Las razones del éxito de los youtubers entre los adolescentes siguen siendo un misterio… para sus mayores. Mientras los analistas tratan de comprender qué hay detrás de este fenómeno de masas, la industria audiovisual ha empezado a cortejar a estas celebrities. ¿Vamos hacia una nueva era del entretenimiento?
“Ver un video de PewDiePie es una suerte de examen generacional. Si uno se ríe, entonces pertenece a la generación YouTube”. Con esta frase resumía BBC Mundo la perplejidad de muchos adultos que no entienden por qué sus hijos –preadolescentes incluidos– están tan enganchados a los youtubers.
El nombre real de PewDiePie es Felix Kjellberg, un sueco de 26 años que se ha convertido en “el rey de YouTube”, gracias a sus vídeos histriónicos en los que comenta videojuegos, habla de su vida, hace fotomontajes y bromas soeces… Su canal tiene 43,5 millones de suscriptores en todo el mundo, más del doble de los que tienen los cantantes con más fans en esta red: Justin Bieber (21 millones), Rihanna (20,5), OneDirection (19,9), Taylor Swift (18,9)…
Gigantes mediáticos como 20th Century Fox, AT&T, Warner Bros o Disney han ido desembarcando en YouTube para reinventar el entretenimiento juvenil
El siguiente youtuber en el ranking mundial es el chileno Germán Garmendia (Hola Soy Germán), con 27,3 millones. Le sigue el dúo estadounidense Ian Andrew Hecox y Anthony Padilla (Smosh), con 22. En cuarto lugar aparece el español Rubén Doblas (El Rubius), con 17,6. Ninguno de ellos llega a los 30 años.
Qué hay de nuevo
Para Gustavo Entrala, estratega digital y fundador de la agencia de publicidad 101, las diferencias generacionales en el consumo de contenidos no tienen nada de extraño. “Siempre las ha habido y afectan, de modo particular, al humor. Lo vemos, por ejemplo, en los grupos de WhatsApp dentro de una familia: los adolescentes no se ríen con las mismas cosas que sus padres o sus abuelos. El humor es una piedra de toque de los cambios generacionales. Por eso, no me sorprende en exceso”, explica a Aceprensa.
Tampoco es insólito que YouTube guste más que la televisión a los nativos digitales. Muchas de las bromas y parodias de los youtubers se alimentan precisamente de los entornos digitales en que se mueven los chavales. “En mi generación, cuando llegábamos el lunes al colegio, hablábamos de los programas que habíamos visto el fin de semana. Hoy pasa lo mismo: si el líder de la clase ve a un determinado youtuber, el resto querrá verlo también. Esto aporta conversación y un sentido de pertenencia”.
Lo que sí es más llamativo –añade Entrala– es el grado de “conexión emocional” que los youtubers han conseguido con el público joven. “Hay una identificación personal: los adolescentes les ven como alguien que es como ellos y que les cae bien”. El hecho de que les atraigan vídeos con una calidad inferior a la de la televisión “nos está diciendo que lo que están buscando es conectar con personas”.
Famosos que me hacen caso
Los youtubers no solo graban vídeos. Parte de su trabajo consiste en divertir a su comunidad de seguidores a través de otras redes sociales. Kjellberg, por ejemplo, usa Facebook, Twitter, Instagram y Google+. E incluso puso en marcha un espacio –“Fridays with PewDiePie”– para jugar a los videojuegos que le piden.
Una de las claves del éxito de estas celebrities 2.0 es que brindan a los adolescentes la cercanía que los famosos de toda la vida –cantantes, actrices, futbolistas– no les dan. “Lo más importante para entender a las estrellas de YouTube es tener en cuenta que el contenido de sus vídeos (…) es solo la mitad de su atractivo. La otra mitad es la conexión con sus audiencias”, comenta Stuart Dredge en The Guardian.
Otra forma de llegar a la misma conclusión es preguntar a los jóvenes videocreadores qué es YouTube y para qué les sirve: viendo sus respuestas, se comprende que es difícil triunfar en esta red si no eres accesible. “YouTube es comunidad, familia y amigos”; “YouTube es un gran entorno”; “YouTube es una comunidad”… explican algunos youtubers británicos en un vídeo de The Guardian.
Para conectar, dicen, es preciso ser uno mismo. Aunque no esté muy claro en qué consiste esa autenticidad. Frente al consejo de ese gigante de la autoexpresión que fue Oscar Wilde (“Sé tú mismo. El resto de papeles ya están cogidos”), PewDiePie recomienda: “No seas tú mismo. Sé una pizza. A todo el mundo le gusta la pizza”.
Distintas formas de ser espontáneos
A transmitir la sensación de cercanía también ayuda el formato que tienen muchos de sus vídeos: una grabación casera –editada con habilidad–, que convierte el dormitorio del youtuber en el escenario perfecto para todo tipo de ocurrencias.
Pero la espontaneidad admite grados: no es lo mismo el humor zafio de PewDiePie o de El Rubius que la naturalidad de jóvenes booktubers como El coleccionista de Mundos (Sebastián G. Mouret), de 19 años, o Nube de palabras (Sara/Uka), quienes dedican sus canales a recomendar libros. Claro que el tirón tampoco es el mismo: 158.433 y 61.252 suscriptores, respectivamente.
Pero el número de fans no lo es todo. David Louapre es un joven físico francés que ha puesto en marcha en YouTube un canal de divulgación científica, ScienceÉtonnante, con 120.825 suscriptores. Pese a que muchos de sus vídeos tienen una duración de entre 10 y 20 minutos, consigue que el 70% de los que empiezan a verlos llegue hasta el final, declara a Le Monde.
La calidad de los vídeos importa menos que la personalidad de los youtubers y la cercanía que estos ofrecen a sus seguidores
El creciente éxito de los canales dedicados a libros o a asuntos científicos da que pensar sobre la afirmación de Dredge de que los youtubers de más éxito son “la voz de los millennials”. Más bien, habría que hablar de las diferentes voces (y sensibilidades) de los jóvenes del milenio.
Junto a la naturalidad ante la cámara, Idoia Sota destaca en El País otros ingredientes comunes a los youtubers: “diversión”, “regularidad” –los videocreadores se imponen una disciplina asombrosa para acudir puntualmente a las citas con su audiencia– y el empeño por “mostrar las posibilidades”, sea de un videojuego nuevo, de un producto de belleza, de una receta o de cualquier otra temática.
Algo más que una webcam y un cuarto
Pero detrás de los youtubers con más seguidores hay algo más que una simple webcam. Al dúo Smosh lo descubrió y promocionó en 2006 un exejecutivo de Disney, explica Cecilia Kang en The Washington Post. Actualmente, un equipo de unos 50 editores, productores y guionistas ayuda a nutrir todos los canales agrupados bajo la marca Smosh. En 2015, el dúo protagonizó una película que fue financiada por una joint venture de DreamWorks y distribuida por 20th Century Fox.
Otros gigantes mediáticos que han comprado o invertido dinero en las redes multicanales más populares de YouTube son AT&T, Warner Bros, Comcast y Disney.
La historia de PewDiePie tiene más de sueño americano. Para financiar sus vídeos, Felix Kjellberg empezó a trabajar en un puesto de perritos calientes. Pero en 2012 mejoró su suerte: Maker Studios, el proveedor de vídeos digitales más grande del mundo, le hizo una web, una aplicación y una plataforma online para vender productos de merchandising asociados a su marca. Su canal creció de 100 millones de visitas al mes a más de 200 millones. A cambio, Kjellberg ayudaba a Maker Studios con su red de videojuegos hasta que rompieron el acuerdo. El youtuber sueco ha empezado a protagonizar una serie de YouTube Red, el nuevo servicio de pago de la plataforma.
YouTube abre estudios de grabación
Maker Studios, adquirida en 2014 por Disney, es una de las compañías que ha ayudado a profesionalizarse a los youtubers. Ese mismo año reclutó a algunos de los “gamers” españoles más populares, como Vegetta777 (Samuel Luque), que hoy cuenta con 13,5 millones de suscriptores, y Willyrex (Guillermo Díaz), con 6,8 millones.
Las plataformas multicanal ayudan a los youtubers a conseguir contratos con marcas, editoriales, festivales… Por su parte, YouTube les ofrece la posibilidad de ganar ingresos por publicidad: según las estimaciones que hace Xavi Robles para El País, la horquilla de coste por mil visualizaciones está entre 0,10 céntimos y –en casos excepcionales– 2 euros. Pero depende del país, de la inversión publicitaria y de los contenidos del canal: los de belleza, por ejemplo, se pagan mejor que los de videojuegos, porque hay menos de aquellos. A los ingresos hay que restarles una comisión de Google, propietaria de YouTube.
Quizá para compensar, YouTube ha empezado a abrir estudios en grandes ciudades como Los Ángeles, Londres, Tokio o Nueva York. Los videocreadores pueden usar las instalaciones y los equipos de forma gratuita.
De todos modos, por mucha ayuda que hayan tenido algunos youtubers, está claro que el mérito de conectar con el público ha sido suyo. La cuestión es saber si durará el idilio con su público y si sus ingredientes mágicos resistirán la profesionalización.
(En septiembre de 2015, Aceprensa abrió un canal en YouTube sobre temas de actualidad: https://www.youtube.com/user/Aceprensatube).
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