Han pasado ya más de diez años desde que Sven Birkets señalase en Elegía a Gutenberg (ver Aceprensa 165/99) que la literatura impresa se encontraba “en estado de sitio”. Se ha hablado del apocalipsis del libro impreso, aunque la profecía ha sido atenuada a la espera de que llegue el artilugio que permita hablar definitivamente del “libro electrónico”. La librería digital Amazon acaba de lanzar al mercado su propuesta para este cambio de era.
Se llama Kindle, tiene el tamaño de un libro de bolsillo y pesa menos de 300 gramos. Su batería ofrece treinta horas de lectura y se recarga en otras dos. Kindle utiliza la tecnología E Ink -que da al texto el aspecto de la letra impresa- y permite descargarse libros sin necesidad de conectarse a un ordenador, como un teléfono móvil. Está pensado para leer la prensa digital, a la que el usuario se puede suscribir por menos dinero que la de papel, e incluso permite acceder a Internet. Cuesta 399 dólares (270 euros) y Steven Levy lo disecciona en un largo artículo de Newsweek (26-11-2007).
“Aunque [Jeff] Bezos [consejero delegado de Amazon] es remiso a la comparación, Amazon cree que ha creado el iPod de la lectura”, dice Levy, para quien la tecnología E Ink logra recrear la magia del libro tradicional.
Amazon ofrece más de 88.000 libros legibles con el Kindle y el lector podrá comprar por 10 dólares (6,7 euros) muchos de los best-sellers más vendidos y otras novedades; por supuesto, solo en inglés. Una vez pulsada la tecla “comprar”, el libro elegido se encuentra en el Kindle en menos de un minuto. La búsqueda, tanto en el interior del texto del libro como en Internet o en la librería virtual, es rápida y fácil. Cuando el usuario de Kindle-Amazon ingresa en la librería virtual, el rastreo de sus compras anteriores hace que reciba recomendaciones bastante ajustadas a sus gustos e intereses.
Levy también pone reparos al Kindle. El lector de prensa, dice, es “decepcionante”, complicado e incompleto; la protección contra copias hace que no se pueda imprimir un pasaje, enviarlo por correo electrónico o copiarlo en un documento; no es posible tampoco prestar o vender el libro una vez leído, y la lectura de las páginas web es incómoda.
En el artículo de Levy se ofrece una reflexión sobre lo que podrían ser la lectura y la escritura en la era de los libros digitales. El libro podría ser un proceso abierto, ya que el autor puede fácilmente hacer correcciones o reescribir partes de la obra; se reducirían (aún más) los ciclos editoriales al no necesitar la imprenta… La posibilidad de la interacción entre los lectores podría “redefinir el concepto de autoría”, dice el director ejecutivo de la Digital Library Federation. “Los clubs de lectores podrían juntarse dentro de un libro”, opina el jefe del Institute for the Future of the Book de Nueva York. Frente a los escépticos del triunfo del “libro electrónico”, el autor de best-sellers James Patterson cree en su futuro y considera que “los baby boomers tienen una relación de amor con el papel, pero la gente de la nueva generación, de veinte años o menos, hace todo en una pantalla”.