unidades de cuidados paliativos (actualmente, 40 de los 95 departamentos franceses no disponen de ninguno). Estos equipos atenderán a los enfermos terminales de todos los servicios hospitalarios y se encargarán a la vez de formar a otros profesionales. Podrán incluir voluntarios para acompañar a los pacientes o ministros de culto para prestar atención espiritual a quienes lo deseen. Tener servicios de medicina paliativa será un requisito para autorizar un nuevo centro sanitario. El plan promete también apoyo a las organizaciones benéficas que se ocupan de enfermos terminales.
Por otro lado, la enseñanza de cuidados paliativos será incluida en los planes de estudios de las facultades de Medicina y en los programas de formación permanente del personal sanitario.
El gobierno propondrá al Consejo Económico y Social, en el que están representados empresarios y sindicatos, que estudie la creación del mencionado permiso de acompañamiento. No es lógico, ha dicho Kouchner en declaraciones a Le Monde (24-IX-98), que «uno tenga derecho a un permiso para enterrar a su madre pero no para sostenerle la mano cuando está muriendo: es una cosa que me subleva».
En la misma entrevista, Kouchner subraya que, ante los enfermos terminales y el «ensañamiento terapéutico», el objetivo del gobierno es impulsar los cuidados paliativos, no hacer experimentos con la eutanasia, «esa palabra detestable», dice. «Cuando hayamos hecho verdaderos progresos en la lucha contra el dolor y en la práctica generalizada de los cuidados paliativos, no quedará más que un pequeño porcentaje de casos problemáticos». Para esas pocas excepciones, añade, no es necesaria una ley de eutanasia, que además resultaría peligrosa.
A propósito de esto, Kouchner comenta algunos sucesos de actualidad en Francia, como el caso de una enfermera procesada en julio pasado por haber causado la muerte a treinta pacientes terminales, o el más reciente de un médico que ha reconocido haber hecho lo mismo con una anciana. El secretario de Estado espera que no se produzcan más casos como esos, que se explican -dice- por la situación de muchos profesionales sanitarios, «tan aislados en los hospitales que pueden llegar a actuar de esa forma, por compasión y desesperanza». Es preciso, pues, sostener a los profesionales, no dejarlos solos, para que las decisiones se tomen «en común, siempre en contacto con las familias» de los enfermos.
Kouchner habla también de la campaña a favor de la eutanasia, que en Francia ha tenido un nuevo episodio, este mes, con la publicación del libro La mort opportune, les droits des vivants sur la fin de leur vie. El autor, Jacques Pohier, ex religioso dominico y directivo de la Asociación por el Derecho a una Muerte Digna (ADMD), relata al final de la obra los casos de cinco personas a las que «ayudó a morir» personalmente. Para Kouchner, la actitud de Pohier es «consecuencia de una certeza ideológica que de ninguna manera comparto y que repruebo», y además «me da miedo». «Sólo nos faltaba que a la indiferencia de ciertos médicos se añada el ensañamiento de los misioneros de la muerte. El proselitismo, tanto en un caso como en el otro, me aterra».