A los 18 años, el 21% de los chicos franceses y el 9% de las chicas son consumidores habituales de marihuana, proporción que va en aumento. El número de consumidores regulares en el conjunto de la población se estima en 850.000, de los cuales la mitad harían un consumo diario. Alarmado por estas cifras, el ministerio de Sanidad francés ha presentado un «plan global de prevención sobre el uso del cannabis», dando a conocer sus riesgos.
La campaña promovida por el ministro francés Philippe Douste-Blazy instaura «por primera vez en Europa un plan global de prevención del uso del cannabis» («Le Monde», 3-02-2005). Ya no se trata de distinguir entre drogas «dulces» o «duras» ni de discutir sobre la legalización del cannabis. Según Didier Jayle, presidente de la Misión Interministerial de Lucha contra la Droga y la Toxicomanía, es una campaña para «cambiar la imagen del cannabis», basándose en una investigación colectiva realizada en 2001-2004 por el Instituto nacional de sanidad e investigación médica (Inserm).
Fumar marihuana provoca menos dependencia que el tabaco, pero aún así el 10% de los consumidores son dependientes. El consumo regular es, según los investigadores citados por la campaña gubernamental francesa, susceptible de provocar fallos en la memoria y en la capacidad de aprendizaje, con los consiguientes problemas escolares, de convivencia y psiquiátricos.
En su libro «Cannabis y salud», el profesor Michel Reynaud describe que fumar marihuana produce un «síndrome amotivacional que se traduce en desinterés escolar y social y en una desescolarización o desocialización progresiva; por otra parte, han sido bien descritas las relaciones entre el consumo de hachís y la eclosión de problemas sicóticos agudos o crónicos». Por su parte, el Inserm asegura que la aparición de tales síntomas sicóticos es superior cuando se ha consumido cannabis en la adolescencia. El cannabis «es un factor causal de esquizofrenia, aunque no es necesario ni suficiente para desarrollar esta enfermedad». Por lo demás, el «porro» puede provoca complicaciones cardiovasculares y broncopulmonares, incluidos los cánceres de las vías aero-digestivas superiores.
Si bien no se han descrito casos de muerte, la intoxicación «aguda» con cannabis provoca un malestar físico o psíquico acompañado eventualmente de vómitos, pérdida de conocimiento o sensación de angustia: un tema tabú para los consumidores de esta droga, que suelen referirse a estos episodios con la expresión «un mal viaje» («bad trip»).
Influencia en los accidentes de tráfico
También se está poniendo de relieve la influencia que tiene el uso del cannabis en los accidentes de circulación. Según tres estudios citados por el doctor Jean-Pierre Goullé, de la Sociedad francesa de toxicología analítica («Le Monde», 21-01-2005), el efecto del cannabis dura más que el del alcohol porque el estupefaciente que contiene (THC, tetrahidrocannabinol) es retenido en el cerebro incluso después de que su presencia en la sangre haya desaparecido. Un estudio suizo en el que se suministraron oralmente dosis moderadas de THC mostraba perturbaciones en los usuarios diez horas después de la ingestión.
Otro estudio australiano, basado en 3.398 conductores muertos en accidentes, muestra que concentraciones de THC superiores a un nanogramo por mililitro de sangre multiplican por 2,7 el riesgo de accidente y las superiores a 5 ng/ml lo multiplican por 6,6. El tercer estudio, realizado en Francia con 1.800 sujetos, mostraba que en personas menores de 27 años, una concentración superior a 1 ng/ml multiplica por 2,5 el riesgo de accidente de circulación.
La campaña francesa contra el uso del cannabis tratará de llegar a un público amplio mediante seis anuncios televisivos de 25 segundos, realizados por actores basándose en testimonios de consumidores sobre los daños que han sufrido por fumar marihuana. Además se promocionará en todas las provincias francesas la creación de «centros de consulta cannabis», de los que ya existen 242.
En septiembre del año pasado, la ministra de Sanidad, Elena Salgado, reconoció que España era el país de la UE con mayor consumo de cocaína; para el cannabis compartía los primeros puestos con Gran Bretaña y Dinamarca. Más del 36% de los jóvenes de 14 a 18 años había fumado hachís recientemente, y Salgado aseguraba que se debía «replantear» la estrategia del plan antidrogas. Pero los mensajes más llamativos que han llegado últimamente a la opinión pública han sido las noticias sobre programas de distribución controlada de heroína para el tratamiento de toxicómanos en Andalucía y la posibilidad de despachar marihuana en las farmacias de Cataluña para los enfermos en los que pueda mitigar efectos secundarios de la medicación contra algunas enfermedades.
No se ha emprendido ninguna campaña masiva como la que cada año insiste en el uso del preservativo como única medida de prevención del sida. Lo más que había hecho Salgado a pricipios de febrero era afirmar que «no es el momento» de ensayar a nivel nacional un reparto «terapéutico» de cannabis como el que se lleva a cabo en Cataluña, porque se corre el riesgo de dar una imagen positiva de esta droga ilegal.
El último Plan Nacional sobre Drogas en España, elaborado hace un año por el anterior gobierno, incluía un anuncio televisivo donde se afirmaba del hachís que «en el futuro quizás sirva para tratar algunas enfermedades. Hoy sabemos que el cannabis daña los pulmones, causa dependencia, desencadena problemas psiquiátricos, aumenta el riesgo de cáncer». Un mensaje sin duda menos inequívoco que el francés. A pesar de que el Plan Nacional sobre Drogas reconoce que «son más los jóvenes que creen que es más peligroso tomarse unas copas que fumarse un porro».
Santiago Mata