Análisis
Basta leer el periódico para advertir que la Medicina actual está llena de debates éticos. Sin embargo, los médicos que se forman en las facultades españolas pueden no recibir en todos sus años de estudio ninguna clase sobre ética médica. Cuando sucede esto, su buen comportamiento queda confiado, básicamente, a su leal saber y entender, a una ética del sentido común, transmitida por sus colegas en el contexto de otras materias o durante el transcurso de su especialización.
Sin embargo, es evidente que el sentido común es insuficiente para resolver de modo éticamente correcto muchas cuestiones médicas. Esta dificultad se hace patente al considerar la progresiva complejidad técnica de la Medicina -con la consiguiente miopía hacia el paciente como persona y hacia sus problemas humanos-, las nuevas exigencias creadas por la implantación de los derechos de los pacientes, los problemas de justicia en la distribución de recursos y su inevitable racionamiento, la investigación clínica, y otros factores. Este problema ha sido puesto recientemente de manifiesto en una publicación de la OMS sobre la enseñanza de la ética médica (1).
En España, algunos profesores de Medicina Legal, conscientes de esta laguna en la formación de sus alumnos, dedican algunas clases de su asignatura a explicar el Código de Ética y Deontología Médica.
También algunos profesores de Historia de la Medicina han imitado este laudable empeño. Otros, intentando paliar a posteriori el defecto de los planes de estudio, han organizado cursos de doctorado sobre Bioética, Ética de la Investigación Científica, o incluso, más ambiciosamente, un Máster en Bioética. Así al menos algunos médicos recibirán una formación sobre las cuestiones éticas relevantes para el ejercicio profesional.
La aparición y puesta en práctica del nuevo plan de estudios de Medicina mejora algo este panorama: entre las materias troncales, se contempla la Deontología como tal, reunida junto con el Derecho Médico, y paradójicamente anexionada con la Medicina Legal y Toxicología. Sin embargo, dentro del conjunto de la formación médica, este bloque ético-jurídico abarcará sólo unos diez créditos (depende de la facultad de que se trate). Si sumamos otras asignaturas de tipo «humanístico» (por ejemplo, la Historia de la Medicina), el número de créditos asciende ligeramente, pero siempre están compartidos por asignaturas «técnicas» (Toxicología, Derecho Médico); mientras, el resto de las materias troncales comprenden un total de unos ¡400 créditos!
Para colmo, las asignaturas ético-jurídicas tienden a ser consideradas marías, y su exigencia sobre el alumno suele ser mínima. La cuestión se ve algo aliviada por las materias humanísticas obligatorias de facultad y optativas (Teoría de la Medicina, Bioética, etc.) disponibles en cada universidad. Pero es patente el sesgo cientifista, y simplemente carente de formación ética, de la enseñanza que recibirán los futuros médicos.
Mientras tanto, se están constituyendo en España los Comités Hospitalarios de Ética. Quienes comienzan a formar parte de ellos se encuentran, de repente, con la realidad del vacío en su formación ética, e intentan colmarlo con la lectura de obras de reciente publicación, o realizando alguno de los cursos o programas de máster actualmente en el mercado. Tras su realización, estos colegas pueden convertirse, involuntariamente, en la única voz de los Comités, traicionando así lo que se pretendía al constituirlos.
A Dios gracias, la tradición médica española es de buen ejercicio profesional. Los problemas que menciona la OMS como origen de la inquietud por la ética médica no son agudos en nuestro medio.
Pero la situación no va a seguir permanentemente así. Es necesario que se replantee la educación del médico en España, y su formación ética y humanística adquiera la relevancia pertinente para una profesión cuyo objetivo es tratar con el hombre.
Antonio Pardo Antonio Pardo es Profesor del Departamento de Bioética de la Universidad de Navarra.________________________
(1) The Teaching of Medical Ethics. Fourth Consultation with Leading Medical Practitioners. OMS, 1995, 20 págs.