Asegurar que el estado del medio ambiente mundial va de mal en peor ha pasado a formar parte de lo políticamente correcto. Hasta el punto de que si alguien lo pone en duda saltan las alarmas ideológicas y se decreta busca y captura del infractor. Así le ha ocurrido al danés Bjørn Lomborg , que publicó hace dos años el libro The Skeptical Environmentalist (ver servicio 130/01), donde documentaba con datos la mejora del estado del medio ambiente. Sus adversarios no se limitaron a la crítica; han promovido su condena por un «Comité Danés de Deshonestidad Científica» y han presionado a Cambridge University Press para que retire el libro.
Lomborg -licenciado en Ciencias Políticas y profesor de Estadística en la Universidad de Århus- se basaba en los datos medioambientales y económicos facilitados por la ONU, el Banco Mundial, la OCDE y otras organizaciones, para comprobar si la alarma ecológica presente en la opinión pública mundial tiene base científica o no. Antiguo miembro de Greenpeace, Lomborg compartía de entrada las tesis ecologistas del progresivo deterioro del medio ambiente. Pero tras aplicar sus conocimientos estadísticos a las fuentes documentales, Lomborg concluía que, aunque subsisten problemas ecológicos, «la suerte de la humanidad ha mejorado según prácticamente todos los indicadores cuantificables».
En su opinión, la falta de fundamento de la alarma ecologista hace que se estén proponiendo inversiones multimillonarias que -por un lado- no son tan necesarias como los grupos ecológicos propagan; y por otro, no serían eficientes en el logro de sus objetivos.
Su libro no pasó desapercibido. Publicaciones importantes como The Economist se hicieron eco de sus dudas y algunos políticos comenzaron a usar sus conclusiones. Pero, como era de esperar, los ambientes ecologistas lo atacaron duramente. Las revistas Nature y Scientific American descalificaron su método y conclusiones.
Por último, a comienzos de este año, un órgano consultivo del Gobierno danés, el Comité Danés de Deshonestidad Científica, emitió un informe de 17 páginas sobre The Skeptical Environmentalist. La Comisión, presidida por un magistrado del Tribunal Supremo, y formada por científicos, tiene por fin escrutar las obras que sean denunciadas por no cumplir los criterios científicos, que sean presentados como tales. El informe censuraba a Lomborg por ser «sistemáticamente parcial» en la selección de datos. En suma, el Comité «considera la publicación claramente contraria a los criterios de la buena práctica científica»; a juicio de algunos, la obra es «el típico libro generador de polémica». El dictamen, al parecer, no ha afectado al nombramiento de Lomborg como director del Instituto Danés de Asesoramiento Medioambiental, pero sí ha llevado a un grupo de científicos a pedir a la editorial (Cambridge University Press) que retire el libro de circulación y se disculpe.
Lomborg, en una entrevista citada por el Herald Tribune (9-I-2003), retaba a los miembros del Comité a criticar algún punto concreto de su libro. Efectivamente, el informe no desciende a detalles. Incluso aceptaba que no puede demostrarse que se tratara de un intento deliberado de confundir a los lectores. «Es como si te acusan de cometer asesinato, pero sin decirte de qué muerte se te acusa. Es imposible defenderse», aclara Lomborg.
Entre las acusaciones que incluye el informe hay una que Lomborg califica de mentirosa: según el Comité, el libro no fue sometido a una revisión científica (peer review) antes de su edición. Sin embargo, el autor defiende que la editora de la Universidad de Cambridge sí lo sometió a revisión. Lomborg responde que tampoco el informe tiene un fundamento científico cualificado. Casi todos los argumentos han sido tomados del artículo de Scientific American (cuyas colaboraciones no se someten a peer review) y la otra fuente escrita que cita el Comité es una recensión del libro, que ocupaba media página de la revista Time.
En una columna en el Herald Tribune (20 de enero), Roger Pielke Jr. (Universidad de Colorado) salió en defensa de Lomborg, perplejo por la instrumentalización de la ciencia en defensa de unos objetivos políticos. Por ejemplo, para descalificar el libro algunos le han acusado de que daba argumentos a las empresas y gobiernos para que «escondan la cabeza debajo del ala y hagan como que no está pasando nada». Pielke advierte que «la política no debería determinar la ciencia, y la ciencia no puede determinar la política. La politización de la ciencia es algo peligroso». Según Pielke, el debate levantado por The Skeptical Environmentalist «revela una tendencia preocupante en la comunidad científica que lleva a atacar la ciencia de una persona por motivos políticos, ya sean de derecha o de izquierda».