Hartmut Rosa versus Byung-Chul Han: sociología, filosofía y religión

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Hartmut Rosa versus Byung-Chul Han: sociología, filosofía y religión 

Hartmut Rosa (CC Stifterverband)

Hasta no hace mucho la metáfora preferida para describir la posmodernidad o modernidad tardía era “sociedad líquida”, invención de Zygmunt Bauman (1925-2017). A sociólogo muerto, sociólogo puesto. Ahora parece que se habla más del alemán Hartmut Rosa (Lörrach, 1965). Sus posiciones coinciden y a la vez contrastan con las de uno de los filósofos más leídos hoy, Byung Chul Han. Han es más conocido que Rosa, por lo que es conveniente presentar un resumen de las posiciones de este.

Rosa es de la tercera generación de la Escuela Crítica de Frankfurt, cuyos promotores fueron Max Horkheimer (1895-1977) y Theodor W. Adorno (1903-1969), junto con nombres como Walter Benjamin (1892-1940) o Herbert Marcuse (1898-1979), aunque este siguió su propia derivada. A la segunda generación pertenece Jürgen Habermas (1929), que luego ha creado una filosofía parcialmente distinta. Todos tienen en común el rechazo de los totalitarismos, incluido el marxismo-leninismo, pero conservan de Marx, entre otros elementos, su crítica general a la acumulación del capital y a la alienación que eso produce.

Aceleración y resonancias

Hasta ahora, la obra de Rosa se basa en las consecuencias de la aceleración y en el posible remedio por medio de resonancias, siempre que el mundo sea más indisponible. Dicho así, parece algo difícil de entender, pero, en mi opinión, solo cierta bruma germánica hace oscuro lo que es casi una evidencia, denunciada por muchos.

Aceleración es que, desde hace tiempo, todo va más rápido. Un personaje de La verbena de la Paloma, la zarzuela de 1894, decía ya eso de que “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”. Lo han seguido haciendo, en consecuencia, las técnicas: de ahí la facilidad para fabricar todo tipo de productos, con modelos sucesivos de calculada obsolescencia, y con una fuerte inducción al consumo, porque la máquina no puede parar y el capital quiere beneficios a la vez que crear puestos de trabajo. Hay necesidad de acelerar para mantener el equilibrio. Aquí Rosa acude al oxímoron: una “inmovilidad frenética”. O una “estabilización dinámica”. Esa obligada aceleración conduce, según Rosa, a una situación de agresividad, que se ejerce contra la naturaleza, los demás o incluso contra nosotros mismos; y pone el ejemplo de la insatisfacción de muchos y muchas hacia el propio cuerpo.

¿Qué puede hacerse? Rosa, en una entrevista para Le Monde publicada del 10 de septiembre de este año, explica: “Buscaba un contra-concepto respecto a la aceleración, susceptible de contrarrestar su mecánica tóxica.  Entonces me vino la idea de resonancia, que interviene cuando entramos en relación con algo que no dominamos porque no lo podemos poseer”. O como escribe en Resonancia: “La resonancia supone un movimiento doble: no basta tender la mano para acelerar el mundo; la resonancia supone que yo me dejo interpelar, que soy afectado, que algo me atañe desde el exterior”.

Lo indisponible

Rosa dedicó a la aceleración y a la resonancia sendos libros en 2005 y 2016. En 2018 publica Lo indisponible. Se refiere a que la dialéctica de la aceleración hace que el mundo sea enteramente disponible para su posesión y explotación. Por eso, para que pueda haber resonancia, ha de crecer la indisponibilidad de la naturaleza. “La indisponibilidad no significa pura contingencia, azar ciego, sino una indisponibilidad responsiva: se trata de relaciones de respuestas”.

Es un discurso ecologista, con la acostumbrada referencia a la vida de los pueblos originarios. En sus palabras, “culturas no occidentales han llegado a mantener formas de resonancia, como en determinados pueblos autóctonos de América Latina y en las sociedades marcadas por el budismo en las que identifico una concepción que llamo ‘media-pasividad’. Mientras que nuestra tradición distingue un sujeto activo interactuando con uno pasivo, la media-pasividad configura interacciones en las que esos dos polos se hibridan: cada uno es a la vez sujeto y objeto, activo y pasivo”.

O dicho en román paladino: en esas culturas no habría una entrega a la dialéctica de la aceleración, sino que se producen resonancias naturales. Pero Occidente no está perdido: “Incluso en el corazón del mundo occidental, esas interacciones perduran en formas cotidianas, como en el amor: si controlas a la persona que amas, eso no es amor. Eso guía también nuestras experiencias del arte, de la Naturaleza y de la religión”.

Democracia y religión

En 2022 Rosa publicó una ampliación de una conferencia que dio en un encuentro diocesano en Würzburg, online a causa de la pandemia, con el título de Por qué la democracia necesita la religión. “La resonancia propuesta por la religión es vertical, porque crea un sentido, una promesa, religando nuestro ser a un universo que responde. Como sociólogo no me interesan los dogmas o las explicaciones teológicas de las religiones, sino esa experiencia de permeabilidad propuesta por la apelación a un ser tocado, entrenado por una armonía (…) Como me dirigía a teólogos cristianos, he puesto el ejemplo de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo están religados: los tres existen al mismo tiempo e inseparablemente, forman un sistema permanente de resonancia”.

No es un acercamiento o comprensión del cristianismo.  A pesar de anunciar que dedicará otra obra a destacar los aspectos negativos de las religiones, iguales resonancias ve en el budismo, en las creencias new age y hasta en la astrología: “La idea de que los astros están ligados a una personalidad profunda corresponden exactamente con mi definición de resonancia”. Resonancias de horóscopo…

Escuela crítica y religión

En su “comprensión” de la religión, Rosa sigue una cierta tradición en la Escuela crítica de Frankfurt. En la última etapa de Horkheimer hay un acercamiento incluso cordial a la figura de Jesucristo, aunque sea para afirmar luego que en la Iglesia no se ha seguido su ejemplo. En Anhelo de justicia: teoría crítica y religión escribe: “¿Qué es religión en el buen sentido? El inextinguible impulso, sostenido contra la realidad, de que esta debe cambiar, que se rompa la maldición y se abra paso a la justicia. Donde la vida está, hasta el más pequeño gesto, bajo este signo, allí́ hay religión”.

Jürgen Habermas, en el tan comentado encuentro en la Academia Católica de Múnich, el 19 de enero de 2004, con el cardenal Joseph Ratzinger, concluyó su intervención con estas palabras: “Los ciudadanos secularizados, en la medida en que actúen en su papel de ciudadanos del Estado, no deben negarles en principio a las visiones del mundo religiosas un potencial de verdad, ni negarles a sus conciudadanos creyentes el derecho a hacer aportaciones a los debates públicos utilizando un lenguaje religioso”.

Las posturas de Horkheimer, Habermas y Rosa tienen en común, desde la no creencia –ese aspecto del marxismo, aunque no exclusivo de él, pervive–, una cierta condescendencia con la religión. Pero esa condescendencia es obligada porque la religión sigue ahí. Cuando Rosa equipara, como causante de resonancia, la religión y la astrología, demuestra que no ha entendido (como, por ejemplo, Horkheimer) qué es la religión, aunque no se tenga ninguna ni se sea practicante.  Lo que Rosa llama resonancia en el ámbito de la religión se denomina oración, pregunta y respuesta, desaceleración de la cotidiana dialéctica de lo comercial, posibilidad de un profundo silencio que conecta con la naturaleza entera, creada por Dios.

Byung-Chul Han y la sencillez

Byung-Chul Han, filósofo coreano-germano, es un contrapunto adecuado para calibrar las opiniones de Rosa y de otros sociólogos semejantes. Hay coincidencias. En una entrevista en El País decía entre otras cosas: “Creemos que somos libres, pero en el fondo producimos, aumentamos el capital. Es decir, el capital utiliza la libertad individual para reproducirse. Eso significa que nosotros, con nuestra libertad individual, solo somos los órganos sexuales del capital”. Se podría matizar que la lógica del capitalismo es tan omnipresente que gran parte de cualquier sociedad la asume, incluso en países como China, que la combina con la dictadura del Partido Comunista. En el horizonte real, no en el teórico o en el utópico, no existe a la vista una alternativa al capital, aunque sea posible atenuar o corregir sus rasgos más negativos, creadores de desigualdad social.

La diferencia más notable entre Rosa y Byung-Chul Han es que este no ve incompatibilidad alguna entre su filosofía y su fe. En esa entrevista afirma: “Sí, soy católico”. Recuerda que estudió Teología y que algún día podría llegar a ser sacerdote. “No lo descarto. Yo vivo al revés. Cuando la gente deja la Iglesia, yo entro”. Es una constante en los escritos del filósofo.

En Vida contemplativa escribe que la crisis de la religión “no puede atribuirse simplemente al hecho de que hayamos perdido toda fe en Dios o que nos hayamos vuelto desconfiados respecto a determinados dogmas”, sino a que, por la hiperactividad, se pierde la capacidad contemplativa. Y resume: “La crisis de la religión es una crisis de atención”. O, en los términos que podría emplear Rosa: la contemplación de Dios y de sus obras es la mejor resonancia.

La Naturaleza está ahí, en su creada belleza. En ese espléndido libro que es Loa a la Tierra, Han afirma: “Creo que existió y que existirá el Jardín del Edén. Creo en Dios, en el creador, en ese jugador que siempre empieza de nuevo y que así lo renueva todo. […] No existe la evolución biológica. Todo se debe a una revolución divina. Yo he tenido esta experiencia. La biología es, en último término, una teología, una enseñanza sobre Dios”. Esto evoca el Salmo 19: “Los cielos proclaman la gloria de Dios”, que también podría traducirse, siguiendo parcialmente a Rosa, como “en los cielos resuena la gloria de Dios”.

Obras de Hartmut Rosa publicadas en castellano:

  • Alienación y aceleración. Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad, Katz, 2016.
  • Remedios a la aceleración, Nuevos emprendimientos editoriales, 2019
  • Resonancias. Una sociología de la relación con el mundo, Katz, 2019
  • Lo indisponible, Herder, 2020.

 

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