Amsterdam. El primer miércoles de octubre las clases de los más pequeños en los colegios holandeses estaban llenas de caperucitas, lobos, cazadores… Motivo de los disfraces es que Holanda celebra la semana del libro infantil y juvenil, evento que el año próximo cumplirá medio siglo. El tema de 2003 es «En lo profundo del bosque». Cada año el tema es diferente, lo que permite a los escritores publicar algo que se promocionará con el acontecimiento y a los libreros desempolvar clásicos y, junto con las novedades, ambientar los escaparates.
Las bibliotecas, lugares muy concurridos, tampoco se quedan atrás. Se calcula que cada holandés -maduro, joven o niño- saca prestados 11 libros anualmente. Esta semana se organizarán representaciones teatrales en la sección infantil. Y, más allá de las fronteras, el Fondo Neerlandés de Traducciones hace que la literatura, en este caso la infantil, de una lengua tan minoritaria -25 millones de hablantes- se pueda leer en casi todo el mundo. En este momento existen 120 títulos traducidos al castellano.
«Los cuentos infantiles y juveniles de autores holandeses están escritos con un realismo muy reconocible para los peques; no eluden temas como, por ejemplo, la muerte, el divorcio de los padres, los malos tratos, abordados de un modo al alcance del lector y sin intentar moralizar. Además, en el extranjero se valora el sentido del humor». Con estas palabras resume Anne Fontyne el gran interés por los autores holandeses fuera del país. «La calidad de las ilustraciones es de alto nivel, a menudo es muy artística y se cuidan mucho las ediciones», añade Fontyne.
«Es verdad que nuestra literatura infantil tiene el arte de reflejar la cotidianeidad que rodea a los niños y que no moraliza. Sin embargo, cada autor tiene su visión y la cuestión es si yo quiero que mis hijos se enfrenten con cuestiones como las drogas o la homosexualidad, por aceptadas que estén». Así opina Henk Rijkers, periodista y padre de dos niños. «Thea Beckmann, Annie Maria G. Schmidt y Jan Terlouw son tres autores de calidad literaria que yo aconsejaría a cualquiera».
Jip en Janneke, de A.M.G. Schmidt, es un libro de cuentos publicado en 1963 y que ha pasado al siglo XXI sin perder popularidad; en castellano, con el título Los inseparables Mila y Yaco (Espasa Calpe, 1990). Son anécdotas escritas con gran agilidad, divertidas travesuras y situaciones reconocibles para los niños que todavía no saben leer y que escucharon al irse a dormir los padres y abuelos de hoy día y les siguen encantando para sus hijos y nietos. Otros títulos todavía populares son Cruzada en jeans, de Thea Beckmann, y todos los cuentos de Jan Terlouw. Las obras de estos autores están traducidas en la editorial SM.
Terlouw fue europarlamentario, y tres de sus cuentos han pasado la tirada de 100.000 ejemplares en España. Sus personajes son como el sastrecillo valiente de hoy, no rehúyen responsabilidades. La guerra, las sectas, las drogas, compañeros minusválidos, deporte, son temas de Terlouw escritos para niños de 13 años.
En todas las ciudades hay este año actividades en relación con el bosque. Museos en Rotterdam y Amsterdam se han unido a la celebración con exposiciones de libros ilustrados, historias de indios o una monográfica de Fiep Westendorp que dio vida a los personajes de A.M.G. Schmidt. Y quien haga compras por 9 euros se lleva un libro de regalo, «El lago de los cisnes (pero en versión diferente)», de Francine Oomen.
Carmen Montón