«El hombre sólo vive en plenitud si se orienta hacia algo más allá de sí mismo»

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Entrevista
Eugeni Fizzotti, experto en logoterapia, habla de Viktor Frankl en el centenario de su nacimiento

Se cumplen ahora cien años desde el el nacimiento de Viktor Frankl (1905-1997), psiquiatra de fama mundial y creador de la logoterapia, una psicología abierta a la trascendencia (ver Aceprensa 125/97). Su libro más famoso es El hombre en busca de sentido, donde relata su experiencia en los campos de concentración nazis.

Con ocasión del centenario, el pasado mes de noviembre se celebró un congreso internacional en Madrid. Uno de los participantes fue Eugeni Fizzotti, uno de los mayores expertos en logoterapia. Socio fundador del Viktor Frankl Institut de Viena y presidente de la Asociación de Logoterapia en Italia, Fizzotti ha recibido el Grand Award of the City of Vienna Viktor Frankl Foundation por su vida dedicada a la logoterapia y a la psicoterapia humanista.

— ¿Qué vigencia tiene hoy la logoterapia de Frankl?

— Viktor Frankl ha sido el primer psiquiatra en reconocer el puesto central de la dimensión espiritual de la persona, es decir, en verificar que somos personas y que tenemos un sentido, un logos, en nuestras vidas. Es una antropología de base que reconoce a la persona como primacía existencial. Y no me refiero sólo al «bien-estar», sino sobre todo al «bien-ser», a que nuestra existencia no es «una pasión inútil», como dice Sartre.

La doctrina de Frankl sostiene que el hombre es verdaderamente hombre, vive en plenitud su existencia, sólo en la medida en que se encuentra orientado hacia algo o alguien que está más allá de sí mismo y que representa un valor, un ideal, un proyecto cargado de sentido. Este punto resulta decisivo en la actualidad, habida cuenta de que la logoterapia hoy significa dos cosas: 1) repensar el sentido y los valores, es decir, el «deber-ser»; 2) repensar la libertad y la responsabilidad, es decir, el «poder-ser». Quiero decir que el logos o el sentido no es visto sólo como obligación moral, sino como posibilidad de perspectivas pedagógicas y terapéuticas. Para la logoterapia, el ser humano es esencialmente espiritual, capaz de trascender lo físico y lo psíquico.

—¿Cómo crece la persona hacia la plenitud, según la logoterapia?

— Desde el punto de vista psicológico, la plenitud existencial se alcanza a través de tres niveles, estrechamente ligados entre sí. El primer nivel consiste en percibirse y en reconocerse como ser único e irrepetible. El segundo nivel consiste en advertir la transitoriedad del momento presente y, en consecuencia, no dejar para mañana lo que es posible y obligado hacer hoy. El tercer nivel consiste en descubrir, a través de las decisiones cotidianas, el deber que cada uno de nosotros está llamado a llevar a cabo diariamente, ante los retos que la vida nos plantea continuamente. Una plenitud existencial, por lo tanto, conlleva la apertura hacia el exterior y la escucha atenta a las «preguntas» que la vida nos plantea y que precisan una respuesta personal.

— Pero no siempre todas las personas son capaces de captar las dimensiones profundas de su propia existencia y de abrirse a la realización de valores que den sentido a su vida.

— A menudo la vida de esas personas está llena de crisis existenciales que intervienen en su proceso de madurez. Según la visión frankliana, esas crisis muestran la fractura, lenta pero inexorable, que puede darse en el hombre. El primer factor está representado por una actitud provisional ante la vida. El segundo se relaciona con el fatalismo ante las fuerzas biológicas, psicológicas y sociológicas que dominan la vida del hombre actual, las cosas que suceden o que deberían suceder. El tercero se refiere al colectivismo por el que está dominado y que desemboca inexorablemente en la masificación, más impersonal y más despersonalizada, con la consiguiente anulación de la propia personalidad, de la propia originalidad y unicidad. El último factor es el fanatismo, que no sólo nos recuerda la idolatría de los jefes políticos, sino que no lleva a pensar sobre ciertos comportamientos de nuestros días. Son muchos los ídolos que rodean al hombre. ¡Paga un gran tributo a muchas nuevas deidades, una onerosa e incómoda deuda de reconocimiento! ¡Se trata de una explotación sutil, insensible, pero penetrante!

Todo ello confirma de nuevo que la logoterapia sigue siendo un lugar existencial, además de científico, de experiencias, de sucesos y de proyectos, con una apertura hacia el mundo exterior, hacia la realidad que nos rodea y hacia las personas por encontrar y por amar.

Rafael de los Ríos

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