A raíz de la muerte por sobredosis de heroína del actor Philip Seymour Hoffman, la prensa norteamericana ha destacado el repunte de esta droga, una de las más adictivas y peligrosas, en los últimos años. Hoffman, ganador de un Oscar en 2006 por su interpretación de Truman Capote en la película del mismo título, tuvo la trayectoria y el final de muchos heroinómanos: alternó periodos de consumo y abstinencia, se sometió a tratamientos de rehabilitación, hasta que una remesa más fuerte que de costumbre lo mató.
Nueva York, donde murió el actor, siempre ha sido la meca de la heroína en Estados Unidos, pero en la última década se observa un aumento general del consumo. Según las encuestas de la Substance Abuse and Mental Health Services Administration (SAMHSA), el número de consumidores de heroína en todo el país subió un 80% de 2007 a 2012 (hasta unos 669.000). En el mismo periodo, las muertes anuales por sobredosis aumentaron un 55% (hasta 3.094); en Nueva York, un 84% de 2010 a 2012.
Y el ámbito de esta droga se ha ampliado. Ya no está solo en los barrios deprimidos de las grandes ciudades: ahora se encuentra en urbanizaciones y en pueblos. Todo eso hace temer una reedición de la devastadora “epidemia” de heroína de los años setenta.
La marihuana es especialmente peligrosa para los adolescentes, a los que puede provocar trastornos psíquicos
Sustancias legales, pero peligrosas
No es fácil determinar las causas del rebrote ni hallar soluciones. A veces se propone equiparar las drogas como la heroína a los medicamentos u otras sustancias controladas (alcohol, tabaco). Se suele decir que la legalización ahorraría muchas muertes, pues las sobredosis letales se dan porque, sin control de la composición –a diferencia de las sustancias legales–, el adicto no puede saber la pureza de lo que compra. Además, la clandestinidad introduce al toxicómano en ambientes delictivos y lo deja a merced de los traficantes, que pueden cobrar lo que quieran, de modo que le incitan a delinquir para satisfacer su adicción.
Pero la teoría no se cumple. De hecho, se producen muchas más muertes por sustancias legales y controladas. Según los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), en Estados Unidos, el abuso de calmantes con opiáceos u otras sustancias psicoactivas, que se adquieren en farmacias con prescripción médica, causó 14.800 muertes en 2008, seis veces más que la heroína (la cocaína produjo unas 5.000).
Además, la heroína es más barata. Como la concentración de opiáceos en los medicamentos es relativamente baja, una dosis de heroína, hoy a 30-40 dólares en muchos lugares, cuesta la mitad que el equivalente en calmantes, y aún menos en Nueva York, donde se puede conseguir por 6 dólares.
Las dos clases de droga están relacionadas. Según la SAMHSA, el 80% de los que se inician en la heroína, primero han consumido calmantes. Se cree, por eso, que el reciente rebrote de la heroína debe mucho a que se ha vuelto más difícil obtener esos fármacos: se prescriben con mayor parsimonia y se ha cambiado la presentación para que no se pueda triturar las pastillas fácilmente a fin de sacar polvo que usar como droga.
No todos dan crédito a esa explicación. Aunque muchos nuevos consumidores de heroína hayan usado fármacos antes, solo un exigua minoría de habituados a calmantes pasa a la heroína. Estos fármacos son la droga en expansión, más que la heroína, como muestra el aumento de muertes por sobredosis: de 4.000 en 1999 a cerca de 15.000 en 2008.
Es posible que en la actual difusión de la heroína influya sobre todo la ley del mercado. El suministro ha crecido mucho desde 2009: indicio de ello es que las aprehensiones en la frontera con México aumentaron más del 200% entre 2008 y 2012. Como ahora la heroína es más abundante y barata, se consume más.
Unas sustancias legales, los medicamentos contra el dolor, causan en Estados Unidos seis veces más muertes que la heroína
Los adolescentes son más vulnerables a las drogas
Al final, lo más importante es que la droga es dañina, sea legal o no. Tal es el caso también del cannabis, pese al nuevo entusiasmo por la marihuana, autorizada ya en algunos estados norteamericanos, a la que incluso se atribuyen efectos medicinales. La utilidad terapéutica es en realidad dudosa, aunque no puede excluirse en algunos casos (cfr. Aceprensa, 29-11-2013). Los perjuicios y riesgos, en cambio, están mejor documentados. Un informe del Inserm francés (Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica), publicado a principios de febrero, resume los datos científicos con respecto a los adolescentes.
La marihuana causa trastornos de la memoria y las funciones cognitivas, dice el Inserm. En los adultos, los problemas suelen ser moderados y tienden a desaparecer al cabo de un mes de abstinencia. Pero en los adolescentes son fácilmente permanentes, sobre todo si empiezan a consumir antes de los quince años. La razón es que el cannabis afecta a las neuronas del cerebro, que no termina de formarse hasta los 25 años más o menos. Probablemente por eso, en los adolescentes el cannabis favorece la aparición de trastornos psíquicos (ansiedad, depresión, cuadros psicóticos, esquizofrenia). Y tiende a crear mayor dependencia cuanto más precoz es el hábito, cosa que sucede también con el alcohol y el tabaco, igualmente contemplados en el informe.
Otro estudio reciente sobre el cannabis concluye que puede perjudicar gravemente el desarrollo cerebral del feto si la madre consume durante el embarazo. La causa parece ser que el cannabis obstaculiza la formación de conexiones neuronales. El caso es que aumenta la probabilidad de que luego el niño sufra trastornos cognitivos, como déficit de atención o memoria, y también ansiedad o depresión.