Abiyán.— Los desiertos y zonas áridas aumentan en casi 12 millones de hectáreas al año en la Tierra. Para frenar el avance se aprobó la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD) en 1994, que ha celebrado su 15ª Conferencia de las Partes (COP15) este mes en Abiyán (Costa de Marfil). El resultado fue, en líneas generales, el mismo que el de otras cumbres. Los problemas están cada vez mejor enfocados, pero siguen faltando acciones concretas, mecanismos de seguimiento eficaces y una verdadera cooperación entre los Estados.
Si la desertificación sigue al paso que lleva, es posible que en las próximas décadas 135 millones de personas se vean desplazadas. Pero los Estados dicen haber comprendido la urgencia de dar una respuesta concertada a este fenómeno, que es inseparable de las crisis climáticas y de la pérdida de biodiversidad, y que tiene graves repercusiones sociales y económicas.
Además, en el contexto de la guerra ruso-ucraniana, y ante la consiguiente crisis alimentaria, la COP15 fue una oportunidad para dar a conocer las iniciativas locales e internacionales en el ámbito de la agricultura y la alimentación. La Cumbre de Abiyán fue también una oportunidad para hacer un balance de la iniciativa sobre proteínas vegetales lanzada en la cumbre Unión Europea-Unión Africana de febrero de 2022, que pone de manifiesto los estrechos vínculos existentes entre la seguridad alimentaria, la nutrición y la recuperación de tierras.
Por último, en este evento mundial, los Estados firmantes de la UNCCD (casi 200) adoptaron el “Llamamiento de Abiyán” para luchar contra la desertificación y la sequía. Según las estimaciones de la ONU, hasta el 40% de las tierras libres de hielo están ya degradadas en mayor o menor medida, con consecuencias desastrosas para el clima, la biodiversidad y los medios de subsistencia.
Solapamiento y confusión
Los problemas están entrelazados, pero ¿deben tratarse todos al mismo tiempo? Las cuestiones medioambientales están obviamente relacionadas: la desertificación está vinculada al cambio climático. De hecho, en Abiyán se evocaron la COP21 de París y la COP26 de Glasgow. La seguridad alimentaria y la agricultura también se ven afectadas, al igual que la biodiversidad. Pero a veces uno se pregunta qué sentido tienen las cumbres al relacionar todos los problemas cuando no se toman medidas decisivas para resolver cada uno de ellos.
Por ejemplo, en Abiyán, se habló de la sequía, de las cuestiones de género, así como de las tormentas de arena y de polvo, que “han aumentado en frecuencia, intensidad y duración en el último decenio”. Así, en el examen de la aplicación de su Plan de Comunicación, la Conferencia invitó a sensibilizar, en especial a los jóvenes, sobre la relación entre la lucha contra la desertificación y otros aspectos del desarrollo sostenible, y también sobre la importancia de gestionar las tierras de forma sostenible… “haciendo al mismo tiempo que la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer sean un elemento esencial de estos mensajes”.
Por supuesto, las cuestiones decisivas son transversales y a veces se necesitan enfoques integrados. Pero es más importante emprender acciones concretas en cada cuestión medioambiental que centrar los esfuerzos en establecer vínculos entre ellas.
Lamentablemente, Abiyán no fue una excepción a la regla de las cumbres: muchas declaraciones, pero pocas acciones concretas.
Mecanismos de control
Se han elaborado algunos informes muy relevantes que merecen atención. En particular, el informe sobre los resultados de las instituciones y órganos subsidiarios de la Convención, el informe sobre las medidas ejecutadas y, especialmente, el informe sobre la financiación.
Por ejemplo, en el Informe sobre los progresos realizados en la movilización de recursos para la aplicación de la UNCCD se reconoce que el órgano competente, “debido a su reducido personal, a las limitaciones de los procedimientos de financiación tradicionales y al tipo de apoyo que ha podido prestar en el pasado (…) no está en condiciones de responder a la creciente demanda y a las expectativas de las Partes”.
La sensación general es que hay más deseos que voluntad, más palabras que hechos por parte de los Estados
Además, el informe del Fondo para el Medio Ambiente Mundial sobre la financiación de programas y proyectos contra la desertificación, la degradación de la tierra y sequía es aún más esclarecedor sobre las dificultades prácticas para pasar de las palabras a la acción. Afirma que el tema debería ocupar un puesto prioritario en las políticas de los propios Estados afectados por la sequía. Eso ya es mucho decir. Y, en cuanto a los donantes, el informe advierte que “los planes nacionales deberían coordinarse con las iniciativas de otros donantes que financian la adaptación al cambio climático”.
En suma, pese a los eufemismos habituales, aún queda mucho por hacer en la lucha contra la desertificación. Esta es la lección esencial de la COP15 de Abiyán.
De las palabras a los hechos
Recién terminada la COP 15, el 17 de junio tendrá lugar en Madrid la celebración mundial del Día de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía. En 2024 será la COP16, en Arabia Saudí. Después, Mongolia acogerá la COP17 en 2026. Y así sucesivamente. La sensación general es que hay más deseos que voluntad, más palabras que hechos por parte de los Estados. De una cumbre a otra, los problemas están cada vez mejor identificados, mejor calificados y cuantificados, pero todavía poco resueltos.
Los retos son numerosos, sobre todo en materia de cooperación. Además, ¿hay que recordar que una llamada a la acción no es una acción? Debemos pedir a los propios Estados que asuman sus responsabilidades. Por ejemplo, la COP15 tuvo que recordarles la necesidad de “mejorar la cooperación y la coordinación a nivel mundial, regional y subregional para abordar las causas y las consecuencias de las tormentas de arena y polvo”. Lamentablemente, en los documentos de la reunión hay muchos recordatorios de este tipo.
Pero además del papel de los Estados, hay que recordar el deber de vigilancia de los ciudadanos: cuestionar, verificar, comprobar, recordar los retrasos y omisiones.
Oyode Legnimin, jurista
Hermann Hokou, investigador del Audace Institut Afrique (Abiyán)