Un año más, la elección del premio Planeta ha traído consigo sus dosis de espectáculo. En esta edición, la número 70, la cuantía del premio ha ascendido al millón de euros, cifra nada despreciable en el mundo del libro. el galardón ha sido para Carmen Mola, un seudónimo que hasta ahora había cosechado un espectacular éxito con las tres novelas publicadas antes, que pertenecen a la corriente del género policiaco teñido de violencia extrema y sadismo.
Hasta ganar el Planeta, Carmen Mola había publicado La novia gitana (2018), La Red Púrpura (2019) y La Nena (2020), que aparecieron en un grupo editorial competidor, Penguin Random House, y de las que ya se habían vendido más de 250.000 ejemplares en España y en otros países.
Tres guionistas de series
La novela ganadora, La Bestia, ha servido para desvelar uno de los secretos mejor guardados de la literatura española reciente. Con la obtención del premio Planeta se ha desvelado el nombre de quienes estaban detrás del seudónimo Carmen Mola: Agustín Martínez, Antonio Mercero y Jorge Díaz, tres habituales y experimentados guionistas de series de televisión. Los autores habían ocultado hasta este momento su identidad, sobre la que habían circulado muchos rumores, como sucede en Italia con el seudónimo de Elena Ferrante.
Para defender su anonimato, la editorial Alfaguara, donde publicaban sus novelas hasta ahora, distribuyó hace ya años estas declaraciones de Carmen Mola, de quien llegaron a decir que era profesora de universidad y madre de tres hijos: “Para empezar –decía al poco de publicar La novia gitana, su primera novela–, creo que lo importante es la novela, no quién la haya escrito. ¿Qué más da que sea una mujer guapa y alta o un señor feo y bajito? Mi interés era que la gente leyera la historia de las dos novias gitanas y la inspectora de policía aficionada a las canciones de Mina Mazzini que investigaba sus muertes. Pero he dicho que había más motivos. Es mi primera novela, y eso quiere decir que me dedico profesionalmente a otra cosa. No quería que mis compañeros y compañeras de trabajo, mis amigas, mis cuñadas o mi madre supieran que se me ocurría escribir sobre alguien que mata a una joven haciéndole perforaciones en el cráneo para meter larvas de gusano y sentarse a ver cómo le van comiendo el cerebro… No lo entenderían, para todas ellas soy tan convencional…” (artículo de María Fasce en Zenda, 25-06-2018).
Por la violencia extrema de sus novelas, ya había habido quien pensaba que tras el seudónimo no estaba una mujer. Es el caso, entre otros, de la escritora Ana Ballabriga, especialista en literatura policiaca, que en julio de 2020 escribió en Facebook: “He leído y escuchado muchas teorías acerca de la identidad oculta de Carmen Mola. Yo también quiero proponer la mía (…). Me imagino un bar con tres tíos tomándose unas cervezas. (…). ‘Tío, es que sin una buena promoción no se vende nada’. ‘Pues (…) creo que un thriller, que ahora se lleva mucho, pero muy bestia, lo puede petar’. ‘Venga ya, nadie compra un libro escrito por tres tíos’. ‘Pues buscamos un pseudónimo’. ‘Si el libro es muy bestia, tiene que estar escrito por una mujer, impactará más’…”.
Traición al feminismo
La elección de un seudónimo femenino también ha levantado ampollas en ciertos sectores, que piensan que el presentarse como escritora ha abierto a los autores más puertas que si hubiesen elegido un seudónimo masculino. La reacción de algunas feministas, retirando las novelas de las librerías y descalificando a los autores, demuestra también cómo el debate sobre el feminismo y las cuotas de mujeres ha penetrado en el mundo editorial.
Los “thrillers” repletos de crímenes espeluznantes suponen “una de las indiscutibles y más perturbadoras zonas de sombra del género, capaz de una manipulación emocional enorme” (Antonio Lozano)
Las estadísticas demuestran que leen más las mujeres que los hombres. Y también que cada vez más hay escritoras de renombre en el panorama editorial. Por ejemplo, según un estudio que cita el diario El País, de los 50 libros más populares de este año en España, 21 han sido escritos por mujeres, y entre ellos suman el 51% de las ventas obtenidas por los 50. Desde el punto de vista estratégico, si las mujeres son las que más leen–opinan algunas–, mejor que lean a mujeres que a hombres, debate colateral que movió a los tres autores a buscar un seudónimo femenino con el que –pensaban– tendrían más facilidades para publicar. Indirectamente, el premio Planeta ha participado del morbo del seudónimo y ha conseguido que la elección del ganador tenga, de entrada, un significativo eco en los medios de comunicación, lo que vuelve a demostrar que en la elección de los ganadores de este premio importen cada vez más las estrategias del marketing, por delante de la calidad literaria de los premiados.
El fenómeno Carmen Mola
Las tres primeras novelas de Carmen Mola tienen como protagonista a la inspectora Elena Blanco, que dirige la Brigada de Análisis de Casos (BAC) de la policía, quien se hace cargo de investigaciones criminales salpicadas de sangre, violencia, torturas, rituales sádicos. Las novelas se ambientan en un Madrid contemporáneo y dan una vuelta de tuerca macabra al género negro. Tras la irrupción internacional de la novela policiaca nórdica, los argumentos se poblaron de asesinos psicópatas y acciones tenebrosas sin medida, ingredientes que siguen presentes en muchas novelas policiacas actuales, como demuestra el caso Carmen Mola.
Para Antonio Lozano, director de la colección Serie Negra de la editorial RBA y autor de Lo leo muy negro. Travesías por crímenes reales e imaginarios (Destino. Barcelona. 2021), los lectores de este tipo de thrillers repletos de crímenes espeluznantes y violencia gratuita lo hacen “desde la seguridad y la comodidad que proporciona la distancia entre nuestras vidas y el mundo de la ficción, ese velo lo es todo”. Para Lozano, “hablamos de una coraza que nos permite asistir a crímenes horrendos sin despeinarnos o llegar a empatizar con monstruos. Todo esto supone una de las indiscutibles y más perturbadoras zonas de sombra del género, capaz de una manipulación emocional enorme; me pregunto si hay otros géneros dotados de un potencial semejante”.
Un escenario gótico y violento
En la novela ganadora del Planeta, La Bestia, hay sin embargo un cambio de escenario y de personajes en relación con las otras novelas. Vuelve a ambientarse en Madrid, pero es el Madrid un tanto deprimente y gris de 1834, en unos años políticamente convulsos con la lucha entre los isabelinos y los carlistas. La acción transcurre en plena epidemia del cólera, que estaba asolando Madrid y otras grandes ciudades españolas. Un periodista, un policía, un falso fraile y una niña son los principales protagonistas de una trama plagada de terror y de asesinatos, aunque sin llegar a la violencia extrema de las novelas protagonizadas por la inspectora Elena Blanco.
La novela se abre cuando se descubre el asesinato de una niña que ha sido salvajemente descuartizada. Al principio, se piensa que el asesino es una “bestia”, un hombre o un animal, aunque poco después, cuando se repiten asesinatos similares, se aclara que deben enfrentarse a un asesino en serie muy peligroso. Las investigaciones de un perseverante periodista, Diego Ruiz, le llevan a descubrir la presencia de sociedades secretas que emplean todavía ritos sangrientos, descritos de manera puntillosa en la novela. Un guardia real, Donoso, se suma también a sus pesquisas.
Junto con el periodista, otra de las protagonistas es Lucía, una joven de 14 años cuya madre ha fallecido en la epidemia de cólera. Lucía, que vive en unas condiciones miserables en un barrio desfavorecido, debe hacerse cargo de su hermana pequeña, Clara, que desaparece y cuya búsqueda es uno de los hilos narrativos de la novela; otro es el peligroso anillo que Lucía tiene en su poder. Todo ello, en un contexto social un tanto maniqueísta y simplón, resaltando el egoísmo sin límites de los ricos y las desgracias lacerantes de los pobres, y donde hay momentos de un grueso anticlericalismo, pues los contrarios a la Iglesia achacan a los religiosos de ser los culpables de la pandemia al contaminar algunas fuentes madrileñas.
La descripción de los sentimientos y las emociones de los personajes responde más a la mentalidad actual que a la que se vivía en el siglo XIX. Los autores incluyen sin rubor moralinas “políticamente correctas” con sus dosis de feminismo actual, para que todo el mundo esté contento. La narración, lineal, adolece de escasa calidad, sin muchas complicaciones ni en el estilo ni en la manera de desarrollar la intriga. Carmen Mola ha escrito una novela de tintes góticos con elementos e ingredientes populares, aunque muy superficiales.