Suele hablarse del amor como de un sentimiento desordenado y complejo. Parte de esa complejidad tiene sin duda que ver con la multiplicidad de significados que, a lo largo del tiempo, han ido sedimentando en esa palabra. Según esto, los hoy abundantes intentos de la ciencia por poner orden en esa experiencia, por la vía de reducirla a funciones biológicas elementales, están de antemano condenados al fracaso.
Así lo cree Richard David Precht en su libro sobre el amor (1), rico en información y con observaciones por lo general atinadas. El autor alemán se propone ante todo dos cosas. Por un lado desmantelar los reduccionismos con los que diversas ciencias –la psicología evolutiva, la sociobiología, la química…– tratan de imponer un orden arti…
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