La preocupación por lo que los menores puedan ver en las pantallas ha provocado recientemente medidas concretas en algunos países. En Estados Unidos está próximo a implantarse un sistema -ya en fase de experimentación en Canadá- para que los padres puedan bloquear la recepción de programas dañinos en sus televisores. Pero ya no es sólo la televisión: también Internet ha empezado a ser motivo de inquietud. Las autoridades judiciales alemanas acaban de intervenir contra las secciones pornográficas de Internet, objetivo también de una ley ya aprobada por el Congreso norteamericano.
Internet, la «red de redes» a la que están conectados unos 40 millones de personas en el mundo, incluye de todo, también pornografía, mensajes xenófobos y apología de la violencia. Cualquiera puede meter ahí lo que le plazca -en forma de texto, imágenes o material audiovisual-, pues Internet, a diferencia de las redes comerciales gestionadas por empresas, carece de administración central y es prácticamente incontrolable. Su uso se ha hecho muy popular entre los niños, sobre todo en Estados Unidos.
La Fiscalía de Múnich examinó los «grupos de discusión» (newsgroups, secciones en que los usuarios pueden intercambiar mensajes o archivos informáticos) de Internet y halló unos 200 que infringen las leyes alemanas, por ser pornográficos. El material depositado en los newsgroups (más de 10.000 en total) se origina en todas partes del mundo, y es imposible proceder contra las fuentes. De modo que la Fiscalía se dirigió a las empresas que facilitan el acceso a Internet.
America Online (4,5 millones de abonados, la mayoría en Estados Unidos) alegó que disponía de un sistema para bloquear automáticamente los grupos indeseables. No estaba en el mismo caso la red, también norteamericana, CompuServe, que es la segunda del mundo por número de abonados (unos 4 millones), la más extendida (está presente en 140 países) y la principal proveedora de acceso a Internet en Alemania. Así pues, a instancias de la Fiscalía, CompuServe cortó el acceso a los newsgroups prohibidos a todos sus abonados durante quince días, mientras ponía a punto la técnica para hacerlo sólo con los 200.000 que tiene en Alemania.
Mientras las autoridades judiciales alemanas han actuado basándose en leyes ya existentes, en Estados Unidos el Congreso ha aprobado una ley específica -aún no promulgada- contra la pornografía en Internet. La medida, que prevé multas o cárcel para quienes usen la red para difundir a sabiendas material de ese tipo, responde a una preocupación extendida. El año pasado se comercializaron los primeros programas informáticos que permiten a los padres evitar el acceso a secciones indeseables cuando los hijos navegan por Internet.
Las medidas adoptadas en Alemania y Estados Unidos han recibido críticas de algunos que las consideran una forma de censura. También hay quien opina que es inútil pretender controlar Internet. En efecto, no es posible intervenir lo que los usuarios ponen en la red. Además, una prohibición como la de la Fiscalía de Múnich no afecta a quienes no acceden a Internet a través de una red comercial, sino que simplemente se conectan mediante un proveedor y emplean sus propios programas. Por otra parte, se señala que en Internet no hay, en realidad, materiales, por muy inaceptables que sean, que no puedan encontrarse fácilmente en kioscos o librerías.
Sin embargo, The Economist, que siempre se ha manifestado en contra del proyecto de ley norteamericano, en un editorial del 6-I-96 considera apropiada la orden de la Fiscalía alemana. Según el semanario, el caso de CompuServe muestra que Internet, como cualquier otro sistema de comunicación, debe ser regulado. Pero la regulación, dice, ha de hacerse en los puntos de distribución, no en las fuentes del material depositado. En realidad, afirma la revista, los proveedores de acceso a la red podrían y deberían asegurar que lo que difunden en cada país es conforme a las leyes nacionales.
«Chip» anti-violencia
Un sistema de bloqueo de material dañino se está preparando en Norteamérica para la televisión. Se trata del chip V («V» de violencia), que, incorporado al televisor, permite impedir que los niños vean ciertas emisiones, aunque los padres no estén presentes. El artilugio es programable, para que los padres puedan elegir el nivel de crudeza admisible. Para que funcione, las emisoras han de enviar unas señales que indiquen el grado de violencia o sexo que contenga el programa en cuestión. El Congreso estadounidense ha aprobado una disposición que obliga a los fabricantes de televisores a incluir el chip en los receptores nuevos y a las cadenas a emitir las señales pertinentes. La medida está pendiente de que se apruebe una ley de telecomunicaciones de la que forma parte.
En Canadá ya se ha empezado a experimentar el chip, con la cooperación de las cadenas y de un grupo de ciudadanos voluntarios. Los padres implicados dicen que resulta complicado programar el chip, pero después funciona sin problemas. Una madre declaró a la Comisión Reguladora de Comunicaciones, que supervisa el experimento: «Desde que usamos el chip estamos descubriendo en la televisión muchas más cosas que no queremos ver». Y añadió que el racionamiento televisivo le ha llevado a pasar más tiempo con sus hijos.