Mi enemigo YouTube

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Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 50/14

En una sociedad como la saudí, donde la estricta ley islámica no permite los cines ni los conciertos, los ciudadanos aburridos matan el tiempo… ¡en YouTube! Sí: el portal de materiales audiovisuales se ha revelado como la tabla de salvación de muchos saudíes, que con sus accesos a la web se han convertido en sus primeros consumidores mundiales.

Claro que no todo es buscar variedad para escapar de una programación televisiva también bastante sosa. Otros la aprovechan para usos que han acabado por irritar a la monarquía wahabita, en guardia en esta época de “primaveras” regionales. Grabar y subir a YouTube denuncias de personas comunes, descontentas con la abismal brecha entre sus magros ingresos y los de la familia real, se ha convertido en un arma de lucha.

En Arabía Saudí se han subido a YouTube denuncias de ciudadanos descontentos con la abismal brecha entre sus magros ingresos y los de la familia real

Saudíes contra la familia real
“Soy un ciudadano saudí —indica uno de los filmados en un material de 30 segundos, citado por El País—. Solo gano 1.900 riales (380 euros mensuales, paradójico en un país con una renta per cápita de 22.400 euros). Por Dios, Abdalá, ¿es esto suficiente para pagar una dote, un coche o un alquiler? Estamos hartos. Y aún culpáis a quienes ponen bombas. No queremos mendigar. Dadnos lo que nos corresponde del petróleo que disfrutáis tú y tus hijos”.

El sitio www.al-monitor.com, especializado en temas de Medio Oriente, ha compendiado varios de estos “vídeos de la ira”. En uno de ellos, el protagonista, un médico, afirma trabajar en un hospital militar y haber visto camas ocupadas por hasta tres pacientes. En otro, un joven se queja de que, mientras el 70 por ciento de los saudíes no tienen casa propia, los príncipes de la casa de Saud poseen el 60 por ciento de la tierra del país. Para los furiosos internautas, es indecente que la casa real se dedique a enviar dinero a otros sitios para fraguar golpes de Estado e intervenir en los asuntos internos de países vecinos, mientras se desentiende de las necesidades de sus ciudadanos.

¿Respuestas del gobierno? Dos, y algo torpes: en vez de hacer al menos una tímida introspección y anunciar pasos concretos para corregir las rampantes desigualdades, encerró a los primeros “video-indignados”, fácilmente rastreables porque mostraban su cédula de identidad en el vídeo. Por ello, si antes de los arrestos los protagonistas solían comenzar con un respetuoso saludo al monarca saudí, el tono de los mensajes se ha ido endureciendo y pasando a las amenazas de acción, mal signo en un país que ha acunado a los extremistas islámicos más peligrosos que se conozcan.

La segunda respuesta era, por supuesto, bastante previsible: anunciar que el gobierno regulará los vídeos que se transmiten para que no se salgan del muy estrecho caminito que son los “valores morales” de la sociedad saudí. Riad, por supuesto, propondrá, a las empresas que pretendan seguir usando el portal, elaborar contenidos más “adecuados” a la rigidez del entorno.

Antre las peticiones de retirada de vídeos, en algunos casos Google accede a quitar el material, y otras las descarta como improcedentes

Cerrar el paso a los incómodos
YouTube surgió en 2005, de la mano de tres exempleados de PayPal, como una plataforma para compartir vídeos no profesionales, si bien su rango de contenidos se ha ampliado con el tiempo, y se pueden ver y descargar películas, vídeo-clips, vídeos educacionales, y también las más variadas ocurrencias y curiosidades filmadas por gente común. Hasta 100 horas de nuevos vídeos se cargan en el portal cada minuto –consume muchísimo ancho de banda–, y 800 millones de usuarios acceden a él cada mes.

La compañía, con sede en California, fue adquirida por Google tan tempranamente como en 2006, y también fueron muy tempranos los intentos de algunos gobiernos e instituciones por poner coto a ciertos materiales “incómodos” que se divulgan por esa vía.

Las primeras en saltar fueron, precisamente, las autoridades de países con estándares manifiestamente mejorables en asuntos de derechos humanos. China, por ejemplo, estuvo bloqueando y desbloqueando el sitio desde 2006, hasta que en 2009, molesta por la difusión de vídeos sobre la represión militar en el Tíbet, le dio el portazo definitivo.

A día de hoy, varios tests que vigilan la accesibilidad a ciertos sitios web desde el país asiático declaran “blocked” el servicio de YouTube en las regiones de Beijing, Shenzen, Mongolia Interior, Heilongjiang y Yunnan. Es el mismo estatus de silencio del que “disfrutan” allí Twitter, Facebook y una larga ristra de webs, como la del Consejo Australia-Tíbet o la del diario japonés Yomiuri Shimbun, presuntamente cargadas de “veneno ideológico”. Serían precauciones perfectamente entendibles en el país que acaba de prohibir una serie humorística tan inocua como The Big Bang Theory.

Además de China, otros estados le han hecho una mueca a YouTube. En 2006, Irán se molestó con el vídeo de una de sus actrices más famosas en plena representación de una escena sexual, y restringió el acceso al portal, lo que volvió a hacer en los días de la elección presidencial de 2009. Marruecos hizo lo propio ante la difusión de la violenta represión contra campamentos saharauis en 2007, mientras que Sudán, Afganistán y algunos otros del mundo islámico lo bloquearon en septiembre de 2012, en protesta por la difusión de un avance del polémico y mediocre videofilme La inocencia de los musulmanes.

En Turquía Youtube está bloqueado mientras no retire un vídeo grabado a altos funcionarios del gobierno

Intrigas a la turca
Los motivos del bloqueo temporal o definitivo, parcial o completo, a Youtube pueden ser variados, y van desde causas técnicas inobjetables, como la necesidad de utilizar para otros fines el ancho de banda que utiliza el portal, o la de proteger los derechos de propiedad intelectual de algún material, hasta la ya vista intención de los gobiernos totalitarios para acallar el descontento social y evitar su propagación.

Un caso curioso es el de Turquía, un país de ribetes democráticos cuyo ejecutivo calificó “poco patrióticos” y “miserables” a quienes colgaron en la plataforma audiovisual pruebas de la injerencia turca en la guerra de Siria. En marzo, el portal hospedó conversaciones grabadas entre altos funcionarios gubernamentales turcos, acerca de cómo provocar un incidente militar en zonas fronterizas con el país árabe y atribuirle su autoría a Damasco. De este modo Ankara tendría manos libres para responder y, además, invocar el artículo 5 del pacto de la OTAN, para que esta le protegiera y se involucrara de una vez en el conflicto.

Las autoridades turcas han requerido a Youtube para que saque de circulación tan escandalosa prueba, y la han bloqueado hasta que ello ocurra. Según Reuters, un tribunal local de Ankara declaró días atrás que prohibir esa web violaba los derechos humanos y ordenó levantar la restricción, pero la Autoridad de Tecnologías de la Información y la Comunicación (BTK) –que interpreta muy a su modo el principio de la división de poderes– se ha negado a cumplir, y exige no solo que Youtube elimine el acceso a ese contenido para clientes turcos, sino para quienes desean consultarlos desde el extranjero. Hasta entonces, la prohibición seguirá en pie….

Como siguen en pie, accesibles en el portal (aunque no traducidas, lamentablemente), las bochornosas evidencias de la injerencia turca.

China dio el portazo definitivo a Youtube en 2009, molesta por la difusión de vídeos sobre la represión en el Tíbet

¿Susceptibilidad vs. libertad de expresión?
No le son extrañas a YouTube, por otra parte, las solicitudes de borrar contenidos llegadas desde países con más altos estándares democráticos, o las noticias de que algunos centros educativos en Australia y EE.UU. han bloqueado el acceso al portal, por el elevado nivel de distracción que puede significarles a los jóvenes en clase.

El combate al terrorismo, por ejemplo, o a su enaltecimiento, ha llevado al gobierno de EE.UU. a pedir a la compañía la retirada de vídeos problemáticos. En mayo de 2010, una joven británica musulmana apuñaló a un ex ministro de su país durante un mitin electoral, y al ser interrogada, confesó ser una atentísima discípula del clérigo norteamericano-yemení Anwar al-Awlaki, cuyos incendiarios sermones antioccidentales se propagaban por YouTube.

Muchos gobiernos y organismos públicos hacen llegar a Google solicitudes de retirada de contenido con su buscador, entre ellos muchos del portal audiovisual. En su Informe de Transparencia, correspondiente al período comprendido entre enero y junio de 2013, la empresa afirma haber pasado de recibir unas 1 000 solicitudes en 2009, hasta casi 4 000 en el primer semestre del año pasado. Por su parte, los propietarios de derechos de autor y otros usuarios particulares han enviado más de 7 000 000 de peticiones por semana. A unas se les da curso y se accede a retirar el material, y otras se descartan como improcedentes.

En otros casos, más esperpénticos, Google se ha negado a retirar el vídeo, como ante la petición de Canadá de quitar de YouTube la filmación de un nacional que orinaba al pasaporte canadiense y lo tiraba al váter. Google se ha manifestado preocupada por el hecho de que casos como este alarmen a gobiernos establecidos en democracias sólidas, y de que tanta “susceptibilidad” ponga en peligro la libertad de expresión.

Y es que de algún modo, todos –demócratas o no– pegan el brinco cuando les aprietan el zapato.

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