10 razones por las que la Gala Met es mucho más que una alfombra roja

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Gala Met
Anna Wintour, Andew Bolton y Wendi Deng Murdoch, organizadores de la Gala (fotograma de “The First Monday in May” / Magnolia Pictures)

Anna Wintour, Andew Bolton y Wendi Deng Murdoch, organizadores de la Gala (fotograma de “The First Monday in May” / Magnolia Pictures)

 

Seguro que has visto las fotos. Kim Kardashian enfundada en el vestido que llevaba Marilyn Monroe para cantar cumpleaños feliz al presidente Kennedy. Blake Lively homenajeando la oxidación de la estatua de la libertad con un espectacular modelo dos en uno y Rosalía vestida de Givenchy y con gafas de sol. Después de la pandemia, la famosa Gala Met volvía a su extraordinaria normalidad. Y volvía a demostrar que no es solo una vistosa red carpet sino el acontecimiento más importante del año para la industria de la moda. Y, por si hay duda, algunos datos.

1. Una “fiesta” con historia y un nombre propio: Eleanor Lambert

La primera edición de la Gala Met se celebró en el año 1948. Dos años antes, el Instituto del Vestido de Nueva York se había integrado en el prestigioso Museo Metropolitano de Arte (Met). Desde el inicio, se planteó que fuera la propia industria de la moda americana la que se encargara de recaudar los fondos necesarios para mantener el Instituto y surge aquí una figura clave: la de Eleanor Lambert, una publicista con un magnífico olfato para las ideas felices y una mujer convencida de que la moda es un arte.

Lambert “inventó” la semana de la moda de Nueva York -una idea que copiaron casi todas las capitales de moda-, suya fue la idea, en 1942, de hacer una lista con las mejor vestidas de Nueva York y fue ella la que pensó en hacer una fiesta en 1948 para conseguir fondos para el Instituto del Vestido. Además, para contrarrestar el peso europeo en el mundo de la moda, puso en marcha el consejo de diseñadores americanos. Un consejo que es el que se encarga de organizar la Gala Met.

Desde el principio, además, la Gala surge asociada a una exposición anual que será el centro de actividad del Instituto. Pero de esto hablamos luego.

2. De party exclusiva a evento social: el papel de Diane Vreeland

El 1972, Diana Vreeland, después de una larga y tormentosa carrera como directora de Harper’s Bazaar y Vogue, es nombrada consejera del Instituto del Vestido y se propone convertir la Gala Met en un acontecimiento cultural. Los numerosos contactos de Vreeland llenaron las Galas de estrellas de Hollywood. En 1974, consiguió que Jackie Kennedy fuera la anfitriona de la Gala, dedicada a La gloria del vestido en Rusia. El éxito mediático fue absoluto. Diana Vreeland murió en el año 1989 dejando la Gala Met en lo más alto.

3. Entra en escena Anna Wintour

No fue fácil sustituir ni el talento ni la agenda de Vreeland. Las Galas Met habían perdido fuerza y los recursos del Instituto menguaban: tanto, que en el año 1991 no hubo apenas actividad ni exposición anual. Y aquí entra en escena, por fin, Anna Wintour, la todopoderosa editora de Vogue America que empezó a liderar la Gala en el año 1995. Desde entonces, Wintour ha recaudado más de 200 millones de dólares. ¿La fórmula del éxito? Una lista (otra, como Eleanor Lambert), un halo de misterio y el tándem con Andrew Bolton. Además del carisma de Wintour, claro. Pero de eso sabemos más por películas como El diablo viste de Prada o el documental The September Issue.

4. Una lista que vale oro

Parte del éxito de la Gala Met es su famosa lista de invitados. Para que te inviten a esta fiesta no solo tienes que ser rico y famoso –la silla son 30.000 dólares–; además tiene que darte el OK Anna Wintour, que revisa personalmente la lista. Esto convierte la selección de invitados en una auténtica competición.

A la Gala se va a epatar: a que se hable de ti, aunque sea mal; a ocupar portadas y tratar de ser “trending topic”

5. Un halo de misterio

Sí, es cierto que la alfombra roja se retransmite en streaming y en abierto a través de varios canales –la web de Vogue, la del Museo Metropolitano– y que todas las redes sociales postean los modelos hasta el infinito. Pero una vez dentro, nadie sabe exactamente qué ocurre en la Gala. Se habla de actuaciones musicales, de adelantos de películas y de visitas privadas a la exposición que inaugura la Gala, pero las fotos están prohibidas. Este velo de secreto y misterio suma puntos a una fiesta que tiene mucho de exclusiva.

6. Dress code: entre la elegancia, la interpretación… y la fiesta de disfraces

Una de las intrigas de cada edición es cuál será el código de vestimenta. Cada año la Gala adopta el tema de la exposición del año y anima a los invitados –y a sus diseñadores– a “jugar” con la moda alrededor de esa temática. Esta es una de las razones de la espectacularidad de la alfombra roja, porque, aunque hay quien apuesta por lo clásico, a la Gala se viene a epatar: a que se hable de ti, aunque sea mal. A ocupar portadas y tratar de ser trending topic. Si lo consigues, es más probable que Anna Wintour te invite a la Gala siguiente (ahí está Blake Lively para demostrarlo).

Etiqueta, libertad y originalidad: esa es la clave de que triunfaran Kanye West en 2016 con vaqueros rotos (y chaqueta de pedrería, eso sí), el vestido de Jean Paul Gautier fabricado con cortinas que llevó Linda Evangelista en 2004 (el tema era moda y mobiliario en el siglo XVIII), el abrigo amarillo de seda y zorro teñido y más de 25 kilos de peso que lució Rihanna en la gala de 2015 dedicada a China, o el vestido lámpara de Moschino que llevó Katy Perry en 2019. Por no hablar del modelo en negro –casi un burka– que Kim Kardashian lució el año pasado sin que nadie llegara a adivinar el motivo. Dicen las malas lenguas que a Anna Wintour le costó incluir a las Kardashian en su selecto grupo de amistades –este año han ido las cuatro hermanas a la Gala por primera vez–; pero, vista la viralidad de sus estilismos, hay que reconocer que se han convertido en las reinas de esta gran fiesta de disfraces.

“Para mí, el único riesgo es seguir presentando la moda como algo frívolo… La moda es una forma de arte viva” (Andrew Bolton)

Por cierto, este año el tema de la Gala fue el Gilded Glamour, en referencia a la Gilded Age, o edad dorada en Estados Unidos. Una etapa alrededor de 1870 en la que los Estados Unidos experimentaron un fuerte crecimiento económico y donde también creció mucho la industria de la moda. Si uno quiere ver cómo se vestía en esa época, basta echarle un vistazo a La edad dorada, la serie de moda –en sentido literal y figurado– de HBO.

En cualquier caso, a los invitados se les dieron dos pistas: glamour dorado y blanco. A partir de eso, viva la imaginación.

7. Andrew Bolton, el genio detrás las exposiciones

Una de cal y otra de arena. Una de reality televisivo y otra de high culture. Porque la Gala no sería lo que es sin su impacto cultural y la capacidad de llegar a los intelectuales. Y aquí hay que hablar de Andrew Bolton.

En el año 2002, un antropólogo británico y conservador del Victoria and Albert Museum de Londres empieza a trabajar en el Instituto del Vestido de Nueva York. ¿Su misión? Las exposiciones anuales de moda. Bolton es un hombre convencido de que la moda es un arte y que tiene que ocupar un lugar en los museos. Y está convencido además de que la capa de frivolidad de la moda es solo eso, una capa que esconde una importante capacidad de transmitir ideas. “Para mí, el único riesgo es seguir presentando la moda como algo frívolo. Existe una frivolidad. Es parte de su poder. Pero en ningún caso lo es todo… La moda es una forma de arte viva, con la que resulta fácil identificarse y relacionarse. Existe una inmediatez que la distingue de las otras formas de arte. Responde, de manera más veloz que otras disciplinas, a nuestro clima social y político”.

Su perfil de antropólogo marca, de manera determinante, sus propuestas temáticas: “Parte de mi empeño consiste en saber qué es lo que los diseñadores consideran relevante, para poder contextualizarlo desde una perspectiva más compleja y antropológica”.

Pero que nadie piense que este perfil intelectual cierra la puerta al público general. Al contrario. De hecho, Bolton puede presumir de ser el autor de una exposición de moda que marcó un antes y un después en la afluencia de público. En el año 2011 más de un millón y medio de personas (700.000 en el MET y 600.000 en el Victoria & Albert Museum de Londres) vieron su muestra Savage Beauty, dedicada al diseñador Alexander McQueen. Eran cifras nunca vistas.

Años después, y convertido en el curator chief del Instituto, volvería a triunfar con algunas de sus exposiciones: China: A través del espejo (2015), con 816.000 visitantes, o Manus x Machina: Moda en una era de tecnología (2016), con 753.000 visitantes. El récord fue la muestra en la que Bolton quiso investigar la relación de la imaginería católica y la moda: En 2018, 1,65 millones de personas visitaron la exposición Cuerpos celestiales: la moda y la imaginación católica.

8. Amigos y/o aliados

Y hablando precisamente de esta exposición, hay que destacar también la potente red de aliados de la Gala Met. El eco mediático de la Gala y la reputación de las exposiciones anuales tejen una importante red de amigos. Unos amigos, a veces, inesperados.

En la exposición de 2018 Andrew Bolton pudo contar con 40 piezas cedidas por el Vaticano. La idea inicial de Bolton era hablar de la relación de la moda con la religión, pero sus numerosas visitas a Roma y su centenar de conversaciones –la negociación, lógicamente, no fue fácil, como describe Jason Horowitz en una crónica del New York Times– le convencieron de que había material más que suficiente para centrarse en la Iglesia católica.

Este año, para la exposición In America: An Anthology of Fashion, que trazará un recorrido por la historia de la moda en los Estados Unidos, Bolton ha contado con el apoyo de nueve prestigiosos directores de cine a los que se les ha pedido convertir algunas salas del Instituto en fotogramas de películas con vestuario basado en diseñadores americanos, preferiblemente desconocidos.

A los veteranos Martin Scorsese, Sofía Coppola y Julie Dash (Daughters of the Dust), se unirán las cineastas afroamericanas Radha Blank, Janicza Bravo y Regina King (Una noche en Miami), más Autumn de Wilde (Emma), la ganadora del Óscar Chloé Zhao (Nomadland) y el diseñador y también director de cine Tom Ford (Animales nocturnos, Un hombre soltero).

9. No sin mi slogan

Como cualquier evento de moda, máxime si hay tanto foco pendiente, la Gala Met es una magnífica palestra para sacar banderas ideológicas o defender una causa política. La moda y la política pueden llegar a ser buenos amigos. Y, si el año pasado, el lema estampado en el vestido de Alexandria Ocasio-Cortez –Tax the rich– hizo verter ríos de tinta, este año se ha hablado de economía circular por el vestido de Marilyn que llevó Kim Kardashian o la decisión de Emma Stone de reciclar uno de los vestidos que llevó en su boda. También se ha hablado bastante del sencillo outfit de Riz Ahmed, que, vestido de sobrio azul marino y botas de trabajo, quiso homenajear a los obreros inmigrantes que hicieron posibles las construcciones que llevaron a Estados Unidos a su edad dorada.

En el fondo, Ahmed se hacía eco de numerosas críticas que han afeado a la Gala celebrar el momento más opulento de los Estados Unidos precisamente ahora, en medio de una crisis económica y con unas tasas de inflación que han empobrecido a millares de familias.

En cualquier caso, la venda antes de la herida, y Bolton ya había hablado de que su exposición sobre la industria americana quería centrarse en los diseñadores menos favorecidos. “Vamos a centrarnos en buenos diseñadores que no eran nombres conocidos, que han sido eliminados de la historia de la moda, ignorados o simplemente olvidados”, contó Bolton en la rueda de prensa para presentar la exposición, en la que añadió que “la mayoría son mujeres”. Efectivamente, la presencia de mujeres y afroamericanos es numerosa.

10. El talismán de una fecha

Por último, la Gala tiene otro componente ritual muy importante. Siempre se celebra el primer lunes de mayo. Precisamente, la fiesta volvía este año a su legendaria fecha después de una edición suspendida por el covid, la de 2020, y una muy reducida en su asistencia y celebrada en septiembre de 2021.

Andrew Rossi, el prestigioso documentalista, utilizó precisamente esta fecha para titular el documental que mejor refleja la trastienda de la Gala Met. El reportaje se centra en los preparativos de la Gala del 2015 dedicada a China y recoge las opiniones de sus principales protagonistas, además de diseñadores, actrices o decoradores.

Después de 90 minutos de visionado quedan pocas dudas de por qué la Gala es el evento de moda del año, se explican los 16 millones de dólares que se recaudaron en el 2021 (una edición con aforo limitado) y se entiende su repercusión en los medios. Definitivamente, la Gala Met juega en otra Liga.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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